Carros de mucho fuego
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Carros de mucho fuego

8 / 10
David Sabaté — 03-10-2022
Empresa — Madness Live
Fecha — 24 septiembre, 2022
Sala — Apolo, Barcelona
Fotografía — Edu Tuset

Cartel de lujo el de este tour, bautizado como Chariots of Fire, con cuatro pesos pesados del metal extremo europeo; la clásica cita, casi un pequeño festival, que, de no haber pasado por Barcelona, podría generar fácilmente migraciones de seguidores a cualquier capital del viejo continente. Por suerte, no fue necesario, y la pista de la sala Apolo se llenó hasta arriba como en los buenos tiempos.

Abrió la velada a media tarde el dúo suizo Bølzer: una apisonadora sonora que sacudió los restos de la siesta de unos cuantos presentes a base de riffs monolíticos, rugidos guturales y frenesí rítmico. Un amasijo bien ensamblado de black y death que huye de clichés para dar forma a un estilo casi propio, esquivo, difícil de encasillar en su incansable dinamismo. Parece mentira que tan solo dos músicos –el batería Fabian Wyrsch y el cantante y guitarrista Okoi Thierry Jones– consigan crear un sonido tan arrollador.

Por comparación con el resto del cartel, los suecos Tribulation protagonizaron el concierto más melódico de la noche. Estrenaban en directo su último “Where The Gloom Becomes Sound”, cuya pieza inicial, “In Remembrance”, cambió el tono de la jornada para desplegar un metal oscuro y mayestático de ecos góticos. Durante cuarenta minutos escasos se las apañaron para dejar claro que saben cómo hacer sonar su cancionero, en el que destacaron “Melancholia” o la final “Strange Gateways Beckon”.

Tras su paso por el Primavera Sound el pasado mes de junio, Abbath volvía a Barcelona para defender una vez más su carrera en solitario y, sobre todo, su renovado yo aparentemente libre de excesos. Aunque Abbath no sería Abbath sin alguna de sus estridencias, como su saludo entonando Barcelona a lo Montserrat Caballé. Que no falte el sentido del humor, por favor. Abrió con “Winterbane”, de su primer disco al margen de Immortal, como si de un reinicio personal se tratara, y las nucas de los asistentes empezaron a trabajar. Le siguieron la más veloz “The Artifex”; o “Dread River” y “Acid Haze”, de su último lanzamiento; pero las más celebradas fueron las piezas rescatadas de su banda original, que atacó en la recta final del concierto: “In My Kingdom Cold”, “Tyrants” y “Withstand the Fall of Time”. Un tridente casi infalible coronado por la banda sonora de Conan. El sonido, por momentos desmesurado, no acompañó, pero el suyo fue, sin duda, un show variado y entretenido.

Watain

Watain pertenecen a otra dimensión. Puede que también de forma literal. Es de sobras conocida su afición por diseñar espectáculos –mejor llamémosles encuentros o manifestaciones– con una estudiada carga litúrgica y simbólica en la que, según la propia banda, aquello ritual se suma a la energía colectiva de sus conciertos para abrir puertas a nuevos planos existenciales. Esto, que podría sonar a recurso fácil o fantasioso, cobra algo más de sentido al presenciar su directo. Tras dos últimos álbumes que no están para muchos entre lo mejor de su discografía, los de Upsala optaron por un show algo más sobrio de lo habitual en cuanto a atrezzo y parafernalia para centrarse en la música. Eso parecía afirmar la niebla artificial que cubrió la banda durante casi todo el set. No faltaron algunas antorchas, cruces invertidas y una copa con sangre –¿real?– salpicando las primeras filas, pero Watain fueron al grano desde el primer momento. Venimos a reclamar lo que es nuestro, afirmaba la banda sin palabras.

Abrieron con “Ecstasies in Night Infinite”. El mejor sonido de la velada, crudo y envolvente. La energía fluyendo en todas direcciones y activando a saber qué. Mejor no preguntar. “The Howling”, “Reaping Death”, “Devil’s Blood”: las piezas se sucedieron con naturalidad guiadas por un Erik Danielsson, como siempre, inspirado y con infinita presencia, y terminaron con “Before the Cataclysm”, “Nuclear Alchemy” y una aplaudida “Malfeitor”. Noche redonda, como un círculo cerrándose, que sirvió de paso para convencer a escépticos e infieles de que la propuesta de Watain, visceral y majestuosa como las mejores manifestaciones del género, tiene pocos competidores en la escena extrema actual.

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