"Bailar sabiendo que te sientes fatal es un acto de aceptación total”
Entrevistas / The Wombats

"Bailar sabiendo que te sientes fatal es un acto de aceptación total”

Marta Terrasa — 14-01-2022
Fotografía — Tom Oxley

Un grupo sin pretensiones. Esta frase se ha utilizado en decenas de ocasiones para describir a The Wombats, el trío de Liverpool que saltó a la fama en 2007 con hits como “Let’s Dance To Joy Division” o “Kill The Director”, encapsulados en un debut musculoso y heredero de su época.

Ahora regresan con un quinto esfuerzo titulado “Fix Yourself, Not The World” (Awal/Popstock!, 22), en el que de nuevo solo hace falta rascar la superficie para encontrar letras que capturan la angustia vital con certera precisión, envueltas en melodías pegadizas y bailables.

Tras la publicación de su debut, unos The Wombats  veinteañeros se encontraron en el centro de las miradas, junto a otros compañeros del indie británico más fiestero, como Arctic Monkeys, Kaiser Chiefs o The Cribs. “Hacíamos lo que hace la gente de esa edad”, asegura al otro lado de la pantalla Dan Haggis, batería de la formación. “Recuerdo que un día, ‘Murph’ [Matthew Murphy, líder del grupo] empezó a tocarnos una canción muy lenta en el piano, “Moving To New York”, y yo le dije ‘sí sí, está genial pero vamos a animar un poco el tempo’ y los tres en la habitación comenzamos a tocar y nos lo pasamos genial y al final la canción acabó con un rollo muy distinto; mucho más enérgico. Porque eso es lo que pasa cuando nos juntamos”, recuerda Haggis. Esa es una de las habilidades más evidentes de The Wombats: su capacidad por construir canciones “oscuras” por sus letras y armarlas con melodías vitalistas y llenas de color, que te arrastran a la pista de baile.

"¿Sabes cuando te agobias porque piensas ‘joder, no estoy haciendo lo suficiente para frenar el cambio climático’ o porque no puedes ayudar a más gente, etcétera. Y terminas totalmente sobrecogido y sintiéndote un desgraciado?"

Una de las ventajas que llega con la edad también es la capacidad para que todo te importe un poquito menos, como el hecho de que se asocie la “música seria” a baladas o medios tiempos. “No nos tomamos a nosotros mismos muy enserio, porque tienes que ser capaz de reírte de ti mismo, pero nuestras canciones no son estúpidas” afirma tajante Dan The Man. Esa convicción se ve refrendada en “Fix Yourself, Not The World”, doce cortes en los que el trío profundiza en la complejidad de las relaciones interpersonales y en si han sido las circunstancias de la pandemia las que han ejercido presión y estrés sobre las personas o bien esas mismas circunstancias han sacado a la luz dinámicas no del todo sanas. “¿Ves esta habitación? Aquí es donde me pasé todo el confinamiento, escribiendo y tocando cada día, como una versión del ‘Día de la Marmota’ musical”, señala Haggis tras de sí, y al mover el ordenador me enseña las “bonitas vistas de Londres con sus tejados a lo Mary Poppins”, añade entre risas. El batería reconoce haber ido a terapia después del confinamiento y de cómo la música ha sido un medio para canalizar toda esa angustia. “Personalmente, tanto ya el título del disco como todo él, me hace preguntarme un sinfín de cosas. ¿Sabes cuando te agobias porque piensas ‘joder, no estoy haciendo lo suficiente para frenar el cambio climático’ o porque no puedes ayudar a más gente, etcétera. Y terminas totalmente sobrecogido y sintiéndote un desgraciado? La idea del disco es que en lugar de señalar hacia fuera, te apuntes a ti mismo e intentes ser la versión más funcional que puedas, porque si tú no estás bien, de poco servirás”.

Retratar la angustia –y en general cualquier tipo de sentimiento conflictivo– en las letras, es ya marca de la casa. En su segundo esfuerzo, The Wombats Proudly Present… This Modern Glitch, su líder utilizó la música a modo de diario en el que compartir un desajuste personal, marcado por la adicción a los antidepresivos y un agotamiento crónico. “Murph escribe cómo se siente o observa cómo las personas interactúan y a partir de ahí intenta que esos sentimientos cobren sentido. Es una conversación contigo y también con los demás”, afirma el batería y añade: “Cuando escucho los discos anteriores me vienen recuerdos muy concretos a la cabeza, porque la música también funciona como banco de memoria. Son fotografías sónicas. Igual que cuando escucho Nirvana no puedo evitar verme con catorce años aprendiendo a tocar la batería”.

