Entrevistamos a Nadia Hafid, premio Ojo Crítico de Cómic 2022
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Entrevistamos a Nadia Hafid, premio Ojo Crítico de Cómic 2022

José de Montfort — 12-11-2022
Fotografía — Natalia Cornudella

Nadia Hafid (Terrassa, 1990) nos sorprendió con su ópera prima, el cómic autobiográfico “El buen padre” (Sapristi, 20), una potente historia sobre el vacío, la soledad y la fragilidad. Ahora vuelve a las librerías con “Chacales” (Sapristi, 22), un cómic en el que investiga sobre el trastorno de personalidad conocido como Trastorno Explosivo Intermitente. Y por si no hubiera suficiente, acaba de ganar el Premio Ojo Crítico de Cómic 2022 de RNE.

De igual forma que en “El buen padre”, sigues aquí basándote en experiencias personales. ¿Por qué decidiste escoger el Trastorno Explosivo Intermitente como tema central del libro?
Durante la pandemia, casi un año después de publicar “El buen padre” (más o menos) me encontré en una página web sobre psicología un artículo que hablaba de este trastorno llamado “trastorno explosivo intermitente” y que trata de cómo las personas que lo padecen tienen dificultades en poder controlar la ira y por este motivo reaccionan de manera agresiva y violenta normalmente de manera repentina y descontrolada. Me pareció que era un buen punto de partida y el punto de conexión perfecto para poder hablar de otras cuestiones que me interesaba explorar.

Al respecto de este trastorno, ¿qué afectación ha tenido el mismo en tu vida?
En este caso, “Chacales” no es un cómic basado en vivencias personales en sí. Pretendo hacerme preguntas y plantearme qué sucede con todas aquellas personas que padecen distintos problemas de salud mental, cómo debemos preguntarnos si sólo se pueden abordar estas cuestiones de una manera individual o si debemos alejarnos también un poco y ver qué hay detrás.

"Pretendo hacerme preguntas y plantearme qué sucede con todas aquellas personas que padecen distintos problemas de salud mental"

¿Te ha servido este libro para confrontar el TEI y/o para entenderlo mejor?
Me ha interesado muchísimo leer acerca de este trastorno y de otros temas relacionados con el control de las emociones y cómo gestionarlas desde un punto de vista personal, pero con “Chacales” no pretendo hacer un análisis clínico del trastorno, para mí es una “excusa”, una vía que me permite explorar y preguntarme si la soledad, la frustración y el desencanto entre otros, están instaurados como estados permanentes en la sociedad.

Aparte del trastorno en el que se basa el libro, o quizá como consecuencia de éste, se siente una gran soledad. ¿Dirías que el signo de nuestros tiempos?
Me parece interesante porque justamente tenemos la sensación de estar siempre rodeados de personas, permanentemente conectados a través de las redes sociales, las aplicaciones de chats, las reuniones en Zoom, etcétera, pero curiosamente esta manera de relacionarnos con los demás no sé si se puede traducir en que nos sintamos menos solos. Creo que es porque, aunque nos relacionamos constantemente, no creamos entre nosotros un sentido de comunidad y eso significa que no se crean redes de apoyo que nos hagan sentir que podemos construir vínculos fuertes con los demás. Creo que la gran mayoría de las interacciones de nuestro día a día con los demás se quedan en un plano superficial y productivista que a menudo no hacen más que agravar la distancia que tenemos con el otro, y generar así una sensación de que estamos atomizados. También el hecho de estar permanentemente centrados en nuestro yo (siendo una decisión no voluntaria) hace que sea difícil no sentirse solo. Pero confío también en que podemos subvertir esta tendencia porque somos conscientes de ello.

