Hogar dulce hogar
ConciertosLa Maravillosa Orquesta Del Alcohol

Hogar dulce hogar

10 / 10
Juan Calleja — 30-06-2025
Fecha — 28 junio, 2025
Fotografía — Sara Irazabal

La pantalla del escenario principal de las fiestas de San Pedro y San Pablo de Burgos mostraba una cuenta atrás. Quedaban cinco minutos para la medianoche, momento en el que La Maravillosa Orquesta del Alcohol (La M.O.D.A) volverían a los directos para iniciar una gira después de un parón de más de un año para desconectar y preparar su sexto disco. En la plaza de Santa Teresa y gran parte del inmenso espacio que rodea el Museo de la Evolución de Burgos se agolpaban decenas de miles de personas para disfrutar del evento principal de las fiestas durante la noche del sábado 28 de junio, una de las más calurosas del año.

“Píntalo todo de negro, cuando busques una luz, restos de clavos ardiendo interminable cielo azul. / Marineros del destierro, no dejéis de navegar, por los que se fueron pero están”. Con “Nubes negras” (introducción del álbum “La primavera del invierno”, 15) sonando por los altavoces y cantada por los fans, los siete integrantes del grupo burgalés aparecieron sobre el escenario.

Era la primera vez que Marina López, cantante y guitarrista del grupo de Burgos Sioqué, se vestía con el ya icónico atuendo de camiseta interior blanca y pantalones negros para acompañar al grupo durante la gira. También era la primera vez que Jacobo Naya no se situaba frente a los teclados. El músico gallego anunció su marcha el pasado enero porque sentía que “no podía seguir con esa implicación absoluta” que ha tenido con La M.O.D.A desde 2011, año en el que se formó la banda.

Y ahora sí, acordeón, batería, guitarra, bajo, clarinete, banjo y mandolina comenzaron a sonar para arrancar con la primera canción de la noche, “Mil demonios”, del disco “Salvavida (de las balas perdidas)”, de 2017. Le siguieron “Una canción para no decir te quiero” y “La inmensidad”, del mismo álbum. La voz rasgada y clara de David Ruiz sonaba afinada y potente sobre una música con sello propio: folk rock con influencias varias al servicio de unas letras poderosas, poéticas y con mensaje reivindicativo y existencialista que beben de la tierra, de las raíces y, por supuesto, de las experiencias vitales. A través de las diferentes pantallas instaladas en el espacio para acercar la imagen del directo al público se adivinaba en el cantante una mirada intensa, con unos ojos vidriosos que denotaban emoción y felicidad por volver a tocar en directo.

A medida que el grupo –ahora compuesto por Álvar de Pablo, Caleb Melguizo, Jorge Juan Mariscal, David Ruiz, Nacho Mur, Joselito Maravillas y Marina López– se iba calentando, también lo hacía el público. Como cuando, tras el verano, regresas al campo para jugar un partido de fútbol: durante los primeros minutos tomas el pulso y coges ritmo, te pruebas y palpas las sensaciones; luego imprimes más intensidad y vas cogiendo confianza para arriesgar. Eso es exactamente lo que hicieron La M.O.D.A. Se les vio en forma desde el principio, pero arrancaron algo tensos y rígidos sobre el escenario para, poco a poco, ir soltándose a medida que se sucedían las canciones.

“Ni de coña es la última”, gritó David Ruiz tras cantar el último verso de “Vasos vacíos” (“y no sé si es la última vez”). Por si quedaba alguna duda tras el anuncio de la marcha de Jacobo o el duro golpe económico que ha supuesto el preconcurso de acreedores de la ticketera Wegow, lo que ha dejado a grupos como ellos sin el dinero de las entradas que ya se habían vendido de la gira en la que la banda burgalesa se sumergirá a partir del próximo mes de noviembre.

Mientras un dron sobrevolaba el espectáculo mostrando desde el cielo una gran marea humana, llegaba uno de los grandes momentos de la noche, “¿Quién nos va a salvar?” (nombre de su primer disco en español, publicado en 2013). “Es la cadencia de la decadencia”, cantaban al unísono miles de seguidores con los brazos al cielo. Antes, tras interpretar otro clásico del primer álbum, “Los hijos de Johnny Cash”, David había aprovechado para dirigirse al público, mostrándole agradecimiento a todos aquellos que “están siempre ahí” y a todos los que se habían desplazado unos cuantos kilómetros para verles tocar de nuevo. “¡Bienvenidos a nuestra tierra!”, gritó. Antes de “Catedrales” –con una imagen de la catedral de Burgos de fondo–, continuó: “A toda la peña que ha venido desde cerca, desde lejos, a visitar nuestra ciudad, a visitar nuestra tierra y a apoyarnos… Gracias por hacernos sentir la banda más afortunada del mundo”. Y es que, con este son ya once los “Sampedros”, en los que el grupo actúa, unos cuantos ya como cabeza de cartel del programa de conciertos. David destinó otro de sus agradecimientos a Conchi, intérprete de lengua de signos que acompaña a la banda y que fue aclamada por el público en varias ocasiones. La aparición sorpresa de Jacobo Naya fue otro de los momentos emotivos del concierto. Salió para interpretar el primer single del nuevo disco, “Los tiempos que vivimos”, y acompañarles hasta el final del concierto, coincidiendo en varias canciones con Marina.

No podía faltar la esencia burgalesa y castellana, una de las claves del éxito de La M.O.D.A. Con la jota “La Molinera”, la que fuera una de las canciones con las que presentaron “Nuevo cancionero burgalés” (21), último disco publicado por la banda hasta la fecha, subieron a bailar al escenario varios miembros de la Asociación de Danzas Estampas Burgalesas, en el que fue uno de los momentos para el recuerdo de la noche. Como también lo fue cuando, con “Colectivo nostalgia”, David bajó del entarimado para cantar con el público de las primeras filas. Emoción a flor de piel e incluso algunas lágrimas, como cuando arremetieron con “Campo amarillo”, tocando de nuevo la tecla de la tierra, del olvido de los pueblos despoblados y de la dureza del trabajo en el campo. “Llueve en el único infierno con hielo, en el campo amarillo de Antonio Machado. / Soledades y vientos tirando del carro, en la tierra que menos le importa al gobierno”, cantaba David acompañado de Marina, mientras hacía sonar su guitarra sentado junto al resto de compañeros que le escuchaban concentrados y emocionados. Entre el público, ondeaba una bandera de Castilla y León y la cámara enfocaba a más uno que vestía la camiseta del Burgos C.F.

La traca final de más de hora y media de concierto llegó con “1932”, “Héroes del sábado” y “Mañana voy a Burgos”. Pocos minutos después de un concierto épico, cientos de grupos de personas permanecían todavía en los alrededores del escenario, apurando sus copas antes de seguir con la celebración o recogerse. Unos chavales que no llegaban a los treinta cantaban el himno a Burgos; otros vestían el atuendo característico de la banda; un padre con indumentaria peñista se iba con su hijo pequeño de la mano; decenas de fans se agolpaban en el puesto de merchandising de la banda para hacerse con una más de sus camisetas.,, Todos ellos conforman ese universo de seguidores que La Maravillosa Orquesta del Alcohol ha conseguido congregar con su cercanía, su sinceridad y unas canciones que nos han emocionado a lo largo de los años, portando la bandera de Burgos como nadie lo había hecho en mucho tiempo.

 

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