Napoka Iria: el edificio que nunca caerá
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Napoka Iria: el edificio que nunca caerá

Urko Ansa — 18-01-2022
Fotografía — Josu Torrealday

El año pasado se cumplieron tres lustros de la formación de Napoka Iria, el inolvidable proyecto de Miren Narbaiza y Ander Mugika. Y en este 2022 se cumple uno desde la triste noticia de su disolución. Aprovechamos ambas efemérides para recordar esta mágica propuesta que cautivó a muchos de nosotros.

Fase I: el descubrimiento del primer disco

Corría septiembre de 2011 cuando nos tocó entrevistar a este dúo conformado por Ander Mugika (Elgoibar) y Miren Narbaiza (Eibar). La publicación de su primer LP (“Lehertarazi edifizioak”, Bonberenea Ekintzak) supuso una sorpresa muy refrescante para un buen número de oyentes. Su aparente libertad de formas, texturas y la fluidez natural de sus versos contribuyeron decisivamente a ello. La mayoría de sus composiciones eran puro fuego, empezando desde la apertura llamada “Berotzeko”. Una base instrumental de una desnudez poco usual pero expansiva y de una profundidad de sorprendente calado. Ander Mugika transmitía con pocas notas probablemente más que dos guitarristas convencionales juntos. Y Miren Narbaiza convertía cada letra en algo muy personal. Un torrente extremadamente sensitivo a la par que salvaje que solo puede salir de dentro.

“Berotzeko” fue en consecuencia un buen escaparate de lo que podían ofrecer los dos jóvenes. La siguiente, “Inpro 1” era una de las dos improvisaciones incluídas en el disco. Una delicia con letra en inglés por supuesto improvisada y enriquecida con su especial simbiosis con la guitarra. De cómo un planteamiento en apariencia tan básico pudo transmitir tanto fuego es realmente un misterio que solo puede venir de un talento innato e intuitivamente genial. “Lurra idor” era otra gema y clásico instantáneo en un repertorio retrospectivamente genial pero corto en cuanto a discografía.

“Erantzun” y “Bozgorailu” eran otras dos joyas acústicas e íntimas, de una personalidad fuera de lo común y una rara avis en la escena. El pulso y la fuerza natural de Miren en la primera y la potencialidad de la segunda (extrapolable incluso a sonidos más rockeros) constituían parte de los puntos fuertes de la propuesta. Cabría situar en los mismos parámetros de calidad a “Porstrait 58” y “Negua”, si bien el crescendo y el salvaje impulso de la segunda nos tarnsportaba a terrenos más pasionales.

Nueva improvisación (“Inpro 2”), antesala de una de las pocas versiones de la historia de la pareja: la sorprendente versión del “Zure atzetik” de nada menos que Su Ta Gar, tan alejados estilísticamente del dúo. El resultado supondría una de las piezas más insólitas de los de Eibar, con un despliegue de talento e intensidad difícilmente imaginables en primera instancia. Una cover indiscutiblemente hecha desde el corazón. Y la despedida con un instrumental impulsado por diferentes intensidades y picos de emoción bastante entrañables. Buen final para un disco fuera de lo común.

Fase II: presentaciones en directo

Toda vez que este primer disco era formato de directo, la probable grata experiencia de las presentaciones en público no ocultaba un componente de riesgo y misterio: al fin y al cabo se trataba de un dúo con puntuales apoyos en forma de instrumento aparte de la guitarra: acaso el kalimba y el ukelele. Descubrimos a dos jóvenes inquietos, de gran personalidad e intuición que amaban su música y se apoyaban en sus opacas atmósferas para por fin cautivar con su posible timidez y su talento innatos. Fue presentar este disco e inmediatamente subir unos cuantos escalafones en el ranking de la escena vasca tan por otra parte competitiva y genial por esa época.

