La octava edición del BBK Bilbao Music Legends Fest daba comienzo con los guitarrazos blues rockeros de la americana Samantha Fish, quien inauguró el día versionando a su forma el inmortal y siempre oportuno —más aún si se trata de calentar motores— “Kick Out the Jams” de MC5. De forma inmediata nos vimos inmersos en su música a través de “Paper Doll”, el tema homónimo de su más reciente álbum, en el que se centró durante la mayor parte de su pase, con canciones como “I’m Done Runnin’”, “Can Ya Handle The Heat” o “Don’t Say It”, de la que se evidenció que la artista bebe tanto de Jimmy Page guitarrísticamente como de Aretha Franklin o incluso Janis Joplin en cuanto al uso de su voz. La versión que se marcó del “I Put a Spell on You” de Screamin’ Jay Hawkins hizo que se metiera pronto al público en el bolsillo, pues demostró tener un afinadísimo control sobre su voz y sobre las seis cuerdas —y sobre la intensidad de estas— del que pocos artistas pueden presumir. Su efectivo uso de la slide y la irresistible “Black Wind” con la que se despidió terminaron por redondear un gran show de entrada.
En la zona exterior comenzaba su descarga el grupo Colajets, quinteto de la margen izquierda que a base de rock urbano con toques de punk cumplió con su público. “Días de gloria”, “Nada que perder” o “El jugador” fueron algunas de sus cartas, y conectaron más directamente con el público general a través de la adaptación que hicieron del “Psycho Killer” de Talking Heads, llevándolo a terrenos más relacionados con el punk.
La estadounidense Lita Ford, guitarrista otrora de The Runaways, salió en el formato más habitual para este tipo de música, en cuarteto. Que lo suyo es el hard rock con toques de heavy quedó claro desde la inicial y atrayente “Gotta Let Go”, y a partir de ahí hubo poses de triple mástil al aire al estilo de todas esas bandas que tenemos en mente (Kiss, ZZ Top, Status Quo), acompañadas de himnos ochenteros y noventeros del estilo como “Playing With Fire”, “Can’t Catch Me” o la más actual y también excitante “Relentless”. Hizo parada obligatoria en el hit de las Runaways con “Cherry Bomb”, que suscitó puños al aire, se lanzaron con éxito a versionar “The Bitch Is Back” de Elton John y “Only Women Bleed” de Alice Cooper, metieron un solo de batería demasiado largo — ¿acaso no lo son todos?— y cerró con sus dos éxitos más conocidos, “Close My Eyes Forever”, que escribió y grabó de borrachera con Ozzy Osbourne y que aquí fue el guitarrista de Ford quien hizo las partes de este, y “Kiss Me Deadly”, que trajo a la mente los años ochenta de cabellos más cardados. Una forma adecuada de despedirse.
Lita Ford
Sonic Trash ya estaban arrancando en el Voodoo Child Bar con “Hey chica”, de su álbum de debut de hace más de una década, y la experiencia adquirida durante todos estos años y la química entre músicos quedó patente durante los cuarenta y cinco minutos que tuvieron para mostrar su música a muchos que sólo conocían a los cabezas de cartel, así como para reencontrarse con sus fans de siempre. Moló que tocaran “Gure Nights”, canción dedicada a la taberna bilbaina Gure Txoko y con aires vocales a lo Mark Lanegan, así como escuchar pelotazos del calibre de “Bilbao (Speed City)” o “Acelerado”.
