Momento ideal para hacer balance de una carrera que se acerca a las tres décadas -Oberst empezó en esto siendo un adolescente-, en la que ha destilado lo mejor de la rica tradición norteamericana, con el aliciente de su personalidad. Del desaliño encantador al clasicismo no acartonado, siempre con carácter. El de Nebraska tiene un último disco muy potable, “Five Dice, All Threes” que defenderá con sus compinches habituales junto a clásicos de su amplio repertorio. Oberst hace tiempo que dejó el lado salvaje, y se muestra encantador en una conversación deliciosa de arriba a abajo. Es el espíritu afable pero sin tonterías del Midwest.
Vuelves a España después de una eternidad. Si no me equivoco, la última vez fue en 2011. Pandemia aparte, ¿hay alguna razón?
Sí, no me acuerdo de cuándo fue la última vez, pero fue hace mucho tiempo. Creo que, como pasa con todo, los agentes de booking y demás tratan de conseguir dinero suficiente para ir a los sitios. Y por desgracia, con nuestro grupo parece que no se puede ir tanto al sur de Europa como a Alemania, Reino Unido, Escandinavia y todo eso. Esos lugares son geniales, pero hemos estado allí mucho más que en España. Italia y Portugal.
El caso es que actuaréis en salas y también en un festival enorme como es Mad Cool. ¿Afrontas este tipo de conciertos de forma distinta?
Sí. Es una cosa completamente distinta, porque en un festival te ve mucha gente que no está familiarizada con tu música, o lo está a un nivel superficial. Y hay que hacer un set un poco más inmediato para atrapar su atención. En una sala tienes cerca de dos horas para desarrollar una actuación completa, mientras que en los festivales tienes un tiempo limitado. Hay que tocar alto y con más inmediatez. Porque además tienes otros escenarios contiguos haciendo ruido, claro.
“Nunca ha habido una buena época para el músico de clase trabajadora”
Así que vuelves a Europa y Reino Unido en el contexto de una gran gira. ¿Qué esperas de ella y qué podemos esperar nosotros como público?
Mola, porque Bright Eyes es una banda: yo, Mike Mogis y Nate Walcott somos los miembros principales. Y luego siempre tenemos otros músicos. A veces somos catorce, y otras la banda es mucho más pequeña. Pero este año acabamos una gira americana siendo seis. Y nos sabemos más canciones, porque con los años hemos acumulado muchísimas. Es genial porque podemos cambiar el repertorio y hacer cosas distintas, lo cual mola mucho. Hemos mantenido está banda todo el año, vamos a tocar a Europa, y a finales de año vamos a ir a Asia. Está guay que nos sepamos cincuenta canciones en lugar de veinte. Es divertido. Y con suerte el público apreciará la diferencia.
¿Podéis cambiar el set list sobre la marcha?
Sí. Como nos sabemos las canciones, podemos. Muchas acaban siendo del nuevo disco y otras tantas de “I’m Wide Awake, It’s Morning”, que es probablemente del disco que la gente conoce más. Tocamos muchas de esas canciones. Pero tenemos muchos discos. Voy hacer una entrevista luego sobre “Fevers And Mirrors” que cumple veinticinco años este mes. Ha sido un viaje largo.
Hablabas de que hace unos meses completasteis una gira enorme por Norteamérica, y también estuvisteis en Europa. ¿Cómo fue?
Estupendo. Creo que el grupo está muy compacto, que en este punto es una máquina bien engrasada. El público parece feliz. Por desgracia en Europa no podremos hacerlo, pero hemos empezado una organización bajo el nombre de Poison Oak Project, que aboga por los derechos trans. En cada ciudad hacíamos un concurso y conocíamos a los ganadores. Esa interacción estaba muy bien, porque nos permitía conectar cara a cara, era como una muestra del público. Aquí vivimos momentos oscuros, y nuestro lema es que tenemos que encender todas las velas que podamos, para llevar un poquito de luz y amor allá donde vamos.
Es una buena filosofía. Te vi en Madrid hace muchísimo tiempo, en una sala que ya no existe (Arena). Creo que fue en 2001, y tocasteis con otro grupo. ¿Puede que fueran Arab Strap?