El hambre de más material tuvo buena respuesta en el descubrimiento de la maqueta que fue grabada nada menos que hacía cinco años, ¡en 2006! Había sido grabado en Legarre Estudioa de Eibar con Ander Barriuso en los controles, en aquella fecha tan remota para los profanos. Destapamos en la grabación un cúmulo de sensaciones sorprendentemente homologables a más de una pieza del nuevo disco. Y sí, el talento ya estaba allí. Acaso en forma más primitiva, pero ¿no era acaso extremadamente primitivo el primer elepé? Cierto, aunque podríamos hablar de un talento en ciernes, o un talento manifiestamente palpable pero ubicado en un entorno amateur y acaso oculto en la montaña de maketas editadas cada año.

“Kea” era pura delicia, y lo más sorprendente es que ya contaba con todo el espectro folk desnudo y remarcadamente intenso del posterior disco largo, en el cual pudo haber encajado. ¿Qué pasó en esos cinco años? No me lo pregunten a mí, pero puede ser que no fueran conscientes, ni ellos ni la escena vasca en general, de la inmensidad de su talento. Esos cinco años permanecen por el momento en la senda del misterio, que esperemos aclarar algún día con sus protagonistas. El talento y el estilo ya estaban ahí como lo estaba también en “Kalean”, una poderosa exhibición de las cuerdas vocales de Miren. “Inoiz” también ofrecía un plus de intensidad, pero nada comparable al arrebatador despliegue de Miren en “Ezin baitut”.

Aún hubo un single digital en 2008, compuesto por tres temas. Fue grabado el mes de julio en los en los Estudios s(on)s de Barcelona por Ferran Aranda en un ambiente bastante propicio para esos temas. “90 segundu” y “Egurra” se dejaban llevar por unos terrenos acaso menos intensos de lo que sería el grupo posteriormente, si bien extendían buenas dosis de elegancia, y “Poortstraat 58” - además de darle el nombre al single- contenía la esencia de la versión que grabarían tres años depués en el primer disco.

Fase III. Altos vuelos: el disco de la confirmación

Puede que el 2013 fuese el gran año de Napoka Iria. Todo el mundo estaba pendiente de su segundo disco y habían subido a una plataforma que solo anticipaba grandes hazañas. El mismo 2013, antes del disco, había visto la luz un single prometedor, titulado “Itzal itzazu argiak #2” con la bluesera “Egizu ondo” como cabeza de cartel. Una auténtica maravilla que remarcaba aun más la versatilidad de su propuesta. La cara B (“Hiritik zoaz ihesi”) suponía, a su vez, una mayor aproximación o un mejor resumen de lo que fue y sería su carrera; una joya folk realmente arrebatadora. Advertíamos después que ambas eran versiones de Kansas Joe McCoy y de Richrad Tucker, respectivamente. Un blues del delta y una delicia folk que sin embargo seguían encajando en su propuesta y continuaban expandiendo el sonido de Ander y Miren.

Un nuevo single, esta vez con música del dúo y letra de Ibon Muñoa llamado “Zalantza I” ampliaba su colección de canciones a la espera de mayores empresas. Por fin veía la luz “Arnasten ikasteko berriz”, segundo y desgraciadamente último LP de Napoka Iria, un trabajo maduro y sereno que sorprendió a propios y extraños. La tensión palpable en todos sus surcos, su control de la intensidad y la sobriedad de la voz de Miren la convirtieron en un epílogo antológico se mire por donde se mire. Es la historia de cómo una instrumentación tan austera pudo transmitir tanto poder.

El trabajo y las horas invertidas que se intuía detrás de cada ambientación y de cada surco debió de ser inmenso. La espontaneidad del primer disco dió paso, por consiguiente, a una obra maestra manteniendo (y eso es lo mejor) su desnudez y sobriedad instrumental. En esta ocasión, es cierto, la sabiduría musical es palpablemente más sensible y la amplitud sonora mayor y más sofisticada. Recalquemos sin embargo, una vez más, su sencillez y la falta de ambientes sobrecargados.