Había buena parte de las gradas inhabilitadas, y aún con esas el momento de mayor cantidad de público durante la jornada fue con Blue Oyster Cult, que no llegó a estar cerca de completar el aforo. Los que estuvimos allí pudimos disfrutarlo, eso es seguro. “The Red & The Black”, que también inauguraba la obra maestra “Tyranny And Mutation”, fue la idónea carta de presentación para quien no los hubiera visto aún en directo —en mi caso esta era la tercera, la primera vez pude verlos aún con Allen Lanier en sus filas—, con los característicos coros de “It’s alright” que propiciaron que el público entrase en harina, al principio tímidamente, hay que añadir. Siguieron complaciendo a fans de siempre con el tema de apertura de su debut, “Transmaniacon MC”, “Before A Kiss A Redcap” o “Golden Age Of Leather”, entrelazándolas con algunas de sus canciones más comerciales: el hard rock homologado de “Harvest Moon” o de la celebrada “Burnin’ for You”, que puso a varios grupitos a saltar como si estuvieran en un concierto de Asia. En esa onda para todos los públicos y aún disfrutable sonó también una de las más recientes, “Tainted Blood”, entonada por Richie Castellano, que así a lo tonto lleva más de veinte años en el grupo y que la noche del viernes también hizo la voz principal del clásico rockanrollero “Hot Rails to Hell”, que en su día escribió y cantaba el bajista original Joe Bouchard. Antes de los clásicos esperados por todos se agradece que desempolvaran cosas más oscuras como “ME 262” o la maravillosa “Cagey Cretins”, de la que en esta ocasión la voz principal quedó en manos de Buck Dharma, demostrando que no sólo sabe cantar melódico y pop, y que tiene la capacidad de sonar duro, como fue el caso. Se lanzaron sobre alguna que otra improvisación para divertirse, entre las que destacaría el orgiástico y extenso punteo en la parte central de “Then Came the Last Days of May”, con las esperadas y enormes “Godzilla” y “Don’t Fear the Reaper” como ineludible remate. Sí tocaron un bis, que fue la no menos necesaria “Cities on Flame With Rock n Roll” cantada con pasión por un Eric Bloom al que acompañaban las escasas aunque convencidas voces del público. Un gran show de un grupo que, tras más de medio siglo llevándolo a cabo, conoce bien su oficio.
Blue Oyster Cult
La chavalería bilbaina de Head Holes se lo monta bien. Traen nuevas y reforzadas esperanzas para el rock n roll, y el espectro de su música es más ancho de lo que a priori podría pensarse. Temas certeros y directos como “Hide!” chocan con cosas melódicas e interesantes como “Over and Over” y con escupitajos punk, prácticamente hardcore, como “Hikikomori” o “Stuck”, mientras que sonidos como los de “Nightclub” los lleva en otra dirección más bailable. El cantante llevaba un traje un poco al estilo de The Who en 1965, y cerraron con uno de sus grandes temas, que evidencian también su querencia por el punk noventero, “Paul (The alien I maintained interesting conversations with while i was high as a kite)”.
Los madrileños Sex Museum llevan en la música desde que eran unos críos, hace ahora cuarenta años, cuando le daban al rock de garage y a la psicodelia, muy influenciados por los años sesenta. Aún queda rastro de esos intereses en temas que interpretaron el viernes como “You”, entre otras. Abrieron con algo de su más reciente álbum, “Musseexum”, del 2018, la efectiva “Breaking the Robot” y ya en medio de esta introdujeron un pasaje psicodélico, como ocurrió en varios tramos del concierto. De las más recientes incluyeron “Microdosis” junto a clásicos suyos, ya más influidos por el hard rock, como la necesaria “Two Sisters” o “Red Ones”, esta hacia derroteros más stoner. Interpretaron su hit melódico “I Enjoy the Forbidden” y hasta versionaron a Beastie Boys con el fiestero “(You Gotta) Fight for Your Right (To Party!)”, cantada sobre el riff de “Smoke on the Water”, fusión que animó al escaso pero entregado público del recinto. Para los que lo vivimos mereció la pena, y la banda estuvo pletórica, pero quedó cierta sensación de que se hubiera disfrutado aún más de haberlo compartido con más amantes de la música. Este y el resto de conciertos. Next year, we’ll see.
Jon Bilbao
La típica tarde lluviosa bilbaína acogió en primera instancia al bluesman Eric Bibb. El músico afroamericano (Nueva York. 1951) que, al igual que Elliot Murphy, vive hace décadas en el continente europeo, ejecutó un set orientado -principalmente- al blues clásico elegante (“With my Maker I Am One” y “The Happiest Man in the World” fueron claros ejemplos), navegando también por los pantanos del blues-rock hippie (“Dance to the End of Love”) acompañándose de la sutil voz de su propio cónyuge, la sueca Ulrika Bibb, o caminando por los senderos del blues cálido contemporáneo (“Along the Way”) por los que llevan transitando largo tiempo Corey Harris o Taj Mahal.
