Un pedazo de historia
Entrevistas / Sex Museum

Un pedazo de historia

Enrique Peñas — 19-07-2000
Fotografía — Archivo

CATORCE AÑOS EN LA CRESTA DE LA OLA, Y TODAVÍA TIENEN COSAS QUE DECIR. SEX MUSEUM ROMPEN SU PROLONGADO SILENCIO DISCOGRÁFICO DE CUATRO AÑOS, Y LO HACEN DESDE ESA AUREOLA DE GRUPO DE CULTO QUE LLEVAN TODOS AQUELLOS CUYAS VENTAS NO SE CORRESPONDEN AL RECONOCIMIENTO QUE MERECEN. EN CONTINUA EVOLUCIÓN, “SONIC” (LOCOMOTIVE, 00) NOS DEVUELVE A LOS MADRILEÑOS A BORDO DE UN ARTEFACTO HARD ROCK INÉDITO EN SU DILATADA CARRERA. LO ESTÁBAMOS ESPERANDO.

Poco o nada tienen que justificar Sex Museum a estas alturas. Ya pueden vestirse de romanos, e incluso hacer música de romanos, que todavía eso merecería un respeto. Porque sí, y porque son un pedazo muy importante en la historia del rock español. Pero cuando menos, sí deben ofrecer una explicación de un silencio discográfico –cuatro años- que se nos antoja demasiado prolongado. Miguel Pardo (voz) y Marta Ruiz (Hammond, programaciones) son quienes responden. (Miguel) “Lo primero es que después de la gira de “Sum” necesitábamos un descanso, porque llevábamos seis años sin parar. Y para preparar un nuevo disco necesitábamos tiempo, y replantearnos un poco las cosas, porque estábamos entrando en la peligrosa dinámica de hacer las cosas muy seguidas, de manera muy rutinaria; entonces podía pasar que un disco fuera igual que el anterior, y eso es lo que nunca puede ocurrir en Sex Museum” (Marta) “Sí, porque al final éramos un poco prisioneros de nuestros propios defectos y virtudes, casi una caricatura de nosotros mismos, y necesitábamos parar para retomarlo bien, para llegar a la esencia, que siempre hemos tenido claro cuál es”. Y para hacerlo han recurrido a la electrónica; precisamente ellos, abanderados del rock‘n’roll, predicadores del hammond, teloneros de Deep Purple (en el 94), amantes de los Dictators o de los Yardbirds. (Marta) “Sí es curioso, pero en realidad no es un cambio tan grande, porque es algo que me incumbe a mi, y lo hago con la mentalidad con la que lo hemos hecho siempre. No es lo mismo que si viene alguien de fuera, sino que ha partido de nosotros, y todos los sonidos que provienen de la máquina se ajustan a lo que queríamos: cosas fuertes, oscuras, rítmicas”. En cualquier caso, que nadie tema por el futuro del hammond, porque eso es algo definitivamente innegociable, y sino escucha “Can’t Stick Around”. “Es que no se trataba de meter un instrumento para quitar otro, sino de enriquecer nuestra música”. Lo consiguen a medias, y en realidad creo que el resultado hubiera sido muy parecido aun sin el concurso de “la máquina”. Eso sí, con electrónica o sin ella, “Sonic” –su octavo disco- es sin duda el más duro de toda su carrera; puede que stoner rock, puede que space rock (“yo no voy a poner etiquetas a nuestra música” dice Marta), seguro que un hard rock contundente que les emparienta por primera vez con bandas como Monster Magnet o Queens Of The Stone Age; contundente, monolítico y lineal, porque este también es el álbum de Sex Museum menos ecléctico, más definido. Y eso es algo que significa dejar de lado toda su faceta punk (“We Can Move” todavía guarda algo de esto), beat, garajera; tiempos pasados, memorables en “Sparks” (94), que han considerado superados, emprendiendo la renovación por la vía de un aplastante sonido de guitarras y con una psicodelia muy setentera.

