Para mear y no echar gota. El mito australiano se va al garete. La leyenda contaba que los aussies eran maquinas depredadoras, auténticos salvajes en estado puro, y mira por donde, que en unos meses, un grupo de niñatos de tres al cuarto, han pretendido ensuciar lo que tanto les costara conseguir a otros en un pasado no tan lejano. Primero fueron Jet, luego los vergonzantes Powderfinger, y, por último, The Vines, son los que definitivamente, han acabado por mear fuera de tiesto. Una actitud detestable, las ganas de tocar en entredicho, y muy poca pericia, ni instrumento en mano, ni cantando (los coros del primer tema ya provocaron vergüenza ajena), ni nada de nada. No se entiende, la verdad, como pueden sonar tan bien los discos, y tocar tan rematadamente mal en directo. ¿Serán unos Milli Vanilli ?. Por suerte no llegaron a los tres cuartos de hora, ahorrándonos sufrir más bochorno, y el final fue irrisorio, con Craig Nichols, rompiendo su guitarra, sin saber como, ni donde golpearla. Un concierto que acabó con abucheo por parte del público y que obliga a gente, como el que suscribe esta crítica, que recomendó a la banda y el concierto, a querer enterrarse bajo tierra para no tener que dar la cara antes los que se pudieran sentir estafados y engañados ante mi recomendación. Mea culpa.
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