For my crimes
Discos / Marissa Nadler

For my crimes

8 / 10
David Pérez — 01-11-2018
Empresa — Bella Union
Género — Folk

La voz vaporosa de Marissa Nadler reaparece y se desnuda entre arpegios de guitarra y arreglos de cuerda en “For my crimes”. Delicatessen venenosa de escasos 34 minutos que, en once temas, conforman su octava entrega en menos de quince años de fulgurante carrera.

Folk preciosista y oscuro que vuelve a resplandecer en el mundo en blanco y negro que evoca Nadler, para seguir hurgando en las heridas abiertas que dejan relaciones maritales fallidas, rupturas, infidelidades y tensiones que terminan con astronautas vagando por espacios vacíos, mitades que flotan, caen y se disuelven, como azucarillos, en tazas de café que esconden universos paralelos e irreconciliables.

El desgarro inicial de “For my crimes” se extiende y expande por cada surco, con esa súplica por borrar lo malos recuerdos, justo cuando ya apenas nos queda tiempo para nada, en un “Please don't remember me for my crimes” que deja marcas, con los celestiales coros de Angel Olsen.

La suave y amarga brisa continúa en “I Can’t Listen to Gene Clark Anymore”, con Sharon Van Etten de la mano y unos preciosistas arreglos de cuerda, bajo los que palpita la guitarra eléctrica de Nadler. Susurros que nos traen a la cabeza demasiadas canciones que una vez unieron silencios y hoy en día, si suenan, sangran los oídos y el pecho. “I can't listen to Gene Clark without you anymore / Anymore / Without you anymore. / I remember the songs you sang / To me when it was you / I was falling for...”.

El aura fantasmagórica que le corre por las venas a Nadler y parece nacer y escapar de fotografías perdidas o cajas de música olvidadas, prosigue su camino en “Are you really gonna move to the South?”, mostrando como la distancia puede terminar por apagar cualquier vela. Le sigue la frescura luminosa de “Lover Release Me”, donde la voz de Marissa nada placidamente en un mar de cuerdas, que crece y crece en “Blue Vapor”, la joya de la corona, donde su eléctrica y hamond se mezclan con el saxo de Dana Colley (Morphine) y el chello de Janel Leppin, omnipresente en toda obra, creando una nebulosa sónica que te absorbe sin remedio. Kristin Control (Dum Dum Girls) se une y funde con la voz de Nadler en esta pista, rematando el tridente estelar de voces invitadas, además de la contribución especial a la batería de Patty Schemel (Hole), que irrumpe como un relámpago en la tormenta, acelerando la expansión de ese “vapor azul”, para el que no hay alivio ni cura aparente.

En “Flame Thrower” se abre un claro en el cielo y la esperanza vuelve surgir entre la grietas, con la voz sanadora de Nadler acariciando el terreno quemado, donde, ante todo pronóstico, vuelve a brotar vida. Pero en el mal querer lo pretérito manda, y hasta el coche que compartimos, hoy deja de andar y me acuerdo de ti en ese último adiós, “Said Goodbye to That Car”. Cierre perfecto para este “For my crimes”, con una letra directa y personal, que vuelve a trascender e interpelar en los sentimientos colectivos con una abrumadora facilidad, grabándonos a fuego la cifra que marca ese cuenta kilómetros, muerto para siempre, como todos los recuerdos de cada uno de los lugares que recorrimos juntos. “119,657 and the engine blew / 119,657 and I thought of you / Said goodbye to that car as the sky turned black...”.

Si la producción del anterior "Strangers" (16) era más sofisticada y atmosférica, en esta nueva entrega, a cargo de Lawrence Rothman y Justin Raisin, es más equilibrada, con mayor claridad y protagonismo en la voz de Nadler y los cuidados arreglos. El elenco de músicos, a excepción del saxo de Colley, es en su totalidad femenino, y a las anteriormente nombradas Janel Leppin, Angel Olsen, Sharon Van Etten, Kristin Control y Patty Schemel, hay que sumar a Mary Lattimore al arpa y Eva Gardner al bajo.

Marissa Nadler vuelve a dejar claro en “For my crimes” que, por mucho que la comparen en los últimos años con la mediática Lana del Rey y aunque haya ciertas similitudes, ella es una contadora de historias que no necesita un ápice de eco comercial para trascender y calar muy adentro.

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