Rebelde con causa
Entrevistas / Bright Eyes

Rebelde con causa

Xavi Sánchez Pons — 04-05-2007
Fotografía — Archivo

Es el artista sin adulterar más auténtico de todo el indie rock norteamericano, y con tan sólo veintisiete años está a punto de convertirse en un clásico. Conor Oberst sigue completando plenos al quince con “Cassadaga” (Universal), un disco que pone del revés a los Estados Unidos, al mundo, y al propio cantante, a base de grandes canciones y textos para el recuerdo. Gigante es poco.

“No creo que sea country alternativo, es similar pero no lo es”, responde Conor Oberst (con la voz algo ronca y cansada) al otro lado de la línea telefónica cuando le comento que su nuevo disco me parece el más clásico y country de toda su carrera. “Grabamos un montón de canciones y probamos diferentes estilos, y luego me quedé con las favoritas. Creo que hay elementos de lo que dices, pero no es un álbum totalmente de country y de música de raíces”. Quizás no le falte razón al de Omaha, pero “Cassadaga” huele a clasicismo por los cuatro costados; ese mismo clasicismo con un nuevo barniz que sigue la tradición de los grandes de la música norteamericana (Bob Dylan, Gram Parsons, Townes Van Zandt, Neil Young, The Byrds …), y que se refugia en figuras como las de Will Oldham, Chan Marshall, M. Ward, Will Johnson y el propio Oberst para seguir con vida.

"Es algo natural, siempre he estado interesado en la política, he pensado en ella…"

Es un hecho, de forma consciente o inconsciente, el líder de Bright Eyes se ha convertido en una de las voces más personales a la hora de continuar una herencia que necesita de aire fresco para seguir evolucionando. En “I’m Wide Awake, It’s Morning”, el disco que junto a “Digital Ash In A Digital Urn” le abrió las puertas a la fama, ese giro roots saltaba a la vista. No era casualidad el concurso de Emmylou Harris en tres de las canciones más destacadas del primero. Siguiendo ese camino llegamos a “Cassadaga”, el álbum más ambicioso de su carrera y el primero para una multinacional. Un disco que toma el nombre de un campamento espiritual de Florida con más de cien años de historia. “He estado ahí un par de veces. Un amigo me habló de ello hará un par de años y me interesó mucho el tema. Siempre me ha interesado lo espiritual. Entender cuál es tu lugar en el mundo y esas cosas… Ese centro es casi como una ciudad, hay un montón de gente y la mayoría son médiums y psíquicos. Así que tras un tiempo pensando en ir, al final me decidí… El disco no es un trabajo conceptual sobre mi estancia allí, sino más bien un reflejo de lo que sentí los días que estuve, que fue una especie de sensación de paz interior. Es un lugar precioso. Creo que si te interesan estos temas puedes plantearte el hecho de ir, ¿por qué no?”.

"Me siento viejo estos días, me duele la espalda. Lo peor son las resacas"