Tiene todo el sentido porque hicimos una gira con ellos. Eso fue hace mucho tiempo, no me acuerdo mucho… Pero tengo buenos recuerdos de España. Me acuerdo de que acabamos una gira con nuestros amigos The Faint, que eran parte de la banda. Tuvo que ser en 2005, cerramos la gira en Barcelona, y fue una bonita manera de acabar.
Empezaste muy joven en esto, eras un adolescente. ¿Cómo ha evolucionado para ti la experiencia de tocar?
Tengo la impresión de que mi vida entera ha sido básicamente tocar música. Empecé a sacar cosas cuando tenía trece años, y ahora tengo cuarenta y cinco. Tengo mucha suerte de poder haber ido a tantos sitios del mundo a interpretar mis canciones. Ahora, habiendo visto a tantos amigos músicos teniendo que hacer trabajos más rutinarios, me siento agradecido y afortunado de que mi vida se haya basado en la música, y de poder haber vivido de crearla. Es una vocación. O sea, sí, tengo que ganar dinero para vivir, pero más allá de eso, siento que hago aquello para lo que estoy en la Tierra. Esto suena un poco grandioso, pero es que no sé vivir de otro modo.
Ya.
Ha habido momentos en los que he tenido que pelearme con el mundo de la música, los fans y todo el mundo. Pero he superado todo eso y tengo una perspectiva completamente distinta. Se trata más de ser capaz de comunicarte con los demás desde el corazón de un modo que sólo es posible a través de la música y el arte. Y me siento muy afortunado de haber podido hacer esto durante tanto tiempo.
¿Dirías que el grupo suena mejor que nunca?
Sí, creo que estoy en un buen punto de mi vida, personal y mentalmente. Así que es más fácil dar más sobre el escenario. He vivido cosas que probablemente habrían matado a mucha gente. Pero aquí sigo, y siento que debo dar más a los demás. Soy de Omaha, Nebraska, que está muy lejos de España, y es genial poder ir a tocar allí.
¿Qué es lo mejor y lo peor de girar?
Bueno, siempre digo que tocar es la mejor parte. Creo que te pagan por todas las cosas que suceden cuando no estás en el escenario: estar en aeropuertos, autobuses, registrarte en los hoteles, todo el trabajo mundano que lleva ir con un gran grupo de gente a actuar. Pero luego tienes la recompensa del concierto, y normalmente es lo mejor. He estado en giras en las que no era divertido, y me alegro de no estar ya en ésas. Ahora estoy deseando tocar. Creo que es la mejor situación.
“Más que nunca, hay que construir conexiones entre la gente”
Tiene que ser terrible añadir a todo lo malo que por la noche no te apetezca.
No es bueno, no.
Vuestro último disco “Five Dice, All Threes” es bastante reciente. Supongo que tendrá bastante peso en esta gira.
A mi amigo Alex Levine, que toca el bajo y grabó el álbum –no siempre está en el grupo– se le ocurrió un sistema que está muy bien: tenemos cinco o seis canciones del nuevo, y nos sabemos otras tantas de “I’m Wide Awake…” Y luego tenemos una sección de otros álbumes. Y hay otra parte para los súper fans, con caras B raras y algunas versiones. Cuando hacemos el setlist, tratamos de meter la misma cantidad de cada categoría. Dicho esto, es imposible que cubramos todo nuestro material.
Normal.
Algunas canciones necesitan una banda más grande, o una sección de cuerdas. En la gira anterior tuvimos un grupo de catorce personas, con cuerdas y vientos. Esta gira es más de rock and roll directo, aunque dos miembros de la banda tocan también vientos, así que hay un poco de eso. Esperamos satisfacer a todo el mundo, a los muy fans y al público casual que seguro que nos encontraremos en los festivales.
En una entrevista para Mondo Sonoro en 2007 hablabas de lo mucho que te interesaba la política. Era la época oscura de la guerra de Irak. Ha llovido, pero los tiempos siguen siendo turbulentos. ¿Te sigue interesando tanto o con el tiempo prefieres la introspección?