The Wombats se toman la música mucho más en serio que a ellos mismos, porque esta forma parte de un ejercicio casi terapéutico. “¿Por qué no puedo bailar mis preocupaciones? Bailar sabiendo que te sientes fatal es un acto de aceptación total”, dice el batería y añade con los brazos al aire y los ojos cerrados “¡Y no pasa nada!”. Es en ese espacio-tiempo en el que el grupo de Liverpool se siente cómodo, consciente de sus limitaciones pero también de sus fortalezas. Algo que han intentado plasmar en este cuarto esfuerzo, que podría erigirse como un resumen de la esencia y la carrera de The Wombats hasta el momento, ya que combina elementos recurrentes como los sintetizadores, el pop guitarrero más musculoso, un sentido del humor afilado y un ojo clínico para describir las vicisitudes de la vida millennial.

La grabación de “Fix Yourself, Not The World” se llevó a cabo en remoto, aunque como bien apunta Haggis, “la mayor parte de las demos estaban ya más o menos planeadas”. Matthew Murphy reside actualmente en Los Angeles, por su parte Tord Øverland, bajista de la formación, se encuentra en Oslo y el propio Haggis en Londres. El proceso consistía en una reunión matutina por Zoom, en la que el trío planificaba el día, para después ponerse a grabar cada uno su parte y enviarla a los demás. “No había mucho espacio para improvisar, en el sentido que teníamos una checklist en la que ir marcando todo lo que nos quedaba por hacer”, recuerda el batería, “cuando estás en la misma habitación puedes ser un poco más espontáneo”. Sin embargo, hay un lado positivo a esta locura de proceso y es la capacidad de abstracción. “En lugar de decir en voz alta ‘oye, que os parece si hacemos esto aquí o cómo creéis que esto quedaría y tal’ simplemente alguien lo hacía y lo compartía. Si nos gustaba, decidíamos quedarnos con la idea y si no, no. No tenías que imaginar algo abstracto”.

Aunque si grabar un disco a distancia puede parecer un calvario, es porque no conocemos la versión de los productores. “Fue una locura para ellos”, asegura Dan The Man y añade: “por la noche recibían decenas de grabaciones de cada uno de nosotros que tenían que escuchar, ordenar, pulir y de golpe nos devolvían algo totalmente inesperado dos meses después”. La lista de manos involucradas en la grabación del disco es extensa, desde el ya habitual Mark Crew (Bastille) hasta Jacknife Lee (U2, The Killers), con quien ya habían colaborado, pasando por Gabe Simon (Dua Lipa), Paul Meaney (Twenty One Pilots) y Mike Crossey (The 1975, The War On Drugs). Una alineación que ejemplifica esa visión desacomplejada de la música que comparten Reino Unido y parte de Estados Unidos, donde el indie y el mainstream se diluyen para sonar en unas y otras emisoras y pocos utilizan el concepto de “guilty pleasure” para disimular. ¿Es esa la razón? “Quizá en discos anteriores, cuando el sello nos propuso trabajar con Mark, tenían la intención de que gustáramos más, de que vendiéramos más. Pero ahora se trata de una manera de incorporar más voces, que ayudan a llevar nuestro sonido hacia nuevos territorios”, afirma Haggis.

Sentado en el borde de la cama, Dan Haggis responde a la última pregunta, sobre la estética noventera que envuelve todo el disco y sus videoclips, con referencias a videojuegos, los albores de Internet, y cierto sabor grunge. “Murph adora lo que hace el colectivo Eboy y cuando aceptaron hacernos el diseño, todo empezó a cobrar sentido: los píxeles, mezclado con la crudeza de vídeos como el de ‘Smells Like Teen Spirit’ y elementos como el cubo de Rubik, que es como un puzzle que nunca se acaba, como la vida misma”. El músico asegura que no se trata de un álbum nostálgico y que no existía una decisión consciente sobre esa estética, pero al dejarse llevar, aparecieron “muchas influencias musicales de esa época”. The Wombats podrían parecen un grupo sin pretensiones, pero no. Ya lo decía David Bowie: ponte tus zapatos rojos y baila tus penas. Let’s dance! 

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