No se asusten. Su estancia en el campo espiritual no ha cambiado en nuestro héroe absolutamente nada. Si acaso ha salido más reforzado y tozudo en la idea de seguir con la suya. ¿Y cuál es su cruzada? Pues aparte de continuar psicoanalizándose en sus canciones (los momentos confesionales de “Cassadaga” siguen doliendo como siempre), Oberst no cesa en el empeño de coger una guitarra y enumerar todas la cosas de este mundo que no le gustan. Lo mejor de todo es que lo sigue haciendo de una forma natural y nada impostada, cero pretenciosa y muy cercana. No se puede pedir más. Sigue en sus trece desde que un buen día decidió que la política también era asunto suyo (de hecho siempre lo había sido, pero tardó en verbalizarlo). Todo el mundo se dio cuenta de ese compromiso cuando después de participar en 2004 en la campaña “Vote For Change” junto a Bruce Springsteen y R.E.M. para echar a Bush de la presidencia norteamericana, se le ocurrió salir en el show de Jay Leno interpretando la reveladora "When The President Talks To God". El niño apocado y aparentemente inofensivo se había hecho mayor. “Es algo natural, siempre he estado interesado en la política, he pensado en ella… Además, siempre he escrito todo lo que me ha pasado por la cabeza. Diría que la primera vez que pensé en escribir de forma concreta sobre política fue durante las elecciones de 2000. Estaba en Europa de gira y no podía parar de pensar que era muy extraño que las elecciones se hubieran acabado y aún no tuviéramos un presidente. Y veía a Bush en sus primeras apariciones televisivas y pensaba lo raro que era que un hombre sin apenas educación fuera presidente de los Estados Unidos. Luego vino lo del 11-S, dos guerras, Irak, Afganistán…”. Por cierto, ¿no crees que ahora está de moda apuntar contra Bush? Hoy por hoy parece que todos los grupos estadounidenses que vienen a tocar a Europa están obligados a cagarse en él. “Creo que ahora es popular hacerlo. Pero hace tres o cuatro años no lo era. La gente en los Estados Unidos hace poco que se ha dado cuenta de todo el mal que ha hecho la administración Bush. Todas las pérdidas humanas, la destrucción causada por la guerra… Luego, fijándonos en los problemas domésticos, se ha descuidado la enseñanza, la sanidad, hay mucha pobreza… La gente se empieza a levantar contra todo eso. También creo que ahora está de moda esa postura. Y es algo que en el fondo me gusta, porque mires por donde lo mires es bueno”. Otras de las preocupaciones que rondan por la cabeza de Oberst en “Cassadaga” es el hecho de hacerse mayor y lo que ello conlleva: la pérdida de la inocencia. Algunas canciones del disco hacen referencia al tema (“Soul Singer In A Session Band”, “Make A Plan To Love Me”). El artista que mejor ha sabido plasmar en canciones la angustia post-adolescente, se acerca a la treintena. ¿Sufre vértigos? (Oberst bromea) “Me siento viejo estos días, me duele la espalda. Lo peor son las resacas. Creo que es algo normal hacerse mayor, es parte de la vida, las cosas cambian”. Vale, está claro que no. Y no es extraño. El líder de Bright Eyes lleva desde los trece años en esto de la música, y dado el carácter extremadamente confesional de su obra, todos le hemos visto crecer, sufrir, equivocarse o enamorarse a través de sus canciones. De alguna forma ese carácter precoz y ese exhibicionismo emocional (que le han convertido en todo un referente entre los adolescentes más sensibles y torturados del planeta), han marcado su carrera, y le han transformado en un artista único. Un artista que huye de lo artificial y se concentra en lo verdadero. Vamos, un artista en vías de extinción. “No creo que eso me haga diferente. Hay un montón de mis primeras canciones que ya no escucho, y casi toda la música que he hecho ha sido editada y está disponible para cualquier persona. Creo que ha sido al mismo tiempo una bendición y una maldición el hecho de que haya ido creciendo a la vez que la gente escuchaba mis canciones, es algo que iba solo… Por un lado tengo un montón de experiencia y por otro a veces me avergüenzo de mi propia música. Eso sí, no me arrepiento de nada, estoy orgulloso de que saliera así. Es extraño. Pero es mi vida, sabes…”. Esa verdad que transmite Oberst en sus canciones ha hecho que nunca se mordiera la lengua. No hay tabúes para Bright Eyes. ¿Un ejemplo? Las drogas. En “If The Brakeman Turns My Way”, uno de los cortes más demoledores de “Cassadaga”, entra a fondo en el tema. “No los tengo supongo (risas). Estoy de acuerdo con todo siempre y cuando eso no se convierta en el centro de tu vida. Creo que ese es el problema de las drogas, de las drogas duras, que pueden llevarse tu vida por delante y dejar de ser divertidas. No quiero ser definido por las cosas que no haré, y espero no dejar de hacer nunca todo lo que me apetece, pero siempre es difícil encontrar un equilibrio. Creo que hagas lo hagas, está bien si lo haces de alguna manera sana…”. Buen consejo para acercarnos al final de esta entrevista. Una charla en la que acabamos hablando de discos de la vida. Conor Oberst seguro que tiene unos cuantos (como todos) y le pido que me diga tres de ellos, tres que le hayan acompañado estos últimos años de éxitos. “’Our Mother The Mountain’ de Townes Van Zandt, porque es maravilloso, el ‘G.P.’ de

Un comentario
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