All Of Us Flames

Discos / Ezra Furman

All Of Us Flames


7 / 10
Fran González — 26-08-2022
Empresa — Bella Union
Género — Indie pop

De un pasado marcado por un espíritu de loba solitaria, a terminar abrazando la comunidad a la que pertenece, alimentando el discurso de ésta con una narrativa liberadora y empoderadora. Así es como la artista estadounidense Ezra Furman ha decidido estimular esta nueva etapa artística y personal: confeccionando una colección de pistas que hablan por sí mismas y describen, no solo su transición a mujer, sino también todas las emociones, impresiones, consecuencias y factores asociados al proceso en sí. De primeras, “All Of Us Flames” (Bella Union, 22), su sexto álbum como artista en solitario, es un trabajo complejo y de arduo acceso que pone el broche de honor a esta suerte de trilogía improvisada que comenzó a desdibujar con “Transangelic Exodus” (Bella Union, 18) y continuó más tarde en “Twelve Nudes” (Bella Union, 19).

En cada uno de estos episodios hemos visto crecer la personalidad y el carácter de Furman, hasta finalmente desplegar ante nosotros su versión más definitiva, una segura de sí misma que recala en el hondo y lúgubre imaginario de artistas como Bob Dylan, PJ Harvey o Bruce Springsteen para redefinir su estética, y con ello reunir las fuerzas necesarias para congregar a sus iguales al clamor de himnos hechos por y para las voces oprimidas de nuestro tiempo. Con “Book of Our Names” o “Lilac And Black” vemos la prueba más evidente de cómo la artista de Chicago se traslada desde el ostracismo más desalentador a la primera línea en esta batalla personal por los derechos y la visibilidad de las personas trans, encontrando en los versos de la primera pista citada el origen que da pie al mismo título del álbum: “None of us ashes, all of us flames, and I want us to read it aloud”.

Sin embargo, y a pesar de esta vehemencia demostrada en su afán por dejar constancia del poderoso mensaje que se esconde tras las líneas de este LP, también discernimos que Furman se mueve en una tonalidad más sobria y reflexiva que de costumbre. A través del uso de la distorsión (“Ally Sheedy In The Breakfast Club”) y de unos sintetizadores en clave de lo-fi (“Dressed In Black”), con los que logra reunir sobre un epítome de doce pistas las herramientas y recursos necesarios para confirmarnos su innegable papel como cara visible y destacable del romanticismo punk de nuestro tiempo, sorteando las arremetidas de una realidad enferma (“The human mind is a pile of shit, new life takes root in it”, canta en “Poor Girl A Long Way From Heaven”) con las punzantes y deliciosas señas de una métrica con la que se erige como una de las cantautoras más relevantes de su generación. Su relato evoluciona con elegancia y optimismo, en un plano en el que ya no la vemos pedir permiso para pronunciarse (haciendo hincapié en su pertenencia a una comunidad religiosa marginada, como la judía, en pistas como “Temple Of Broken Dreams”), sino tomar lo que es suyo con la fuerza y la valentía de quien no se siente ya sola en esta particular contienda.

Y es que, aunque haya pulido y cuidado notablemente su sonido, esa alma marcada por la rabia reivindicativa y la emoción más cruda permanecen intactas en su perorata, como evidencia con apreciable acierto a través de esa invitación abierta a la explosión de sentimientos que es la lacrimógena y sosegada ópera de cierre “Come Close”. Estructuralmente, quizás no se trate de su mejor trabajo, pero sí posee uno de los alegatos más dignos que encontraremos en un álbum durante el presente año.

 

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