(Miguel) “Tampoco es tan distinto a lo de antes, porque siempre hemos estado en un punto peligroso: durante mucho tiempo nos han dicho que éramos heavies, o que hacíamos mucho ruido, y ahora seguimos en esa tierra peligrosa, pero más personal aún”. Tierra de nadie en la que quizá encuentren difícil acomodo sus viejos fans mods y punk. (Marta) “Bueno, escuchando el disco puede que sea el menos punk, pero en directo no. Lo que pasa ahora no es que nos hayamos radicalizado, sino que nos hemos tenido que decantar, porque siempre hemos tenido varios estilos dentro de Sex Museum. Y “Sonic”, seguramente por la producción –de nuevo a cargo de Fernando Pardo (guitarras en el grupo), ndr.-, sea el más duro, y en ese sentido es algo premeditado, porque queríamos aprovechar la fuerza que nos ofrecía la máquina”. Un giro a la electrónica que no se consuma, ni mucho menos, en “Sonic”, al menos no en la medida que presagiaba su aparición en Festimad 99 como Sex Museum 2000. Marta confirma que en los dos años que han estado preparando este nuevo disco han tenido “numerosas disputas sobre la manera de integrar la electrónica, porque podía haber quedado más industrial, más ecléctico, pero en definitiva nos gusta así de contundente. Somos unos Sex Museum diferentes, pero igual que siempre, porque cada disco corresponde a una época distinta. De todas formas, en directo va a ser muy sorprendente, con muchos contrastes, pero igual de duros, porque siempre hemos sido agresivos, con un cierto componente violento, brutal”. Un directo sin tacha que les ha llevado por buena parte de Europa, donde tienen un reconocimiento quizá mayor que en España, y a donde volverán el próximo verano, recorriendo Alemania, Austria, Suiza, Holanda, Inglaterra y -por primera vez- Suecia, “donde el disco está siendo muy bien recibido”. Conciertos que se prolongan desde hace casi quince años, lo que implica un cambio en el público paralelo al devenir del grupo. (Miguel) “Sí, la verdad es que el público ha cambiado bastante, porque la gente que cuando empezamos tenía quince años, ahora tiene treinta, y la gente que compra discos y va a los conciertos no suele superar los treinta”. (Marta) “En ese sentido, yo creo que son más los que se incorporan que los que siguen, porque siempre hemos tenido la impresión de que si en un concierto hay cuatrocientas personas, doscientas lo disfrutan a tope, que son los fans de siempre, y los otros doscientos se quedan flipados, y esos son los que luego repiten”.

Casi quince años, como decían, en los que también se han ido ramificando en proyectos paralelos a Sex Museum: el punk de antaño lo encontrarán quienes lo busquen en los Wonderboys de Fernando Pardo, Pablo Rodas (bajo) llevaba también el grupo de rock’n’blues Tea, y Marta ha hecho sus pinitos con la electrónica bajo el nombre de Electrolux, algo en lo que todavía sigue –además de colaboraciones con otros grupos como Sindicato Del Crimen-, y de donde ha salido esta pequeña incursión en la electrónica de Sex Museum. (Marta) “Es algo que me enriquece interiormente, y en donde encuentro cosas que luego se pueden aplicar aquí. Es algo que empecé a descubrir en la época del “Sum”; Raúl (Supercinexcene) y yo nos compramos la máquina a medias, y luego cada uno tiró por su lado. Yo estaba muy cerrada al órgano hammond, pero veía que había huecos en los que necesitábamos respirar más, y que se podían llenar de otra forma. En cierto sentido, es mirar las canciones de un modo un poco más cerebral”. Algo que también se nota en el estudio, “porque son las máquinas lo primero que hemos grabado. Es el esqueleto de las canciones”. Temas contundentes los de este “Sonic”, pero que en ningún caso llegan al nivel de “The Fabalous & Furry Sex Museum” (92), “Sparks” o el semidesconocido “Sum” (95). Canciones que se quedan atrapadas en un sonido espléndido, pero que necesitaban urgentemente más vitalidad; una producción uniforme que deja el disco sin matices, un bloque de difícil acceso que sí tumba en “PVC” o “Flyin’ High”, pero que en general se queda lejos de lo que podíamos esperar de Sex Museum. Ellos insisten en que se trata únicamente del “primer paso, y en adelante va a haber una evolución que no es la misma que ha habido hasta este disco, pero sí a otro lado”. Una línea hard rock progresiva que nunca ha sido del agrado de quienes veían en ellos un grupo punk o recuerdos del beat, y que ni siquiera ellos habrían compartido hace quince años. (Marta) “Sí, comparado con lo radicales que éramos entonces, ahora nos gusta de todo, desde Fu Manchu a Beck o Asian Dub Foundation”. Tiempos aquéllo

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