Los escorpiones
Libros / Sara Barquinero

Los escorpiones

9 / 10
José Martínez Ros — 18-04-2024
Empresa — Lumen
Fotografía — Archivo

El gran escritor argentino Ricardo Piglia comentó una vez, en una de sus conferencias, que uno de los argumentos más habituales de la ficción contemporánea era el siguiente: “un hombre pierde a una mujer y se inventa una conspiración”. De manera consciente o no, la jovencísima Sara Barquinero (Zaragoza, 1994) parte de esta premisa, invirtiéndola. La protagonista, una veinteañera también llamada Sara ha quedado por primera vez con un hombre, Javier, que ha conocido en una app, algo que hacen todos los días, en todo el mundo, millones de desconocidos. Sin embargo, no aparece y cuando indaga un poco (es una persona desubicada, con un presente en ruinas y un futuro nebuloso, las conversaciones por Internet con ese extraño apuntalaban hasta cierto punto su vida) descubre que ha fallecido. Se ha suicidado. De repente, en lugar del anhelado encuentro amoroso se ve ante una invitación a un entierro. Si algo sabemos a estas alturas es que no hay nada más peligroso que un individuo desesperado, sin nada que perder; y Sara tiene muy poco que perder, así que se obsesiona, trata de hallar una explicación a su muerte.

La obsesión es un tema importante en este libro. Si “La broma infinita” de David Foster Wallace fue una gran novela sobre la adicción –sobre los peligros de la idea de una gratificación inmediata, del entretenimiento infinito– “Los escorpiones” es una novela sobre la obsesión. Sus dos protagonistas, Sara y Thomas (al que conocemos algo más adelante) son dos personajes aún jóvenes, pero están quemados; han descubierto que, como adivinó Foster Wallace, tras la gran promesa de las redes sociales, la conectividad absoluta y los gadgets tecnológicos, sólo hay una sima de ansiedad e insomnio, de soledad y neurosis. Así que los dos son dos detectives ideales: mejor partir tras un misterio que afrontar el estado de demolición de sus existencias. Reproducen, inconscientemente, un fenómeno generalizado que explica por qué las teorías de conspiración son ahora más populares que nunca, ya sea en la literatura y el cine o en los foros y comunidades que proliferan en la red sobre los chemtrails, el 11-M, el pizzagate o las vacunas. Todos llegan a una idéntica conclusión: si nos sentimos tan cansados e insatisfechos, es porque alguien nos engaña.

Thomas y Sara descubren, en efecto, una vasta conspiración, como los personajes de Borges o Eco atisban “el secreto de mundo”, pero acceden a ella a través de medios que son rigurosamente contemporáneos: de la Deep Web, de los creepypasta, de las leyendas urbanas acerca de videojuegos malditos como el quimérico Polybius y de canciones que pueden inducir al suicidio. La autora le añade un contexto histórico, nos traslada –en las mejores páginas de la novela– a la Italia en que, tras la I Guerra Mundial, emergía el fascismo (en medio de muchísimo cansancio e insatisfacción). Entonces fue cuando advertimos, por primera vez, que una época de gran avance tecnológico puede estar acompañada por una invasión de lo irracional, del oscurantismo, de la barbarie; que, en realidad, no existe entre ambas cosas ninguna oposición. Esta parte del libro nos recuerda en especial a uno de los más grandes escritores que convirtieron la obsesión conspirativa en materia de alta literatura: el Thomas Pynchon de “V” y “El arco iris de la gravedad”.

“Los escorpiones” es una de las mejores novelas que se ha publicado en lo que llevamos de siglo XXI. Pertenece a un raro linaje de novelas-monstruo, aquellas en las que un escritor se disfraza de demiurgo y, partiendo de una realidad más o menos reconocible, crea un universo autónomo, con sus propias reglas, enigmas y cosmogonía. Se han escrito muy pocos libros en castellano en los últimos veinticuatro años con tales aspiraciones: “2666”, sin duda, es el primero que viene a nuestra cabeza; y tal vez habría que citar también “Tu rostro mañana” de Javier Marías y “Nuestra parte de la noche” de Mariana Enríquez. Por supuesto, que la autora haya escrito un libro tan enormemente ambicioso y valiente (y, en gran parte, logrado) a su edad lo vuelve todo un poco más asombroso.

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