Los apocalipsis del pasado
Cine - Series / Graham Hancock

Los apocalipsis del pasado

6 / 10
JC Peña — 10-01-2023
Empresa — Netflix
Fotografía — Cartel de la serie

El periodista británico Graham Hancock lleva años granjeándose el desprecio y la enemistad de buena parte del establishment arqueológico con sus teorías sobre una civilización antigua que habría sido barrida del mapa hace unos doce mil años, tras la última glaciación; los supervivientes del cataclismo (según él, que se apoya en ciertas evidencias geológicas, el impacto de un cometa o asteroide), habrían enseñado a sus congéneres más primitivos conocimientos necesarios para erigir a nivel global imponentes construcciones megalíticas y las técnicas con las que la Humanidad pasó de la caza y la recolección a prosperar en sociedades sofisticadas. ¿Cómo explicar, si no, tan rápida transición?

El muy entretenido y por momentos interesante documental de Netflix detalla las fascinantes (y muy discutibles) hipótesis de Hancock mediante sus viajes a diferentes monumentos megalíticos de todo el mundo –de Indonesia al Caribe, Malta, México, Estados Unidos y Turquía–, cuya antigüedad sigue desconcertando a los historiadores. Es una buena ocasión para admirar la grandeza de las pirámides mayas más antiguas, o alucinar con la extraña estructura en forma de calzada gigante (¿natural?) que esconden las aguas poco profundas del Caribe.

No pierde ocasión el periodista –que se presenta como tal, sin engañar a nadie– para lanzar pullas a los arqueólogos oficiales que llevan años en pie de guerra con él. El clímax de su enfrentamiento se produce cuando a él y a su equipo se le niega el ingreso a una misteriosa estructura precolombina con forma de gran serpiente radicada en Estados Unidos, una decisión a todas luces exagerada que refleja el clima de puritanismo histérico que impera en aquel país. Para el establishment bienpensante Hancock sería una especie de chalado extremista que estaría dando pábulo a versiones conspiranoicas de nuestro pasado. Y yo sigo sin entender que sus (para mí) inofensivas teorías pongan de los nervios a tanta gente, más allá de haber sido invitado varias veces por el también ampliamente demonizado Joe Rogan (que, por cierto, aparece en el último capítulo).

La producción abusa de la música efectista al uso en este tipo de documentales de enigmas históricos, utiliza animaciones elegantes y resalta la apasionada mirada de un hombre quizá demasiado encastillado en sus tesis por la enconada oposición frontal que ha encontrado de parte de la historiografía oficial; producto de una combinación de corporativismo a la defensiva y (supongo) cuitas personales que en los ocho capítulos, naturalmente, se obvian. El caso es que Hancock parece un tipo tan sensato como afable, y descubrimientos como el extraordinario y antiquísimo yacimiento turco de Göbeki Tepe (¡12.000 años!) suscitan preguntas que de momento carecen de respuesta. El periodista reafirma sus tesis entrevistándose con algunos arqueólogos locales que disienten de la narrativa oficialmente aceptada, planteando cuestiones interesantes que reafirman ciertas las tesis del periodista.

De ahí a sostener que algunos de nuestros ancestros eran avezados astrónomos que dejaron en sus imponentes monumentos pistas jeroglíficas o misteriosos signos sobre los desastres cósmicos que tuvieron que sufrir, y que los puntos en común de los mitos de distintas civilizaciones obedecen a un evento real de alcance planetario, hay un trecho. Lo cual sigue sin explicar la agresividad visceral con la que Hancock ha tenido y tiene que lidiar. Que la plataforma norteamericana le haya producido esta curiosa serie me parece, en cualquier caso, saludable: visionario, charlatán o combinación de ambas facetas, a cada interesado por el devenir de nuestra especie le compete juzgar los planteamientos del británico, en función de la falta o no de pruebas y evidencias que aporta. Por desgracia, la polarización maniquea en boga no admite matices: como muestra, los comentarios irreconciliables de los que han disfrutado o sufrido de la serie.

 

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