Eric Bibb
Tras el buen regusto otorgado por el gringo, nos trasladamos al exterior para observar a la joven banda nacida hace tres años en la capital sagrada de Euskal Herria, Ziraun. Practicando un rock melódico cantado en “lingua navarrorum” por su frontwoman, Jaione Auzmendi, los de Gernika completaron un potentado mini show.
Barrunto que ni el más optimista esperaba el imponente recital que nos regaló la legendaria banda de Lapurdi, Errobi. El comienzo apabullante (¡qué guitarras, mon Dieu! ¡Qué guitarras!) con “Gure Lekukotasuna” y “Kanpo” (¡menos rockera que en los setenta!) y un sonido estratosférico ya daban pistas del palmario éxito a posteriori. Acto seguido, “Nagusiaren Nigarrak” atemperó la tormenta eléctrica con sus sublimes ecos a los Soft Machine de Kevin Ayers, para volver a encarar el Everest con la sección rítmica loando a Cream en la majestuosa “Aitarik Ez Dut” y en la arrebatadora “Andere”. Las pinceladas de “verbena”, el pequeño debe en las bandas del prog. y el folk psicodélico basko (Itziar, Lisker, Enbor, primeros Itoiz, Magdalena, Haizea, Sakre, etc.) no aparecieron en su hit bailón “Rock eta Rollin’”, pues lo llevaron a los negociados del rock de estadio de Springsteen o Dire Straits. La coda final “Agur T’erdi”, con guiños a los Crazy Horse del medio indio canadiense, puso la guinda en la suprema bacanal. Es de justicia ya que Itoiz y Errobi giren por los siete estadios baskos y el Nou Camp.
De nuevo, en los aledaños externos del pabellón, pudimos disfrutar de la super banda santutxuarra de soul-funk, The Cherry Boppers meet Patricia Reckless. Como es habitual, los nueve musicazos generaron, raudos y sagaces, un groove envolvente que culminó con la apuesta Patricia interpretando el “I Want to Take you Higher” en homenaje al recientemente fallecido, el maravilloso Sly Stone.
El cabeza de cartel, Alan Parsons (foto principal), ingeniero de sonido en grabaciones históricas de The Beatles, Wings o Pink Floyd, disfrutó de un excelso sonido para acompañar un show con claras reminiscencias al rock sinfónico comercial y el pop-fm atmosférico. El anglosajón, que ejerció sentado durante todo el concierto, vino acompañado de siete duchos escuderos, pero se echo mucho de menos la voz del finado Eric Woolfson. El show alcanzó la calificación de notable gracias a la brillante ejecución de sus temas sitos en su decenia de prestigio (1975-1985): los sugerentes medios tiempos tales como “Eye in the Sky”, “Don´t Answer me” y “Day After Day”; el rock rimbombante y sedoso de “Time” y “Old & Wise”; y el rock progresivo comercial de “Psychobabble”, “Games People Play” y “Prime Time” (donde el teclista realizó un pequeño guiño tocando varios acordes del “Txoria Txori” del enorme Mikel Laboa).
Tras tanta intensidad, retornamos al aire libre para degustar a Los Retros, banda conformada por reputados músicos locales que, sabiéndose de memoria la historia del hard-rock, southern-rock y classic-rock, proyectaron un magnífico ejercicio de estilo (no se entienda el término en tono peyorativo), suculentamente aderezado por el teclado del Allnighter(s) Iñigo Ortiz de Zarate.
Dead Daisies
La traca final estalló con el super grupo The Dead Daisies. Conformada por exmiembros de Black Sabbath, Whitesnake, Kiss, Dio o Mötley Crüe, la banda hardrockera extirpó todo el edulcorante de sus grupos nodriza para pasar a practicar un rock duro macarra. Destacaron en la “escandinava” “Ligth ‘Em Up”, en la anti Trump “México” y en una tonada con cierto plagio del “Blue Monday” de New Order. Ahora bien, las cimas llegaron con los covers mega rockerizados del “Fortunate Son” de la Creedence y el mayestático “Helter Skelter” de The Beatles (aliñada esta con lágrimas del “Dazed & Confused” de los Zepp). Sorprendentes.
Sobresalientes las raves eléctricas e hipnóticas de Sex Museum y Errobi.
Aitor Bakaikoa
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