La Sevilla eléctrica e irredenta
Conciertos / Pájaro

La Sevilla eléctrica e irredenta

8 / 10
Kepa Arbizu — 23-04-2018
Empresa — Undercover Producciones
Fecha — 20 abril, 2018
Sala — Satélite T, Bilbao
Fotografía — David Mars

El idilio establecido entre Pájaro, el proyecto de Andrés Herrera, y la sala bilbaína Satélite T es algo notorio. Por allí les hemos podido ver en todo tipo de formatos, fechas y horarios, así que era más que esperable que la presentación de su nuevo disco “Gran Poder” les trajera, como así ha sido, a este mismo lugar. La casualidad planeó que la visita de estos andaluces al otro extremo de la Península coincidiera en plena Feria de Abril, convirtiendo ese hecho anecdótico en algo más simbólico teniendo en cuenta la expresión identitaria tan diferenciada -pese a las camisas de topos y las chorreras- que existe entre ambos fenómenos. Así pues, la banda, constituida en esta ocasión en sexteto, incluyendo tres guitarras, bajo (con la incorporación de Ricky Candela), batería y trompeta, abarrotó el escenario para desde el primer instante poner en marcha una maquinaria de ya reconocible originalidad y de exuberante rotundidad.

Una actuación que como es norma habitual estuvo conducida por el verbo fluido, irreverente y canalla de su líder, quien dejó claro su apego por esta tierra y por el local en concreto. Una actitud distendida -lo que no le resta empaque- que si bien añade más sentido al propio concepto que traslada el grupo, a veces, demasiadas, es utilizado por parte del público para comportarse de una manera inapropiada que al margen de molesta incluso llega a lastrar la escucha y el buen entendimiento del espectáculo. Menos mal que sobre las tablas se derrochaba un talento capaz de bloquear cualquier elemento incómodo externo e imponer su mestiza esencia.

Remarcar a estas alturas la pericia instrumental que acaparan todos los implicados, especialmente visible en las seis cuerdas empuñadas por Andrés Herrera -no olvidemos su historia acompañando a Silvio, Kiko Veneno o Pata Negra- y su “compadre” Raúl Fernández, resulta tan reiterativo como necesario de nombrar al toparnos una vez más ante ella. Esa calidad se vio manifestada en un recorrido donde la electricidad fue el principal, aunque no único, ingrediente, algo que viene propiciado por la propia morfología de su actual álbum, probablemente el más compacto de los que han publicado hasta la fecha. Piezas pertenecientes a él fueron las que marcaron el arranque de la noche, con un trotón inicio, que ya anticipaba la trascendental presencia de la batería, envuelto en esas fotografías sonoras marcas de la casa entre el western y el surf (“Corre chacal corre”). La entrada en acción del rock callejero pero místico de “Lágrimas de plata” y “Rayo mortal”, dedicada al poder de las mujeres e interpretada desatadamente, comenzó a atisbar la aparición de la omnipresente y orgullosa sombra, crápula pero romántica, del mítico Silvio, que se extendería a través de los siempre bien acogidos ambientes italianos presentes en “Perché”, con lucimiento de Raúl de por medio, y “Bajo el sol de media noche”, y que acabaría brotando del todo en la adaptación de su tema “Tres pasos al cielo”, a su vez original de Eddie Cochran.

Este “Gran Poder” que se trae entre manos la banda está plagado de diversas influencias, y un buen resumen de todas ellas se compendia en “El tabernario”, exquisito y finalmente desenfrenado ejemplo de todo ese catálogo al que se incorpora el rockabilly o el swing. Otra de las joyas del nuevo repertorio es “Yo fui Johnny Thunders”, infectado de blues y aroma “noir” inducido por el novelista Carlos Zanón. Pero no hay que olvidar que la gitana que decora la portada de este último trabajo tiene el puño alzado, y ese grito subversivo vino principalmente expresado, además de en los comentarios de su cantante, por el auténtico himno que es desde ya, debido a su pegadiza ascendencia latina y por su empeño en homenajear a los silenciados, “Los callados” o en la interpretación del siempre instigador, y con la que terminó el concierto, “A galopar”. Antes de que llegara ese momento pudimos paladear temas ubicados en sus dos anteriores trabajos que incidieron y perfeccionaron el manejo de los pasajes sombríos y crepusculares como la siempre maravillosa “Luces rojas” o la no menos sobresaliente oscura épica de “Sagrario y Sacramento”, sin olvidar instrumentales como “TLP” o “Costa Ballena” que siguieron exponiendo la versatilidad de esta paleta sonora.

Trayendo a colación de nuevo la figura de Silvio Melgarejo, y tomando prestados sus versos en los que situaba a los sureños de norte a sur, Pájaro es el el arquetipo de dicha categorización, haciendo de su irrenunciable acento una representación universal que nos lo muestra alejado de tópicos y utilizaciones torticeras. Su sello nace del olor de las callejuelas de su ciudad, pero también de los riffs que depositan las olas de la playa, los ubicados en los cielos conquistados por Hendrix o las llanuras musicadas por Sergio Leone. Todo ello confluye en la escenificación de un “pájaro” que cada vez que se posa deslumbra con su talento, y uno intuye que ésta no será la última vez...

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