Los mejores discos internacionales de 2016
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Los mejores discos internacionales de 2016

Redacción — 30-11-2016
Fotografía — Archivo

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1.- Nick Cave & The Bad Seeds

"Skeleton Tree"

(Kobalt / Popstock!)

(CANCIÓN) En un momento determinado de “One More Time With Feeling”, el documental sobre el proceso de grabación de este disco, Nick Cave hace un comentario a propósito de sus trabajos recientes: “Eran canciones bonitas”, dice con un gesto que puede interpretarse como de desdén, inédito para alguien que siempre ha defendido su producción musical con uñas y dientes. Desde su posición de aristócrata del rock, superados los vaivenes que ocasionó la huida de Blixa Bargeld y con los Bad Seeds -ahora “de Warren Ellis”- otra vez engrasados, Cave ha venido explotando esa faceta de crooner moderadamente salvaje que le canta con igual efectismo (y efectividad) al cielo y al infierno, al amor que a la falta de él. El culmen de esa exquisita farsa bien pudo ser “20.000 días en la tierra”, documental de 2014 en el que el personaje se sitúa al borde de la autoparodia.

Con sus palabras Cave coloca “Skeleton Tree” definitivamente en otra dimensión como punto y aparte en su trayectoria, a pesar de compartir métodos de trabajo con álbumes recientes, en concreto sus bandas sonoras junto a Ellis: a partir de una estructura mínima, las canciones crecen alrededor de las letras del australiano con aportaciones de sus músicos, Ellis, Sclavunos, Casey, Wydler y Vjestica. Es una fórmula de caos controlado que por momentos puede colapsar y casi siempre empuja las canciones en direcciones inesperadas. También una suerte de daguerrotipo bastante fidedigno de las vibraciones dentro del estudio. Y esa es la principal diferencia y también el valor de “Skeleton Tree” frente a discos como “Push The Sky Away” o “Dig, Lazarus Dig!!!”. Este álbum es, por encima de todo, un estado de ánimo, la tabla de salvación a la que aferrarse en el momento en que quedó claro que seguir adelante era la única opción posible.

A lo largo de sus cuarenta minutos de duración -también en ese sentido “Skeleton Tree” huele a clásico- no se pronuncia ni una sola vez el nombre de Arthur, pero la presencia de su ausencia sobrevuela un disco que corta la respiración cuando arranca (“Jesus Alone”): “Caíste desde cielo / Te estrellaste en un campo / Al lado del río Adur / […] Con mi voz te estoy llamando”. La narrativa marca de la casa deja paso a una serie de poderosas imágenes en las que iconografía “caveiana” de lo bíblico y la América gótica adquiere una nueva y escalofriante reinterpretación. “Nada importa realmente cuando aquel que amas se va / Todavía estás dentro de mí, nena / Te necesito en mi corazón”. En otro contexto temas como “I Need You” no pasarían de estándares. Hoy, aunque Cave ha explicado que parte de las letras se escribieron antes de la muerte de su hijo, resulta imposible no ligar ambas. En el documental de Andrew Dominik se habla de fatales coincidencias y del carácter “profético” de algunos escritos del pasado. Si ese es el caso de los pasajes más pornográficos en “Skeleton Tree”, la decisión de mantenerlos dentro del disco casi dice más de la voluntad de Cave y de su relación con esta colección de canciones que si hubieran surgido a posteriori…

Buena parte de las decisiones estrictamente musicales en el disco también resultan reveladoras. Desde luego la inédita fragilidad vocal del australiano en “Girl In Amber”, “I Need You” o “Distant Sky”. O el nulo protagonismo instrumental de unos Bad Seeds que se limitan a ejercer de testigos aportando coros solemnes y un colchón sonoro para que Cave desarrolle esas minimalistas melodías de piano. La secuenciación nos transporta desde la aterradora oscuridad inicial de “Jesus Alone” a una recta final en la que el dúo junto a la soprano danesa Else Torp (“Distant Sky”) hace las veces de bisagra. El tratamiento instrumental de la canción, cercano al ascetismo, enmarca una conversación entre hombre y mujer que enfrentan miedos ante la muerte: “Nos dijeron que nuestros dioses nos sobrevivirían / Nos dijeron que nuestros sueños nos sobrevivirían / Pero nos mintieron”, dice él. A lo que ella responde: “Vamos ya mi único compañero / Preparémonos para los cielos distantes / Pronto los niños habrán crecido / Esto no es para nuestros ojos”. A continuación la canción que da título al disco también le pone punto y final con lo más parecido a una victoria que podría sacarse de todo este montón de ruinas. Por primera vez reconocemos a los Bad Seeds –y hasta un ritmo de batería, ausente los 35 minutos previos- para terminar con una letanía que se pelea con la voz apesadumbrada de Cave: “Todo está bien ya / Todo está bien ya…”.