Un tema que también aparece en tu novela gráfica es el de la problemática con la identidad de género, la cuestión no solo de la autoaceptación, sino de la severa mirada de los otros que sojuzga y minusvalora, pero también un segundo tema (o corolario del mismo) que es la difícil aceptación de ayuda por parte de los otros cuando uno/a sufre internamente y no es capaz de expresarse sino con la violencia de su frustración. Querría que me hablaras de cómo ves este asunto.
En la primera historia del cómic, el personaje ha decidido ser quien es y sabe que no encaja en la etiqueta que se le presupone, que tiene que encajar. Es consciente de que el mundo que le rodea va a juzgar y va a señalar esa diferencia. Al principio se trata de protegerse, de proteger quién eres, pero estar constantemente en alerta puede llegar a ser muy doloroso y frustrante y eso puede acabar desencadenando una situación donde se instalan la rabia y la ira. El personaje vive permanentemente en este estado e incluso podría decirse que lo ha convertido en parte de su propia identidad y se reivindica precisamente así en su relación con los demás.

¿Por qué escogiste tres personajes que no tienen nada que ver, a los que solo une su difícil control de la ira y no centrarlo en un mismo personaje y desarrollar su historia en el tiempo? Dicho de otro modo, ¿crees que para mostrar de manera efectiva el TEI es más elocuente que estén más acotadas las historias?
No quería reducir la historia a un solo perfil de individuo. Al plantear tres tipos de vidas (jugando también con el espectro de las edades) me permitía no caer en que sólo hay un tipo de personas que pueden padecer este trastorno o solo un tipo de personas que pueden actuar de manera violenta e irrefrenable. Caer en lo que se entiende como un Chacal, un chico joven, de barrio marginal, que es agresivo y tiene una mala gestión de la ira para proteger su honor o su dignidad, hacerse respetar, etcétera. Claro que la desigualdad y la injusticia es un motor compartido en los tres personajes, pero precisamente por eso, no quería que tuvieran un rostro determinado, un solo perfil de individuo que exterioriza este profundo sentimiento de injusticia, esta ira de un modo vehemente, porque todos podemos ser estas personas. Me parecía muy reduccionista partir ya de un tipo de personaje que todos tenemos en mente que encaja en esta descripción y que se ha visto representado muchas veces en el cine y la literatura, básicamente no me interesaba porque no me resultaba creíble entonces. También me interesaba introducir la perspectiva de género, pensar en qué ocurre cuando son personajes que podríamos leer como mujeres se apropian de la violencia y la agresividad que siempre se ha asociado a un rol masculino ¿Puede eso influir en que ellas justamente refuercen estas actitudes para desmarcarse de estos patrones establecidos y rebelarse contra la opresión que sienten?

"Claro que la desigualdad y la injusticia es un motor compartido en los tres personajes, pero precisamente por eso, no quería que tuvieran un rostro determinado"

Igual que en “El buen padre” se percibe aquí una suerte de terrible fatalidad, como si los personajes no pudieran ser más que lo que son. ¿Qué opinas sobre esto?
Uno de los planteamientos tanto en “El buen padre” como en “Chacales” es justamente ese. En el caso concreto de “Chacales”, uno puede preguntarse si estos personajes son capaces o podrán salir de este círculo que parece que les empuja a quedar reducidos solo a esta manera de ser. Es decir, ellos reaccionan a las distintas situaciones en las que se ven envueltos de manera de un modo violento y agresivo, son incapaces de controlar esa ira que les recorre por sentirse desamparados, frustrados, y también juzgados, es como si ya no pudieran dejar de ser eso, como si ya solo se esperara de ellos que ya solo reaccionen así, casi como si solo su modo de actuar ante lo que les agrede y les daña, les definiera como individuos. Y esa puede ser una de las preguntas, ¿Pueden estas personas escapar de ser eso que creen que les define? ¿Y a la mirada externa?

Este álbum, igual que el anterior, es un libro marcado por los espacios vacíos. ¿Consideras que es esta una de tus marcas de estilo?
Utilizo el cómic para pensar, y hacerme preguntas sobre cuestiones que en la mayoría de los casos no tengo respuestas claras. Por eso me interesa crear situaciones en mis historias donde yo dejo un espacio para que el lector pueda hacerse también sus propias preguntas, y pueda sacar si quiere sus propias conclusiones sobre lo que yo estoy mostrando. No pretendo que haya solo una interpretación de lo que está sucediendo, tampoco una conclusión final. Llevar al lector de la mano y que tenga que sentir o entender de una manera lo que yo planteo en mis cómics no es mi objetivo. Por este motivo existen los espacios vacíos, los espacios donde el ritmo de la historia desciende, donde me alejo y dejo que el lector se encuentre delante de estos personajes y sus acciones y pueda interpretarlos a partir de su propia percepción de lo que cree que está sucediendo. Para mí es clave también tejer una especie de clima, un ambiente que envuelva la lectura.

