La luz de la mañana
Discos / Delafé Y Las Flores Azules

La luz de la mañana

8 / 10
Joan S. Luna — 06-09-2007
Empresa — Music Bus / Warner
Género — Pop
Fotografía — Archivo

Existió a propósito de “Vs El Monstruo de Las Ramblas” un debate –justificado, eso sí- sobre si el trío catalán Facto Delafé y Las Flores Azules era un grupo de hip hop o no. Tras escuchar “La luz de la mañana”, su precioso segundo disco, las dudas están despejadas.

Existió a propósito de “Vs El Monstruo de Las Ramblas” un debate –justificado, eso sí- sobre si el trío catalán Facto Delafé y Las Flores Azules era un grupo de hip hop o no. Tras escuchar “La luz de la mañana”, su precioso segundo disco, las dudas están despejadas. Facto Delafé son un grupo de pop. Pop brillante, pop luminoso, pop optimista, pop melancólico, pop enamoradizo (sus historias de amor son simples, pop sincero y muy ambicioso al mismo tiempo, pop abierto de miras, pop más bien pijo (sí, eso también) y ñoño, pop perfectamente arreglado, pop que no pretende engañar a nadie. Pop. “La luz de la mañana” lo es de principio a fin, aunque no provoque la sorpresa que provocaron en su momento su primera maqueta o su obra de debut (ese es su mayor lastre). Oscar D’Aniello (Mishima), Helena Miquel (Élena) y Marc Barrachina han dado forma por segunda vez a un universo propio rico e imaginativo, quizás demasiado autoreferencial, que aguanta sin que le tiemble el pulso cualquier comparación. Y no les faltan las buenas canciones. “Desde el Este” –una de las favoritas-, “Letargo” –con esas bases tan Portishead-, o cualquiera de las recuperadas: “La Juani” y “Pasan las luces” de la banda sonora de “Yo soy la Juani” o la magnífica “Solo palabras” del cortometraje “Afasia”. Barrachina se maneja con mucha seguridad en las bases y los arreglos (más conseguidos incluso que en “Vs El Monstruo de Las Ramblas”); Miquel amplia su protagonismo a las voces y D’Aniello mantiene su forma de hacer y unos textos rapeados que bien pueden provocar adhesión (mi caso) y rechazo dependiendo del oyente. Nada de poesía, sencillamente la voz de un día corriente, de muchos días corrientes. Y es un placer escucharles, pese a lo naïf e inocentón del acto en sí, agradeciendo a todos sus amigos y compañeros el apoyo recibido, la confianza, su amistad. Disfruten con ellos; sonrían... que nadie mira.

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