La música y todo lo demás
Conciertos / Super Bock Super Rock

La música y todo lo demás

8 / 10
David Pérez Marín — 23-07-2015
Empresa — Super Bock Super Rock
Fecha — 18 julio, 2015
Sala — Parque de las Naciones de Lisboa
Fotografía — David Pérez Marín

Estaba empezando el mes de Julio y el verano comenzaba a coger velocidad. Veníamos del Blues Cazorla y de hacer escala en Granada para ver a Dylan, todo apuntaba a que habíamos tocado techo y que llegaba el momento de masticar de nuevo asfalto madrileño y saborear lo vivido. Pero no, de repente, Lisboa nos tendió la mano y nos invitó a la aventura. La 21 edición del Super Bock Super Rock nos esperaba, uno de los festivales más importantes y consolidados de Europa, enmarcado en una ciudad mágica que puede sorprenderte en cualquiera de sus plazas o calles adoquinadas.

 

Estación-de-Oriente

 

El avión pisa suelo y ya se respira música en el ambiente. Es jueves, cruzamos la majestuosa Estación de Oriente, ese esqueleto de ballena que imaginó Calatrava, y nos sumergimos en el Parque de las Naciones, un lugar perfecto para realizar un evento de esta magnitud, combinando escenarios al aire libre y en espacios cerrados, y todo enmarcado por ese río Tajo que busca ansioso el mar. Lo primero que escuchamos en el escenario Palco EDP es el rock garajero/psicodélico de King Gizzard & The Lizard Wizard, un chute de energía que nos marca el ritmo endiablado de la sobredosis de buena música que nos espera.
La felicidad se respira en el escenario principal (Palco Super Bock) con el folk/rock y bases bailables del dúo alemán Milky Chance, coronando cima con su single “Stolen Dance”. Y casi por sorpresa llegó el primer gran concierto del festival con The Vaccines, bombardeándonos con todos sus éxitos de punk/rock indie como “Handsome” o “If you wanna”, con un Justin Young en estado de gracia vaciándose en el escenario.

 

THE-VACCINES

Tras ver medio buen concierto del cuarteto de Gotemburgo Little Dragon, que lidiaron con un sonido irregular, comandado por una danzarina Yukimi Pagano con vestido imposible, volamos al escenario principal en busca de un oasis sonoro. Noel Gallagher's High Flying Birds dieron un concierto perfecto, y Noel demostró como casi sin esfuerzo aparente se puede llegar a tanta gente. Claro que, cuando uno, aparte de desgranar los temazos de su último “Chasing yesterday” (Sour Mash/Pias, 15) como“Riverman” o “In the heat of the moment”, juega cartas ganadoras como “Champagne supernova”, la eterna “Whatever” o el “Don’t look back in Angers” para cerrar, la partida sólo tiene un color antes de empezar. Pero, aún siendo una actuación impecable, fue demasiado correcta, le falto garra al ex líder de Oasis, más sudor, más pasión… Todo lo contrario a la actitud que tendría al día siguiente Damon Albarn, líder y rival de la otra gran banda británica coetánea a Oasis.

 

Noel-Gallagher's-high-flying-birds-1

Sting y su barba dieron la master class de la noche y casi del festival. Fue uno de esos conciertos en los que es imposible pedir más. Unos músicos más que experimentados que, destacando sobretodo el violín y el piano, acompañaron a una leyenda viva que viene de vuelta, que no se conforma con el pasado, y aunque no mira al futuro, quiere mucho más que el presente. En plena forma, con mejor voz que antaño (¡increíble!) y con un sonido que cualquier músico soñaría tener (su bajo fue protagonista en todo momento), comenzó la fiesta que nadie quería perderse (Blur casi llenaron, pero la que reventó el Palco Super Bock fue Florence, seguida, no muy de lejos, por Sting). Abrió con “If I ever lose my faith in you”, y el primer tema de Police llegó pronto, “Every little thing she does is magic” fue el elegido. Tras una gran intro de la banda, “Englishman in New York” y el público cantando a viva voz. Y salí del foso de fotógrafos cuando comenzaron los primeros acordes de “So Lonely”, así que corrí como sino hubiera mañana para recuperar posiciones y mitades imprescindibles, y saltar y cantar ese estribillo que aún no había tenido la suerte de escuchar en directo.