Tu estilo se caracteriza también por la sobriedad de los dibujos que sirven para potenciar las emociones, para que así no quede duda alguna sobre lo expresado, ¿de dónde te viene este gusto por la austeridad de las formas?
A medida que mi estilo de dibujo ha ido desarrollándose, me he dado cuenta de que para contar ciertas cosas o contarlas de un cierto modo, no necesitaba tener que explicitarlo todo con un estilo detallista y muy descriptivo. He preferido apostar por la síntesis, en pro de la ambientación y el clima, provocados por el color, por ejemplo, u otro tipo de recursos. Cuando empecé a trabajar en mi primer cómic largo, “El buen padre”, tenía miedo (al ser una historia personal) de caer en cierto dramatismo excesivo, y quería alejarme de eso, por este motivo empecé también este camino a la depuración.

Encuentro un paralelismo entre tus dos libros en lo que respecta al uso de la violencia, que explota en un determinado momento, se torna impotencia y lleva a los personajes a desaparecer, a abandonarse en sí mismos, por decirlo de alguna manera. Quería preguntarte sobre cómo ves tú esto.
Tanto en el caso de “El buen padre” como en “Chacales”, las personas ejercen la violencia de una manera determinada. No es una violencia premeditada, no está calculada, es una violencia que nace de un estallido, un estallido irrefrenable que en el momento de la explosión puede ser liberador. Incluso se propone la idea de si en cierto punto este estallido puede ser placentero porque al final para ellos reaccionar así no deja de ser una manera de canalizar eso que les hace sufrir y esto les produce una sensación de desahogo. Pero claro, esto no deja de ser una mala gestión de lo que están sintiendo y al final después aparece la culpa, el arrepentimiento (porque son conscientes del daño y el dolor que pueden generar a su alrededor). Creo que todos mis personajes, en el fondo, tienen la sensación de estar condenados a quedar reducidos a ser solo eso, personas violentas que producen rechazo y con las que nadie quiere empatizar ni llegar a entender. Y eso les hace sentirse profundamente aislados y parece que la única salida hacia adelante es precisamente abandonarse a eso que les ha llevado a estar en ese punto.

Y hablando de referencias, ha dejado dicho Eloy Fernández Porta que tu obra sigue la herencia de Lars Arrhenius y de Julian Opie. ¿Te sientes identificada con esta filiación?
Descubrí a Julian Opie (como imagino muchas de nosotras) con su mítica portada para el disco recopilatorio de Blur principios de los dos miles. Más tarde volví a reencontrarme con su trabajo durante la carrera de Bellas Artes y, aunque no diría que es un artista que haya estado muy presente en mi desarrollo como dibujante, sí que diría que hay esa conexión con su obra que aparentemente resulta colorista, pop incluso podríamos decir naif y, sin embargo, transmite una sensación de vacío y de desconexión. Desconocía el trabajo de Lars Arrhenius, y la verdad es que al indagar un poco en su trabajo me pareció que sí que había aspectos de su obra que pueden encajar perfectamente con lo que quiero reflejar en mis cómics.

Se te considera una autora de vanguardia, ¿qué opinas tú al respecto? ¿Te sientes cómoda con esta etiqueta?
Cuando estoy en mi estudio trabajando, ya sea haciendo ilustraciones por encargo, o dibujando mis cómics, intento no pensar mucho en la idea de donde podría encajar mi trabajo, porque no quiero ser demasiado consciente de mi estilo o ponerme a mí misma una etiqueta. Quiero no tener la sensación de que solo puedo trabajar de una manera o que solo puedo moverme en un espacio determinado de creación. Quiero sentirme cómoda y entusiasmada con lo que estoy haciendo, y quiero también poder disfrutar del proceso de trabajo sin sentirme encorsetada. Las etiquetas sobre mí trabajo lo dejo en manos de los lectores, las libreras, los comisarios, las críticas, las directoras de arte, etcétera. ¡Eso me tranquiliza más!

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