Necroscape
Discos / Tētēma

Necroscape

7 / 10
Adriano Mazzeo — 05-04-2020
Empresa — Ipecac
Género — Rock

Mientras buena parte de la humanidad adulta busca la manera de no convertirse en un ente multi-tasking y conservar algo de paz mental, Mike Patton se las arregla para estar más liado que nunca. A sus cincuenta y tantos, su libido por la hiperactividad sigue tan empalmado como siempre, o más. Inauguró el 2020 subiéndose al escenario junto a una reencarnación thrasher de Mr. Bungle (con quienes está en el estudio en estos momentos), también girará por meses con Faith No More y se sabe que hay discos de Dead Cross y Tomahawk listos para salir.

En esa delirante y frenética sucesión de eventos, se edita “Necroscape”, segunda placa de tētēma, proyecto compartido con el músico vanguardista de Melbourne Anthony Pateras. “Necroscape” no es un antes y después en la carrera de Patton ni en la de Pateras, pero tampoco es un material para obviar. A diferencia de su primer disco de 2014, aquí el dúo se nutre del aporte de Will Guthrie en batería y Erkki Veltheim en violín y mandolina, cuyas incorporaciones son claves para dar al disco un halo orgánico, generando un sonido más cercano que el de antaño.
Como se puede esperar de cualquier trabajo de Patton, “Necroscape” fluctúa entre la dinámica y la quietud, los riffs frenéticos de sintetizador y los paisajes sonoros de raíz indescifrable, las vocalizaciones soul y los gritos sobrehumanos. Las letras escupen conceptos abstractos, generando un raro sentido de construcción según pasan las canciones al mismo tiempo que conviven con las onomatopeyas típicas de ese privilegiado manejo de la voz que sólo Patton puede ostentar.

Lo más complicado de un disco como este –enrevesado, difícil de digerir, pero aún con abundantes momentos de brillo– es encontrarle el hábitat natural ¿Cuál sería el momento perfecto para apreciar esta música? Aventuro a decir que mientras se ve al grupo en directo. La multiplicidad de texturas y paisajes sonoros hace pensar en atractivas secuencias de acción ya que aquí pasan muchas cosas: hay canciones que parecieran corporizar procesos matemáticos (“Soliloquy”, “We’ll Talk Inside a Dream”), hay oscuros salmos religiosos (“Necroscape”, “Fatliner’s Owl”), hardcore digital implacable (“Cutlass Eye”), fábulas esquizofrénicas (“Dead Still”), guiños a la última época de Mr. Bungle (“Invertebrate”) y como toda obra redonda, un “grande finale” en la excelente versión de “Funerale di un Contadino” de Chico Buarque y Ennio Morricone.

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