"Han sido años con momentos traumáticos y oscuros"
Entrevistas / Adrià Puntí

"Han sido años con momentos traumáticos y oscuros"

Yeray S. Iborra — 17-12-2015

Tras doce años de silencio discográfico, el cantautor de Salt presenta disco, "La clau de girar el taller" (Satélite K), acompañado de un libro con otras grabaciones y anotaciones, "Enclusa i un cop de mall". Removemos estos años para entender porqué ha tardado tanto... si lo que tenía era tan bueno.

'Y este tío… ¿Quién será? ¿Por qué lleva cerca de una hora aguantado una entrevista promocional? Todo el mundo sabe que los periodistas odiamos que vigilen nuestras conversaciones. Por qué no se larga; por qué no lo echo. Además, no habla. Por qué no habla. No se mueve más que para coger un cigarro y llevárselo a la boca. Y no nos pierde de vista'.

“Adrià trabaja mejor por la tarde”, advierte por correo electrónico el contacto de prensa de Satélite K. Quedamos a mediodía. El Poblenou está inusitadamente tranquilo a mediodía. La correspondencia y demás mercancías ya se han repartido por la mañana y ahora ya sólo quedan trabajando las personas de las oficinas. El Poblenou está lleno de oficinas. Y claro, me he perdido.

Después del cierre de la mayoría de factorías de la zona, el barrio tiene otra vida: musical. De entre las oficinas, muchas, muchísimas, tienen relación con la música. Aquí está MondoSonoro, y a su lado Ruta66, y más abajo el Primavera Sound y, pegado a Cacaolat, Satélite K, el sello por el que ha firmado Adrià Puntí. Del cruce del Carrer de la Marina con Pallars, aparecen cuatro personas que, a lo lejos, parecen una crew. Nadie parece preocupado por el reloj, por suerte. Caminan acompasados, enzarzados en un diálogo cruzado, excepto uno de ellos.

En medio de los gánsteres, Adriá Puntí. El único que mira a izquierda y derecha por si pasan coches. Es, de calle, el más desgarbado de los cuatro; parece mentira que tenga que ser él quién advierta a los demás de los peligros de cruzar sin mirar. Mientras persigue los coches con la vista, no se detiene. Sigue su paso sandunguero: movido como por una fuerza superior, a decir verdad, como zarandeado por un marionetista guasón. Va un poco de lado a lado. Sobrio, comprobaré –mal pensados– después. Es su andar: eleva sus rodillas hasta la cintura en cada paso y luego sus pies se desploman hacia el suelo como si pesaran cien quilos. Desde fuera es como ver a alguien evitando minas. Es mediodía, pero sus ojos están a medio gas, casi entornados.

Cuando subimos a las oficinas queda claro porqué las entrevistas se hacen en Satélite K: se fuma en el portal, en el descansillo, en el ascensor, en la sala de reunión. Puntí, que pese a hacer sólo seis meses que está en la discográfica ya se siente como en casa, enciende el pitillo el primero. El Winston no lo ha abandonado en estos trece años de silencio (discográfico).

“¿Un café?”, dice uno de los tipos que pululan por las oficina de Satélite K. Nosotros ya estamos sentados en una de las salas de reunión. “Jo-u-na bi-rra”, fluye relajado, relajadísimo, Puntí. El cantautor de Salt, ex Umpah-Pah (mítico grupo de los noventa, mezcla entre reggae y rock, que se probó incluso en España), habla y se mueve bieeeeeen tranquilo. Casi en frames. Parece que las palabras le salgan de la punta del dedo gordo del pie; entre frase y frase hay siempre un largo recorrido. Eso sí, cuando habla es delicioso. Teje como en sus canciones, creando un universo propio regado de castellanismos y cultismos. Puntí regala metáforas, analogías y demás también en el registro oral: hable de su música o de lo mucho que le jode bajar a Barcelona los días de 'promo'.

"Ayudar me gusta. Compartir es una de las cosas más importantes, a pesar de que sea tildado como un anarco total. Para mí en estos momentos es primordial estar en casa”.