 

STING-2

No cesó la tormenta de temazos, y cayeron seguidos dos rayos, “Walking on the Moon”, más reggae que la original, y “Message in a bottle”, que cantó hasta el que no se la sabía.
Antes de los bises sonaron “De Do Do Do, De Da Da Da” y el clímax colectivo con una magistral “Roxanne” fusionada con “Ain't no Sunshine”. Y sino brilla el sol, Sting se encargaría de que ardiera la luna con “Desert roses”, y que soñáramos con la lluvia, con el fuego y nos diera igual que el tiempo se nos fuera de las manos… Se van, pero tarda poco en aparecer de nuevo Sting sobre el escenario, esta vez sin su bajo (ramificación de su brazos), con una guitarra acústica y un “Fragile” que hace que volvamos al hotel, tras endulzar la noche y consejos turísticos de última hora, con una sonrisa en la cara de las nunca llegan a borrarse del todo.
Estamos preparados para el segundo round, pero antes hay que recorrer Lisboa para encontrarnos y perdernos del todo. Entre plazas, callejuelas, fuentes con mil olores y ascensores para tocar la luna (Elevador de Santa Justa),  llegamos a una terraza escondida en unas escaleras y saboreamos la ciudad, bajo la atenta mirada de un árbol que desvela más de lo que esconde.
Y ya flotando, aparecemos frente a una de las voces del festival y del momento, Benjamín Clementine. En formato trío, tras su piano de cola, bajo su traje de chaqueta sin camisa y descalzo, tardó pocos segundos en dejar boquiabiertos a todos los presentes. “Adios”, “Condolence” o “Cornerstones” removieron los cimientos del Parque de las Naciones, y hasta el río Tajo, a unos metros del escenario (Palco EDP), abandonó por momentos su deseo de desembocar en el mar y quiso mezclarse con el sudor de Clementine, que a cada nota, traspiraba el espíritu de Nina Simone por cada poro de su piel.

 

The-Drums

 

La media de edad bajó en el escenario principal con The Drums, y aunque no estaba muy lleno, los incondicionales del grupo de Brooklyn dieron guerra y vibraron con las intensas interpretaciones y bailes de Jonathan Pierce. Abrieron con “Bell laboratories”, seguida de “I can’t pretend”, de su último disco “Enciclopedia” (Norman, 14), y tras ella el primer bombazo post- punk (con toques siempre indie pop), “Me and the Moon” de su primer disco, del que también sonaron las esperadísimas “Lets go surfin” y el “Down by the water” con el que cerraron.
Raro fue lo de programar tras The Drums a Jorge Palma & Sérgio Godinho, dos cantautores importantes de la música portuguesa, que aunque reunieron también a muchos seguidores y se les vio sueltos y con química sobre el escenario, parecían un  poco desubicados en el ambiente general del festival.
Cambiamos de nuevo de escenario y Bombay Bicycle Club volvieron a avivar la llama. Muchas de las caras que vimos en el escenario principal bailando y cantando horas antes con The Drums, acudieron en masa al Palco EDP (casi no se cabía) a presenciar la descarga de esta banda británica abanderada del indie rock más actual pero con un estilo muy marcado y personal. Superaron con creces las expectativas y firmaron, tras Benjamín Clementine y Blur, el mejor concierto de la jornada del viernes. “Overdone” fue la llave de un show sin altibajos donde repasaron todos sus hits. “Always like this” sonó tan explosiva en directo que por un momento parecía que había fuegos artificiales sobre nosotros, y “Carry me” puso el punto final de una gran actuación.

Llegamos para ver la última parte de los belgas Deus, rock experimental y experimentado. Muy queridos por estas tierras, respondieron con un directo potente y lleno de matices.
Pero el viernes tenía un nombre por encima de todos: Blur. Fueron los jefes totales de la jornada. Salió la banda con un Damon Albarn a la cabeza y super enchufado, a lo rock star. Con una sonrisa burlona y sin parar de saltar y correr por el escenario, lo primero que hizo fue echarnos agua a los fotógrafos, para luego arrancar con “Go out” y desatar la locura. No tardó ni 10 minutos en subirse a la valla y cantar entre el público. De su último disco también sonaron “Lonesome Street”, “Thought I was a Spaceman” y “Ong, Ong”. Pero los clásicos fueron los que nos despegaron del suelo y nos llevaron a un punto de no retorno, a las más de 17.000 personas que aproximadamente abarrotábamos el Palco Super Bock. “Beetlebum”, “Parklife” (en la que invitó a un fan a subir al escenario a cantar con él), o “Song 2”, canciones que han marcado a varias generaciones y que se mantienen igual de frescas y poderosas en directo. Antes de retirarse la banda para luego aparecer con los bises, dos más del “Parklife” del 94, “To the End” y “This is a Low”. Imprescindible como siempre Graham Coxon a la guitarra, y Dave Rowntree no sé como no partió la batería en algún momento.  Reaparecieron con 4 bises, una brutal “Stereotypes” que cantó Albarn a tumba abierta y todos con él, “Girl and boys”, “For tomorrow” y “The Universal”. Dieron hasta la última gota de energía, y Damon Albarn volvió a dejar claro, que en su reino, cuando el quiere, nadie le hace sombra.

