High Road
Discos / Kesha

High Road

7 / 10
Pablo Tocino — 05-02-2020
Empresa — Kemosabe / Universal
Género — Pop

“Call me selfish, but I really hope that you miss your flight” le dice Kesha en “Summer” (uno de los cortes de su nuevo disco) a alguien con quien se lo pasa de maravilla y que por nada del mundo quiere que se marche. Después del enorme hiato que hubo tras el estupendo “Warrior” (2012), en el que la cantante atravesó años muy duros mientras luchaba en los tribunales contra Dr. Luke, “Rainbow” (2017) no supuso un regreso a esa imagen de “party girl” y al petardeo de temas como “Your Love Is My Drug”, sino el paso a una faceta más adulta y “seria”. Por supuesto seguía habiendo caramelos bailables (“Woman” o los temas con Eagles Of Death Metal), pero no había ni rastro del sonido de sus primeros discos, tan característico... y tan relacionado con Dr. Luke. Comprensible ese giro.

Parte de su público no compartía esa decisión y, como decía ella en la citada frase de “Summer”, parecía querer a toda costa a la Kesha de “Animal” y “Warrior”, que era con la que se lo pasaba bien, y no a “la intensa country” de “Rainbow”. Cuando Kesha anunció que en “High Road” volvería a “esas canciones”, muchos suponían que sería para recuperar a ese público perdido por el camino. Sin embargo, una vez escuchado este nuevo trabajo, parece más bien que la artista ha querido darle un nuevo significado a ese lado más mamarracho (para bien) de su música, mostrándose orgullosa de él y pudiendo ya dejar de relacionarlo con el mencionado Luke... mientras lo compagina con la faceta mostrada en “Rainbow”.

Así, en sus créditos de producción encontramos nombres nuevos para ella como STINT (Demi Lovato, Panic! At The Disco), Omega (Fall Out Boy, Iggy Azalea), Louis Schoorl (las boy bands 5 Seconds Of Summer y Why Don't We), John Hill (detrás de megahits como “Feel It Still' de Portugal The Man, “What Kind Of Man” de Florence... o hasta el “Waka Waka”) y Jeff Bhasker (Kanye West, Rihanna, Mark Ronson), pero también a colaboradores previos como Ryan Lewis, Stuart Crichton, Drew Pearson o incluso Dan Reynolds. No sorprende esto ya que el líder de Imagine Dragons fue de los pocos cantantes masculinos mainstream en manifestarse abiertamente a favor de Kesha y pedir a sus compañeros que dejasen de trabajar con Dr. Luke, y ambos comparten lucha por los derechos LGBT (de hecho, Reynolds organizó el año pasado un festival de música al respecto, donde Kesha o Martin Garrix fueron cabeza de cartel)

Pero lo cierto es que “High Road” acierta más cuando se distancia de las “antiguas Keshas”: tanto de la de los primeros discos (“Raising Hell”, “Kinky” o “Birthday Suit” tienen más gracia, pero las demás tienen bastante menos gancho de lo que tenían “Thinking Of You” o “Dirty Love”) como la de “Rainbow” (“Little Bit Of Love”, “Chasing Thunder” o “Cowboy Blues”). Tanto “Shadow” como estas últimas no están nada mal, pero luego llegan canciones como “Honey”, “Summer”, “BFF” o “Big Bad Wolf” (¡¿cómo es posible que esto sea un bonus track de la versión japonesa?!) y uno se pregunta por qué no ha tirado más por esos caminos. Mención aparte merece la balada “Father Daughter Dance”, uno de los mejores (y más duros) temas que la californiana ha escrito jamás. “Oh, I wish my heart wasn't broken from the start” comienza diciendo Kesha, que no apuesta aquí por complicadas metáforas sino por un lenguaje tan sencillo como sincero, que deja un nudo en la garganta: “I don't even know if I wanna have kids / don't wanna fuck 'em up the way you did / and sometimes I wonder, if I'd had a dad / would he have protected me from all the bad shit? / the bad men? /...would I even be the same person?”.

En definitiva, no sabemos si “High Road” ayudará a Kesha a recuperar público, pero desde luego le ayuda a verse versátil, y a sacudirse de encima una etiqueta concreta (fiestera, intensa, la que sea): “Warrior”, “Rainbow” y este álbum son muy distintos, y, sin embargo, en los tres podemos encontrar grandes momentos. Por ello, “High Road” demuestra más que nunca que Kesha es una artista –con sus grandes aciertos y sus grandes fallos– y no “un producto más”, como le etiquetaban en sus inicios.

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