Cuando uno lleva más de dieciseis años en esto de hacer canciones, a menudo se obliga a hacer cambios que alteran en cierta medida el espíritu primigenio de la banda. En el caso de este eterno trío que se. caracterizaba por la ausencia de batería en sus discos de estudio, la mutación ha surgido tras la incorporación de su hasta ahora batería de gira Stefan Amidon a sus composiciones. No parece gran cosa, pero en el peculiar sonido de The Devil Makes Three es toda una revolución. Digamos que en cierta medida ha provocado una pérdida de la vocación más descacharrada de trío, añadiendole una profundidad inédita que los hace incluso más accesibles. No quiero decir que hayan domesticado su sonido, más bien que lo han sofisticado. Pero todo esto no pasaría de la simple anécdota si las canciones de este disco no tuvieran eso que llamamos enjundia o si lo prefieres sustancia. Un buen catálogo de temas es los que estos artesanos de la tradición popular de su país sacan a relucir sus mejores armas: buenas armonías vocales, punteos de guitarra precisos y unas letras sobre la condición humana que agrandan el imaginario de perdedores, alcohólicos o atormentados. Y todo ello con su habitual envoltorio musical que, actualiza revitalizándolo, viejas tonadas que van del hillbilly, al country-blues, pasando por el ragtime, el doo-wop y el rhytm and blues. Nada nuevo bajo el sol a lo que no cabe discutirle la enome clase que han atesorado con el discurrir de los años.
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