Creo que ambas cosas están inextricablemente unidas. Si miras alrededor y ves todo el sufrimiento que hay, puedes ver que mucho está causado por nuestro gobierno. Las divisiones se basan en cosas que yo veo como artificiales, como la raza, la religión, o las condiciones socioeconómicas, los distintos estatus de las personas. Y lo que realmente necesitamos es enfocarnos más en lo que tenemos en común, que todos tenemos sangre en las venas, que queremos a la gente y que nos asustan las mismas cosas. Que tratamos de existir en este mundo cruel. No sé, es fácil perder la esperanza, rendirse. Pero creo que más que nunca hay que construir conexiones entre la gente, tratar de vernos en los demás.
Entiendo.
Y eso es en lo que trato de enfocarme. Obviamente, sería genial tener a políticos que representaran más a las personas. Los políticos sirven a los ultra ricos, al menos en Estados Unidos. Por lo que es una lucha sin fin. Lo único que podemos hacer es estar ahí por los demás, y tratar de romper algunas de estas divisiones artificiales en las que quieren que entremos.
“No me gustaría ser un chaval montándome un grupo ahora”
Empezaste a finales de los noventa, y se me ocurre otra pregunta ambiciosa: ¿Qué opinión tienes de los cambios que hemos vivido en el consumo de la música? Has sido testigo privilegiado de varias épocas.
Nunca he estado a la última en la tecnología…todavía tengo un tocadiscos y escucho vinilos. Por supuesto, uso el streaming cuando viajo. Creo que es como todo: tiene cosas buenas. Por un lado, pagas por una suscripción a Spotify, y por diez dólares al mes puedes escuchar literalmente la mayor parte de la música, lo cual es estupendo. El problema es que hacer esa música y distribuirla cuesta. Y da la impresión de que, como pasa siempre, esas compañías se quedan todo el dinero.
Cuando empezamos a tener reuniones con Spotify, fui con mi mánager a sus nuevas oficinas en el nuevo World Trade Center de Nueva York. Y al salir del ascensor nos encontramos en esa puta torre de marfil reluciente con un barista… Mi mánager, que no se corta, dijo: “Ahí va el dinero” [risas]. El músico apenas puede permitirse grabar su disco y salir de gira, y aquí están estos capullos con sus algoritmos, robándole el dinero a todo el mundo [risas amargas].
Pues ellos insisten en lo contrario: me llegan constantemente notas de prensa con estadísticas sobre lo mucho que ganan los músicos, etcétera.
Es un sistema muy injusto. Pero la industria, al menos en Estados Unidos, y creo que también en Europa, siempre ha estado contra el artista. Yo y mis amigos montamos nuestro propio sello (Saddle Creek) porque no queríamos ser parte de las majors. Aprendimos a tener un sello y a distribuir discos. Tuvimos suerte porque todavía se compraban CD’s y pudimos ganar dinero y seguir sacando cosas. Fue justo antes del streaming, antes de que el CD muriera. Pero en realidad nunca ha habido una buena época para el músico de clase trabajadora. Me da la impresión de que los ricos son cada vez más ricos y los pobres, más pobres. Hay una clase media de bandas ganándose la vida con los discos y girando, pero no viven precisamente en mansiones. Y esos grupos son cada vez menos porque o estás en la cúspide o es imposible, puesto que nadie quiere pagar por tu música. No me gustaría ser un chaval montándome un grupo ahora.
Otra cosa que leí es que al acabar un disco siempre piensas que no vas a ser capaz de volver a hacer una canción. ¿Sigues en las mismas?
Sí, siempre está el miedo a que la magia desaparezca. Y sinceramente, aunque asusta, me alegro de que pase, porque hay cierto misterio en el proceso compositivo. Yo sigo sin saber muy bien cómo lo hago. De vez en cuando me golpea un relámpago de inspiración y hago una canción muy buena, pero luego hago canciones simplemente decentes. Es misterioso. La música es magia. Y comunica con los demás de una manera que no hacen otras cosas, lo cual es muy poderoso.
¿De qué te sientes más orgulloso?
De lo que más orgulloso estoy es de seguir aquí, de poder estar hablando contigo. Llevo muchísimo tiempo haciendo música, como veintisiete años, y es una locura. Es un gran logro, porque he visto a mucha gente con talento ir y venir. Bright Eyes hemos ganado exactamente tres premios Grammy, y uno fue por el arte, pero no es algo que me importe. No pierdo el sueño con esas cosas.
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