 

BLUR-3

Era sábado, nos quedaba el último asalto y teníamos que aprovechar la ciudad, así que subimos callejeando al castillo de San Jorge, nos paramos en cada una de las pequeñas plazas, y desde las alturas, contemplamos los tejados y las fachadas de colores. Compramos una sardina de la suerte, degustamos bacalao, cruzamos el Arco da Rua Augusta y nos mojamos los pies en el Tajo mientras nos miraba celoso el Cristo Rei desde el fondo. Y hasta olvidamos el móvil, como no, en un bar. Pero lo recuperamos, porque esta ciudad aparte de ser una de las más bonitas de Europa, nos ha demostrado que está llena de buena gente. Eso sí, a los taxista les encanta la Formula 1.

Tajo-y-Cristo-Rei-(al-fondo)
Volvimos a por más música y el brasileño Rodrigo Amarante, en un concierto intimista pero lleno de vida, nos presentó su elegante “Cavalo" (Mais Um Discos/Music As Usual, 14). Y poco después Crystal Fighters repartieron amor y mucha, mucha fiesta. Aunque fue un concierto bastante corto, subieron las temperaturas como nadie, con temas como “Solar System”, “Follow”, “Love is all I got”, “I love London” o el “Xtatic Truth” final. Nos dejaron con ganas de más, pero Franz Ferdinad y Sparks nos harían olvidarnos de todo, firmando uno de los conciertos más potentes del festival. De primera parecía una mezcla demasiado arriesgada, eso de juntar a los hermanos Ron y Russell Mael con su glam rock operístico y raíces new wave, con el rock anfetamínico de Franz Ferdinand, pero si ya en estudio funciona, en directo la fusión es mágica y sorprendente. Temas como “Call Girl” o “So Desu Ne” sonaron como pura dinamita. Bailaron, hicieron alguna que otra coreografía y a veces hasta parecía que estuviéramos en un musical. Hasta dio tiempo para un “Take me out” atronador. Cuando terminó Franz Ferdinand y Sparks y el público aplaudió, fue el momento del festival en el que más se alumbraron las gradas. Gracias a las marcas asociadas con el festival, regalaron unas pulseras que se iluminaban al ritmo de las palmadas. Justo para el concierto de Florence + The Machine el Palco Super Bock estaba en su máximo aforo, 20.000 personas.

 

FLORENCE

Sale la banda al escenario, y cuando aparece Florence Welch, la ovación es infinita. Es una diva que se mueve en el escenario como pez en el agua, o más bien como una ardilla voladora. “What the water gave me” seguida de “Ship to Wreck”, y Florence corre, danza y hace mil giros sobre si misma. Una voz desgarradora que puede derrumbar cualquier muro o crear cualquier espacio.”Shake it out”, “Rabbit Heart (Raise It Up)” y “Cosmic Love” son ya himnos que crecen cada vez que ella los canta. Tras el “Sweet Nothing” de Calvin Harris nos sorprende con un fragmento del “People have the power” de Patti Smith que todos cantan. En la primera fila hay una chica que tiene una cartulina en la que le pide un abrazo a Florence, esta lo ve y se acerca a ella, le dice a un miembro de seguridad que coja a la chica que está tras la valla para poder darle un abrazo, y eso hace. Sigue la apoteosis con “You've Got the Love” y un “Dog days are over” con el que se retira del escenario en sujetador. Vuelve con “Third eye” y finaliza con un “Kiss with a fist” que nos deja totalmente exhaustos, en el que se baja del escenario y corre descalza por el pasillo central, donde le regalan una bandera de Portugal que agita mientras canta y sigue volando. Broche de oro para este viaje que marca el inicio de tanta cosas… ¡Ya echamos de menos una Super Bock fresquita! Muito obrigado, Lisboa, hasta pronto.

Lisboa

 

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