“Y si quieres sangrar, déjalo sangrar”, se canta en “Girl In Amber”. Inevitablemente el veredicto sobre “Skeleton Tree” está condicionado por todo lo acontecido. Es más, no es descabellado pensar que desde algunas tribunas se eleve a juicio moral la decisión de Cave de convertir una tragedia (su propia tragedia) en ejercicio artístico. Personalmente, creo que la habilidad de transformar las propias emociones en obras de carácter universal diferencia al artista de los que no ejercemos como tal. Sin ir más lejos, algo similar vivimos a principios de este mismo año con la angustia en diferido de David Bowie. El estremecimiento asociado a “Skeleton Tree” justifica más que de sobra que se señale el decimosexto disco de Nick Cave como una de las obras capitales en su carrera -una carrera, por otra parte, jalonada de discos sobresalientes-. Pero, más allá de lo inevitable de echar mano del background, también es de justicia señalar que el australiano ha completado su mejor colección de canciones desde al menos “The Boatman’s Call” -tal vez su mejor colección de canciones, a secas-, ejerciendo de médium y canalizando a través de la música un devastador terremoto interior. A la postre y más allá de las circunstancias que rodean al acto creativo -de los hábitos autodestructivos que se intuían en “Tender Prey” o del naufragio sentimental que hace dos décadas inspiraba canciones como “Into My Arms”- lo que con el tiempo permanece, lo verdaderamente valioso, es la capacidad de conmover. “Y este es el momento, esto es exactamente para lo que ella nació / Y esto es lo que hace y lo que ella es”.
Luis J. Menéndez

1.- Nick Cave & The Bad Seeds

"Skeleton Tree"

(Kobalt / Popstock!)

(CANCIÓN) En un momento determinado de “One More Time With Feeling”, el documental sobre el proceso de grabación de este disco, Nick Cave hace un comentario a propósito de sus trabajos recientes: “Eran canciones bonitas”, dice con un gesto que puede interpretarse como de desdén, inédito para alguien que siempre ha defendido su producción musical con uñas y dientes. Desde su posición de aristócrata del rock, superados los vaivenes que ocasionó la huida de Blixa Bargeld y con los Bad Seeds -ahora “de Warren Ellis”- otra vez engrasados, Cave ha venido explotando esa faceta de crooner moderadamente salvaje que le canta con igual efectismo (y efectividad) al cielo y al infierno, al amor que a la falta de él. El culmen de esa exquisita farsa bien pudo ser “20.000 días en la tierra”, documental de 2014 en el que el personaje se sitúa al borde de la autoparodia.

Con sus palabras Cave coloca “Skeleton Tree” definitivamente en otra dimensión como punto y aparte en su trayectoria, a pesar de compartir métodos de trabajo con álbumes recientes, en concreto sus bandas sonoras junto a Ellis: a partir de una estructura mínima, las canciones crecen alrededor de las letras del australiano con aportaciones de sus músicos, Ellis, Sclavunos, Casey, Wydler y Vjestica. Es una fórmula de caos controlado que por momentos puede colapsar y casi siempre empuja las canciones en direcciones inesperadas. También una suerte de daguerrotipo bastante fidedigno de las vibraciones dentro del estudio. Y esa es la principal diferencia y también el valor de “Skeleton Tree” frente a discos como “Push The Sky Away” o “Dig, Lazarus Dig!!!”. Este álbum es, por encima de todo, un estado de ánimo, la tabla de salvación a la que aferrarse en el momento en que quedó claro que seguir adelante era la única opción posible.

