Chacales
Comics / Nadia Hafid

Chacales

8 / 10
Laura Madrona — 18-10-2022
Empresa — Sapristi

Coloquialmente usamos la palabra chacal para referirnos a alguien solitario y dañino para la sociedad, que debe vivir alejado de los demás. No es extraño que Nadia Hafid haya escogido ese animal –tótem, por otro lado, muy poderoso en algunas culturas–, para referirse a los tres personajes de esta novela gráfica.

Si El buen padre (Sapristi, 20) fue una declaración de intenciones en toda regla, un “aquí estoy porque he venido” por el que Hafid se llevó además el Premio al Mejor Autor Emergente de la Asociación de Críticos de Cómic, con “Chacales” consigue afianzar su posición como una de las narradoras más interesantes y vanguardistas del panorama de cómic nacional. Lo es por su estilo minimalista en formas, diálogos y paleta de colores; por su manera de plantearnos la composición de sus páginas y viñetas, extrañamente ordenadas y contenidas por una geometría oculta y desconcertante; y por saber poner todos esos recursos estilísticos y formales al servicio de la soledad de esos tres personajes cuyo único vínculo, la ira, los acaba aislando en una existencia solitaria e incomprendida.

Quizás uno de los aspectos que me resulta más fascinante de la obra y estilo de Hafid es la cantidad de sensaciones contradictorias que es capaz de despertarme como lectora, empezando por la inteligente elección de los personajes para abordar el Trastorno Explosivo Intermitente, caracterizado por episodios repentinos de violencia física o verbal. Las actitudes violentas están habitualmente asociadas a hombres, pero Hafid ha escogido a dos mujeres y un niño. Y dudo que esa elección sea fruto del azar, sino una voluntad de subvertir los roles y características que socialmente se atribuyen a las personas.

Paradójicamente, Hafid ilustra esos episodios explosivos encerrando a sus personajes en una geometría medida y controlada. Como lectores, sabemos de la inminencia de la ira que experimentan los personajes porque sus rostros, que hasta ese momento había permanecido vacíos, se llenan de pronto de ceños fruncidos y expresiones severas. El estilo de Hafid, con esa aparente frialdad en su ejecución, nos puede llevar a pensar, erróneamente, que podemos ejercer de objetivos espectadores de la vida de estos personajes desde un cómodo distanciamiento. Sin embargo, pronto nos vemos inmersos en la realidad de esas personas que existen atrapadas en esos fondos de tonos templados y neutros, sometidos al control de esas líneas minimalistas y planas, excluidos por esos colores cálidos que los destacan y que, no obstante, los vuelven también invisibles al resto de personajes que, en forma de multitudes, transitan este cómic.

Curiosamente, escribo esta reseña en el Día Mundial de la Salud Mental. Hafid consigue poner el foco en la incomprensión, la alienación y aislamiento que hoy en día aún sufren las personas con enfermedades y trastornos mentales. “Da igual cómo me ponga. Soy totalmente invisible”, le confiesa uno de los personajes a su terapeuta. Y nadie le responde.

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