Pese a sus trece años de silencio, rotos por algún concierto (siempre a medio acabar) y la publicación de "Incompletament Puntí" (2013), el cantautor se confiesa metódico: cada día se levanta pronto y se pone a los instrumentos o al ordenador. “No soporto levantarme para nada. Para eso, me quedo en la cama. Eso no quita que haya veces que mire la guitarra y el piano, y les diga: '¡Apa, ja ens veurem una altre rato!'” Es dejado con lo que quiere. Y mucho. Con la ropa, por ejemplo. Luce una chaquetilla roída, cedida de las mangas, de estirarlas. Por el contrario, con lo que le interesa es cuidadoso –y mucho–. Lleva las canas bañadas por un tono negro azabache que brilla según se mueva, según le de el sol que se cuela por el gran ventanal que gobierna una de las paredes de la sala. Las patillas le delatan.

"Hasta ahora había una serie de trabas burocráticas, el mundo de la industria... Impedimentos discográficos que mareaban la perdiz. Ahora, al menos me he asegurado la libertad de hacer lo que sea", contesta Puntí, molesto, cuando se le recuerda 'el silencio'. Las relaciones con su anterior discográfica, Picap, fueron dolorosas. Se han roto. Después de un encuentro, dijo basta: no quiere entrar en detalles. Satélite K, mítica discográfica barcelonesa, gran promotora de la escena mestiza barcelonesa de los noventa, ha tomado el relevo. Lo que le hizo decantarse fue el poder publicar nuevo disco, "La clau de girar el taller", acompañado de un libro y un cedé con materiales inédito: "Enclusa i un cop de mall". Para él, todo forma parte de un gran “poema”. “En estos trece años se me había acumulado mucho material, ¡ya vuelvo a tener nuevas canciones! De hecho, la gente puede esperar un nuevo trabajo bien pronto”. Puntí vende este disco como una trilogía: "La clau de girar el taller" sería la tercera parte.

⎯¿Y las dos otras? ⎯pregunto por curiosidad.
La segunda está en un cajón... O no. Pero mejor no lo diré muy alto… que aún me la robaran –sonríe pícaro Puntí, que siempre ha sido hábil generando expectativas; lo hiciese o no a consciencia. Sonadas han sido algunas intervenciones suyas, a lo 'rockstar'. Como aquella entrevista en TV3 con Puntí visiblemente afectado –¿codus empinadus?– y Bibiana Ballbè no sabiendo hacia dónde mirar en "Ànima" (Canal 33).

'Otro cigarro. Se rebusca en el bolsillo del tejano, sigiloso, el mechero. No nos pierde de vista. Le ha llamado la atención lo del tema discográfico; he notado como levantaba la cabeza… como si un viento huracanado se hubiese colado por la ventana. ¿Estará vigilando lo que dice Puntí? O, ¿sólo me lo parece a mi?'.

En La clau de girar el taller conviven con naturalidad temas compuestos en 2004 con piezas recientes. La crítica se ha esforzado en señalar que, precisamente, el reposo de las canciones es la clave para un disco tan redondo. El nuevo disco es un bloque. Y se lo ha sacado de encima rápido: grabado entre su casa y Music Lan Studios en un par de meses, mucho más rock. Rock clásico. La pregunta es: Van Morrison… ¿Ahora? “Yo siempre me he encontrado fuera de tiempo. Yo también tuve quince años y, coño, la música que se escuchaba entonces no era la que yo escuchaba. Si estoy anacrónico o pasado de moda, estoy acostumbrado”. "La clau de girar el taller" ha hecho que el disco que lleva cerca de quince años preparando con Quimi Portet, su productor habitual, relevo natural de 'María' (2003), haya quedado aparcado de momento.

De las cuarenta canciones con las que jugaban en un principio, ha descartado dieciocho. Las otras veintidós han cabido en "La clau de girar el taller" y "Enclusa i un cop de mall" (libro-disco): “De repente una fluye y otra no. Aquí hay, en esta sala, un aire, una energía. Y yo la noto. Noto la tranquilidad de la conversación. Cuando estás trabajando, si algo te pone nervioso, lo descartas”. A Puntí le gusta que le escuchen, aunque los primeros treinta minutos de charla han sido algo interrumpidos, con mayoría de monosílabos. Le gusta que le escuchen, pero no le gustan los periodistas. En treinta años de carrera se la han jugado varias veces, comenta quejoso. Fue tanto su celo hacia ellos que estuvo varios años sin conceder entrevistas a medios escritos. “Sólo hacía radio. Los de prensa… ¡escribían lo que querían”, confiesa. Ha firmado la paz, por lo visto (hoy tiene tres entrevistas más).

En el fondo, le gusta hablar de su música.

