Hay alguien en casa
Discos / Mucho

Hay alguien en casa

7 / 10
Andreu Cunill Clares — 06-05-2021
Empresa — Kartoffel Kollektiv
Género — Electrónica

La opa creativa de Martí Perarnau a Mucho es ya es un hecho fehaciente, si es que no lo era antes. Lo que fue un colectivo, ahora es su vehículo para seguir experimentando con la música. Las cenizas de lo que fue una banda de pop al uso, resurgen con un tsunami de ceros y unos. Y si antaño era un grupo de amigos con instrumentos reales mirándose a los ojos los unos a los otros, ahora es pura música sintetizada que vira hacia el interior. Un proyecto surgido desde la individualidad, que significa una apertura hacia ese tercer ojo que solo el propio músico puede comprender. Es él consigo mismo y la presencia puntual de algunos colegas como Ricky Falkner o Víctor Valiente que, después del excelente ¿Hay Alguien en Casa?", le ayudan con este “Hay Alguien en Casa” (busquen las dos diferencias) que nos presenta. Un trabajo que consolida a Martí como un sumo sacerdote de esa camaleónica rave cósmica de guion postapocalíptico.

El músico con este EP, ha estirado la piel de su anterior álbum para seguir exprimiendo las posibilidades compositivas de sus canciones. Ha ido más lejos. Y al escucharlo, es evidente que el artista, en alquímica introspección umbilical, crea sin dar ninguna concesión, ni preocuparse por ponérselo fácil a su oyente. Urde hacia texturas borrosas, distorsionadas y abrasadoras. Es sensual a veces y turbulento otras. Busca el parpadeo de la electrónica, el brillo estroboscópico, la mirada de la cobra. Es tanto Bruce Lee, como Prince, como Orbital. Y tanto se despacha con bombos biónicos a negras que podrían hipnotizar mandíbulas en el corazón de un amanecer discotequero, como se deja caer en una telaraña de sonidos succionadores y herméticos.

Oírlo es entender la creación desde una autenticidad que no admite fisuras. Que explora en el interior para mojarse con la piel del alma. En ese baño, Martí persigue ser cada vez más Martí y de esa búsqueda, salen unas canciones que reivindican un espacio vital. Que explican su progreso y lo modifican, en serenatas de meta creación o banda sonora autorreferencial. Su narrativa discurre entre la onírica surrealista y el bloque de cemento iracundo, entre la tormenta de madrugada y una prominente alborada sexual. De ella se desprende un pequeño universo donde las polaridades se funden en elásticas estructuras de simbiosis entre creador y creación. Un punto desde donde aún queda mucho recorrido para ser más y mejor.

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