un discreto vigor

Las representaciones sonoras pueden quedar concretadas en muy diversas formas, en torno a esa búsqueda prácticamente ilimitada que, según el caso,
consigue resultar de lo más interesante cuando no directamente fascinante. Algo sin duda satisfactorio para los artífices en cuestión pero que, cuando prende, también puede hacerse extensible a aquel receptor ensimismado con las consecuencias mismas de la probatura.

Esa es la aventura en la que parecen enfrascados Juan Crek y Andrés Noarde, que ahora presentan el segundo disco de su proyecto como crek noarde (escrito todo en minúsculas) tras aquel “Romperse sin arder” (Associació Cultural OME, 20) de hace un par de temporadas. “un discreto vigor” (Discos Belamarh, 22) (escrito también en minúsculas) es la expresión de ese episodio en particular, en un trazado que no entiende de límites estilísticos ni cualquier otro obstáculo que pudiera lastrar la consecución del objetivo. Una tormenta de ideas que Crek y Noarde definen y materializan en diecisiete piezas alzadas en base a diversos trazos, incluyendo electrónica, ambient, experimentación, minimalismo, improvisación, belleza y, en definitiva, la miscelánea de todos los materiales utilizados en la fabricación del invento. Una propuesta que, en la práctica, apostilla esa chispa de emoción que sigue a la sorpresa. Una obra de perfil mutante, inevitablemente (puede que incluso pretendidamente) irregular y poliédrica, derivada en una dualidad magnética que presume de ausencia total de acomodo como parte clave del asunto. Afirmar que “un discreto vigor” no es un trabajo apto para todos los públicos apunta a la obviedad. Tanto como que resultará recomendable e interesante para oídos inquietos, de esos que gustan de vivir emociones en pos de lo desconocido y lo diferente.