⎯¿Cómo ha evolucionado tu forma de enfrentarte a las canciones?
¿Evolución? Mmm… Hay una evolución de cómo afronto las canciones, pero la pincelada, el trazo, se mantienen. El trazo siempre es muy puntinià ⎯comenta en tono solemne. De vez en cuando, sobretodo al hablar de su obra, pierde la pose dejada, encastada en el sofá de piel negro, y levanta la vista: 'daliniano'. Puntí también es ese genio loco capaz de hablar sobre su legado artístico en tercera persona.

"La clau de girar el taller" es un homenaje a su padre y, como el título indica, a su taller. A los oficios. Puntí hace especial énfasis en que la gente se ha quedado en la anécdota que persigue el disco (y al dichoso libreto de prensa): cuando un aprendiz entraba al taller se le hacía ir a buscar una llave inexistente, la llave de girar el taller. “'Ves-me-la a buscar'… Todo el mundo habla de la frase, pero hay una seriedad detrás del álbum: las cosas tienen que estar bien amarradas”. Como él se esfuerza en remarcar, el disco va mucho más allá: si algo no ha perdido en estos trece años Puntí es su amor por el oficio, por escribir canciones.

⎯Cuál es el momento que más se disfruta.
Los hay claros y oscuros. Pero el mejor momento ⎯cierra el puño con fuerza y lo eleva, como en señal de victoria⎯ es cuando te sale algo potente. Ese momento es impagable.
⎯¿Y el peor?
La resaca de una cosa que el día anterior era maravillosa y luego... [ríe]

'Sigue allí. Espachurrado en la silla. Pelo canoso, jersey azul marino intenso que se funde con el color de la silla de despacho que aguanta una columna gandula. Sigue allí, sin hablar. Empiezo a ponerme nervioso. De golpe, a la pregunta: “¿Cuántos intentos ha habido para sacar material estos años?” Cuando Puntí responde: “Buuuuf, muchos, muchos. Ha habido momentos de ‘coitus interrumpus’ muy bestias”. El hombre ríe. Y Adrià ríe. No estoy loco'.

⎯Mmmh... ¿Perdone, usted trabaja con Adrià? ⎯me abalanzo tras cincuenta minutos de entrevista.
No, no... Adrià y yo somos... ⎯intenta contestar el susodicho, cuando Puntí interviene.
Amigos, somos amigos. Desde hace muchos años ⎯dice, cauto, Puntí.
⎯¿Y porqué está aquí? ⎯repregunto.
Él disfruta aquí ⎯añade Puntí.
Me gusta escuchar. Es difícil hoy en día sentarse a escuchar. Me gusta escuchar las entrevistas, las conversaciones ⎯Xavier, así se llama el tipo que ha acompañado la charla.

Xavier es uno de los muchos conocidos que han estado cerca de Puntí estos años de atosigo mediático. De conciertos a medio terminar, de entradas y salidas de la bipolaridad con la que convive el saltenc. Uno de los muchos que han sostenido la ciclotimia del cantante; puesta en relieve en documentales como el exhibido el pasado InEdit de la productora Elsabeth, "Puntí". Xavier no es un mánager, ni un agente, ni un promotor. Es un ángel de la guarda. "Han sido años con momentos traumáticos y oscuros. Si no tienes nada que enseñar… La gente se queja. Pero este aparente silencio ha sido una forma de reorientación artística y de formación", sostiene Puntí.

No sólo las disputas con las discográficas han frenado las publicaciones. Su entorno ha sido una de la claves para entender este parón, pero también para volver a ver a Puntí enfrentándose a sus fantasmas. El cantautor vive por 'obligación' en Salt (tras pasar por Barcelona y Madrid), cerca de los suyos, desde hace años. Cuida de sus padres. "El entorno es un poco oscuro ahora mismo... Pero son cuestiones de la vida, a todos nos pasa. Hay que tener pit i collons, ¡endavant les atxes! Las circunstancias me hacen estar donde más cómodo me pueda sentir y donde más favor haga. Ayudar me gusta. Compartir es una de las cosas más importantes, a pesar de que sea tildado como un anarco total. Para mí en estos momentos es primordial estar en casa".

El otro día en Girona, dónde presentó el disco, Puntí estuvo espléndido. Eufórico. Casi tres horas de concierto: "Tocaría hoy, tras las entrevistas. Tengo ganas de enseñar la historia, pasar grandes noches. Ha habido un resurgimiento".

“Que duri, que duri-duri, que duri-duri la ‘bona sort’”, pienso bajando las escaleras, como él cantaría.

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