Laetitia Sadier, el placer de los sentidos
Conciertos / Laetitia Sadier

Laetitia Sadier, el placer de los sentidos

7 / 10
Eduardo Tébar — 16-03-2013
Empresa — Sinestar Poulidor
Sala — Planta Baja
Fotografía — Arturo García

Serena. Impávida. La presencia en el escenario de Laetitia Sadier proporciona impagables dosis de familiaridad y mansedumbre. Nada mejor para los resacosos cuerpos de una noche de domingo. Frente a la ternura sedante de su música, la audacia mordaz del discurso. “No entiendo que las calles no estén llenas de gente exigiendo más democracia”, espetó al público en la sala Planta Baja de Granada.

La gala presentaba su segundo disco en solitario, “Silencio”. Un compendio de pop inteligente, huidizo de comodidades y clichés estéticos. A pesar de que Tim Gane firme una composición perfecta (‘Next time you see me’), los tiempos de gloria quedan en el aire. “No sé si habrá más álbumes de Stereolab”, me confesaba Laetitia horas antes del concierto. Pero ahí sigue el tropicalismo como coartada para dotar de dimensión política a las canciones.

En formato de trío. Bajo y batería dúctiles, al servicio de ella y aportando contrapunto en los coros. En primer plano, la desconcertante figura de Sadier, guitarrista zurda con cuerdas invertidas. De rasgueo sostenido, entre diletante y refinado. Como Television y los Feelies. Un tema como ‘Auscultation to the nation’ define la dualidad: ternura hipnótica y colmillo en una letra que clama contra la tiranía del capital, las grietas del sistema y el abuso del poder. En ocasiones, el grupo se disfraza de orquesta y juega con ambientes de lounge vaporoso. Sucedió en ‘There is a price to pay for freedom (and it isn’t security)’. Trigonometría crítica con afán escapista y espiritual. Como quien es consciente de la reserva natural de sonidos vivos y señala Brasil en el mapa (‘Find me the pulse of the universe’).

Se echó en falta algo de aceleración –la sensación de brío aumenta cuando canta en francés–, aunque la catarsis funciona así. Lo comprobamos en ‘Silent spot’, con ecos de santuario zamorano. Después un debut solista (“The Trip”, 2010) marcado por dramas personales, Laetitia propuso un viaje sin turbaciones al placer de los sentidos.

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