El trayecto recorrido por Pelican dentro del post-metal y post-rock es vasto y honorable. Formados en Chicago en 2001 como excisión a Tusk, dieron sus primeras presentaciones en el mítico Fireside Bowl, lugar en el cual se fueron alimentando poco a poco del mismo cazo que otras bandas veteranas ya conocidas dentro de la variada escena del emo, rock, punk, hardcore y metal del estado de Illinois. Su eclecticismo, experiencia y el haber mamado de tantos lados los llevó a buscar algo con esa esencia variada pero más atmosférico y expansivo dentro de la música pesada. Y todo esto acabó cuajando en este proyecto instrumental que debe tanto a Neurosis, Slint o Godspeed You! Black Emperor como a sus más contemporáneos Isis o Jesu.
Su séptimo y nuevo álbum “Flickering Resonance” trae de vuelta a la formación original completa del cuarteto con el regreso del guitarrista fundador Laurent Schroeder-Lebec y la unión de nuevo con el productor y también músico Sanford Parker, el cual ya grabó con ellos en su momento su primera referencia en forma de EP hace veinticuatro años. Es también el primer disco del grupo tras seis años sin ofrecer nada más que algunos sencillos y recopilatorios.
Al contrario de lo que se puede llegar a pensar de toda esta vuelta mágica al ruedo, "Flickering Resonance" no es el grandioso regreso que se podría esperar. Esa fórmula familiar con un ADN que combina la crudeza del metal y la sensibilidad melódica del post-rock parece no haber envejecido tan bien, sea porque hay montones de bandas ya establecidas, o sea porque las expectativas eran demasiado altas tras una espera tan larga. Sea lo que fuere, se echa de menos un poco de descontrol y expansión tanta precisión milimétrica.
Decir que las melodías triunfantes que ya abren en la breve “Gulch” y se van desarrollando en “Evergreen” o “Indelible” (ese tono del bajo es casi perfecto) con una buena adherencia son malas sería un absurdo, pero realmente tampoco te proporcionan algo que te haga agarrarte y levitar como sí lo hacen otras canciones del grupo. Quizá “Cascading Crescent” y, sobre todo, “Pining For Ever” con sus oscilaciones de pesadez doom con paisajes melódicos introspectivos sean lo que más se agradece entre la monotonía entendible y lógica dentro de un subgénero que, para bien y para mal, siempre ha pecado de repeticiones y bucles sin pegas pero que, en este caso particular, no deja hueco en la memoria.
En resumen, que lo nuevo de Pelican no tiene pretensiones de reinvención, ni les hace falta recabar en eso. Se agradece por su parte ser fieles a su esencia, claro, pero “Flickering Resonance” puede acabar haciéndose excesivamente anodino a pesar de tener una apertura interesante, de estar bien compuesto, y de sonar de perlas. Al fin y al cabo, Pelican siguen siendo Pelican, y en un mundo musical tan ambicioso y en constante cambio eso ya es bastante. La belleza del disco es innegable, pero sus puntos fuertes no arrancan como a muchas personas nos gustaría ni te invita a repetir. Un buen regreso, pero que no deja un poso perdurable a pesar de que segurísimo que en directo vaya a funcionar sin mayor problema.
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