A lo largo de sus cuarenta minutos de duración -también en ese sentido “Skeleton Tree” huele a clásico- no se pronuncia ni una sola vez el nombre de Arthur, pero la presencia de su ausencia sobrevuela un disco que corta la respiración cuando arranca (“Jesus Alone”): “Caíste desde cielo / Te estrellaste en un campo / Al lado del río Adur / […] Con mi voz te estoy llamando”. La narrativa marca de la casa deja paso a una serie de poderosas imágenes en las que iconografía “caveiana” de lo bíblico y la América gótica adquiere una nueva y escalofriante reinterpretación. “Nada importa realmente cuando aquel que amas se va / Todavía estás dentro de mí, nena / Te necesito en mi corazón”. En otro contexto temas como “I Need You” no pasarían de estándares. Hoy, aunque Cave ha explicado que parte de las letras se escribieron antes de la muerte de su hijo, resulta imposible no ligar ambas. En el documental de Andrew Dominik se habla de fatales coincidencias y del carácter “profético” de algunos escritos del pasado. Si ese es el caso de los pasajes más pornográficos en “Skeleton Tree”, la decisión de mantenerlos dentro del disco casi dice más de la voluntad de Cave y de su relación con esta colección de canciones que si hubieran surgido a posteriori…

Buena parte de las decisiones estrictamente musicales en el disco también resultan reveladoras. Desde luego la inédita fragilidad vocal del australiano en “Girl In Amber”, “I Need You” o “Distant Sky”. O el nulo protagonismo instrumental de unos Bad Seeds que se limitan a ejercer de testigos aportando coros solemnes y un colchón sonoro para que Cave desarrolle esas minimalistas melodías de piano. La secuenciación nos transporta desde la aterradora oscuridad inicial de “Jesus Alone” a una recta final en la que el dúo junto a la soprano danesa Else Torp (“Distant Sky”) hace las veces de bisagra. El tratamiento instrumental de la canción, cercano al ascetismo, enmarca una conversación entre hombre y mujer que enfrentan miedos ante la muerte: “Nos dijeron que nuestros dioses nos sobrevivirían / Nos dijeron que nuestros sueños nos sobrevivirían / Pero nos mintieron”, dice él. A lo que ella responde: “Vamos ya mi único compañero / Preparémonos para los cielos distantes / Pronto los niños habrán crecido / Esto no es para nuestros ojos”. A continuación la canción que da título al disco también le pone punto y final con lo más parecido a una victoria que podría sacarse de todo este montón de ruinas. Por primera vez reconocemos a los Bad Seeds –y hasta un ritmo de batería, ausente los 35 minutos previos- para terminar con una letanía que se pelea con la voz apesadumbrada de Cave: “Todo está bien ya / Todo está bien ya…”.

“Y si quieres sangrar, déjalo sangrar”, se canta en “Girl In Amber”. Inevitablemente el veredicto sobre “Skeleton Tree” está condicionado por todo lo acontecido. Es más, no es descabellado pensar que desde algunas tribunas se eleve a juicio moral la decisión de Cave de convertir una tragedia (su propia tragedia) en ejercicio artístico. Personalmente, creo que la habilidad de transformar las propias emociones en obras de carácter universal diferencia al artista de los que no ejercemos como tal. Sin ir más lejos, algo similar vivimos a principios de este mismo año con la angustia en diferido de David Bowie. El estremecimiento asociado a “Skeleton Tree” justifica más que de sobra que se señale el decimosexto disco de Nick Cave como una de las obras capitales en su carrera -una carrera, por otra parte, jalonada de discos sobresalientes-. Pero, más allá de lo inevitable de echar mano del background, también es de justicia señalar que el australiano ha completado su mejor colección de canciones desde al menos “The Boatman’s Call” -tal vez su mejor colección de canciones, a secas-, ejerciendo de médium y canalizando a través de la música un devastador terremoto interior. A la postre y más allá de las circunstancias que rodean al acto creativo -de los hábitos autodestructivos que se intuían en “Tender Prey” o del naufragio sentimental que hace dos décadas inspiraba canciones como “Into My Arms”- lo que con el tiempo permanece, lo verdaderamente valioso, es la capacidad de conmover. “Y este es el momento, esto es exactamente para lo que ella nació / Y esto es lo que hace y lo que ella es”.
Luis J. Menéndez

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