“Etxeorratz” nos guía por un camino de belleza tensionada, de sonido aparentemente plano pero enormemente acaudalado. Y de ese intenso caudal fluyen “Ibiltzeko gertu” e “Izotzetan erre” en un continuum victorioso sin visos de terminar. Solo lo hace al finalizar del disco, el cual por otra parte deseamos que nunca tenga lugar. “Nik ere” supone una de sus cumbres, una maravilla en forma de ensoñación y trance glorificada por la sugerente voz de Miren y un Ander que lo borda a la hora de crear esa especie de nebulosa eterna.

Con “Disonantziak” el efecto anteriormente descrito no hace más que expandirse, dando la impresión de que todo el disco está pensado para escucharlo de un tirón y así conseguir ese resultado, que alcanza su apogeo en este tema. Nos sorprenden, entonces, con un rock pegadizo como “Kontra”, en formato de trío completado por las baquetas de Felix Buff, que ya había aportado unas sobrias percusiones tanto en “Ibiltzeko gertu” como en “Disonantziak”. “Kontra” nos mostraba la faceta rockera de Ander, esa vertiente que también había dado sus frutos en el breve pero intenso experimento Napoka Band (Ander y Miren junto a Joseba B. Lenoir, Felix Buff -Willis Drummond- y Andoni Mugika de Andrakan) y que los seguiría dando en otros proyectos futuros.

Nos aproximamos al final, un final que creo recordar respetaban en los directos, que se habían convertido en grandes muestrarios de talento y profesionalidad a pesar de la responsabilidad de clavar unos temas no tan fáciles de ejecutar. “Erantziz jantzi” y su comprimida voz aportaban dramatismo a unas guitarras sencillamente conmovedoras. Y la épica despedida con “Distantziatik”, arrebatador epílogo llevado al éxtasis por el harmonium de Iban Urizar.

Era 2013 y la pareja lo tenía todo: el beneplácito de la crítica y el aprecio de un nada desdeñable apoyo de seguidores que iba en aumento, un estado de gracia compositivo y un trabajo excelente bajo el brazo. El que debiera ser su momento de implosión se quedó estancado con la separación. Aún en 2014 publicarían un nuevo single junto con las Tea Party llamado “Arrakalak”.

Pero una noticia superó todas nuestras expectativas: habían recibido una oferta por parte de la televisión pública vasca (ETB) para participar en la temporada 2013/2014 en el programa “Tumatxak”, en donde irían filmando y grabando versiones de temas populares vascos como “Aitormena” (Hertzainak), “Arratsalde honetan” (Sorotan bele), “Loa Loa” (Amaia Zubiria), “Aitarik ez dut” (Errobi), “Bizkaia maite” (Benito Lertxundi) etc. donde llevarían a su terreno tan míticas canciones. Y es que era ya innegable que estábamos hablando de un estilo propio. Y en esas estábamos cuando Napoka Iria deja de generar noticias y parece entrar en un perídodo de hibernación una vez alcanzada la cima.

Concierto de despedida

Tras más de dos años sin tocar, se anunció un concierto de despedida para el siete julio de 2017 en el Coliseo de Eibar. El mes de mayo se propagó la noticia, y con ella la decepción para sus seguidores, mitigada por el pequeño consuelo que suponía la despedida oficial y a lo grande de Napoka Iria. Una despedida que os contamos con pelos y señales en su día. Un concierto extremadamente emotivo con video de doce minutos incluido, además de ilustres invitados de la familia Napoka Band como Joseba B. Lenoir, Iban Urizar, Felix Buff, Ibai Gogortza y la sorpresa de la inimitable Mursego.

Ander y Miren siguieron camionos divergentes si bien coincidieron por algún tiempo en Joseba B. Lenoir Gang. Miren participó en proyectos varios, la más consistente de cosecha propia: el apreciado grupo MICE. Y Ander tampoco se quedó quieto, y resumiendo bastante, acompañó a Javier Muguruza y actualmente forma parte del súper grupo de Anari. Fue Napoka Iria una propuesta única que los más acérrimos no olvidarán. Puede que sea cierto que los proyectos cortos (o que han terminado antes de tiempo) engrandezcan la leyenda, pero el hueco que dejaron en la escena es distinguible aún.

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