Me veo en la terraza del hotel con la cantante Karla Chubb y el nuevo guitarrista Zac Stephenson. La mañana en Madrid es espléndida, como las vistas. En su juguetona actitud, ni rastro de la oscuridad casi gótica y la densidad eléctrica que proponen en unas canciones intensas que navegan entre el post-punk repleto de tensión, el rock garajero y alguna sorpresa.
La voz de Karla y sus melodías es el secreto de un segundo trabajo convincente en el que mandan esa tensión y las puntuales explosiones de furia eléctrica. Su idea es venir a tocar a España el próximo año, porque este ya lo tienen completo entre actuaciones en tiendas y bolos normales.
“Yo veo este disco como el 1.1 -afirma la pelirroja cantante-. No tuvimos tiempo de pensar demasiado. No quiero sonar gallita, pero fue muy natural. Estábamos todo el día en la carretera, así que nunca decidimos empezar un nuevo disco. Después de una gira de doce meses nos dijimos: “Vale, tenemos canciones bastante buenas aquí, vamos a a hacer otro disco”. Evitamos la ansiedad no aceptando que estábamos trabajando en ello”.
Algo así le pasó a Zac en su nuevo y exigente puesto. Primero entró a cubrir una emergencia, y “después de un par de bolos la química se hizo muy natural. Fue inevitable, como: vale, esto funciona”.
“Soy una gran fan de la música gótica”
La tensión malsana es un elemento esencial en lo que hacen, especialmente en esta nueva colección de canciones que grabaron en La Frette. El ilustre estudio parisino ha acogido a Fontaines D.C., Arctic Monkeys y Shame. Por no hablar de artistas del nivel de Nick Cave y Marianne Faithfull. Daniel Fox (Gilla Band) fue de nuevo su técnico. (Karla) “La elección era obvia. Es un friqui del equipo y un genio de las cosas más peregrinas. Nos dio una lista de estudios, y el último lo describió como una finca gótica siniestra en las afueras de París (risas). No necesitamos más, era el nuestro”.
Respecto a cómo llegan a ese sonido que parece a punto de estallar, “las baterías y los bajos se hicieron en directo, para añadir después las guitarras encima. Pero en algunas canciones Zac y yo también tocamos en vivo para sacar la energía de los muchachos, aunque algunas de las pistas fueran guías. Para nosotros se trata de la emoción, no de la perfección”. La toma buena, añade Zac, “es la que te el feeling. En “Rage” toqué una nota incorrecta en el solo, pero cuando nos sentamos a escucharla fue como: así está bien, vamos a dejarlo así”.
El guitarrista explica la receta del sonido de su instrumento: “Delay, reverb y amplis altísimos. Me acuerdo de que leí que en “Loveless” buena parte del sonido no tiene que ver con los efectos, sino con el volumen que tenían los amplificadores. Eso produce armónicos que son casi alucinógenos. De hecho, conocimos a Kevin Shields este verano. No hemos visto nunca a My Bloody Valentine, tenemos entradas para noviembre”. “Yo no llegué a hablar con él, le grité: “Me encanta tu trabajo”, añade Karla entre risas. Lo van a flipar, les aviso.
Con estos ingredientes, el directo no deja de ser un reto. (Zac) “Tocamos a toda leche y sin monitores de oído. Lo que hacemos es orientar mi amplificador en un ángulo extraño, de manera que no interfiera con Karla. Nos gusta que la música te pegue en el pecho. Es diferente a una canción folk”.
Dicho esto, en su nuevo álbum navegan por diferentes intensidades. (Karla) “Nos cuesta definirnos, porque en ocasiones no somos los suficientemente heavies para considerarnos un grupo punk o de rock. No acabamos tirados los cuatro tirados en el suelo…yo creo que con este disco la palabra es “música alternativa”.
La irlandesa se define, en todo caso, como “una gran fan del post-punk y el gótico. Lo llevo encima. Me gustaría que la etiqueta “gótico” se nos aplicara un poquito más, la verdad. Creo que nos encaja más. ¡Vamos a hacerlo! De ahí viene nuestra etiqueta de “Gothic Cowboy”. Está la influencia de Dandy Warhols, pero hay mucho de Bauhaus, Massive Attack, Portishead y gótico más moderno. Y cosas modernas, como Mannequin Pussy o Viagra Boys”.
Karla dice que el principal tema del álbum es “la importancia de la comunidad artística y la distopía; lo importante que es el arte, el amor y la comunidad para nuestra supervivencia y empatía…y lo divertido que es tocar a toda hostia”. El título se lo robaron al poco conocido poeta checo Vladimir Holan. (Karla) “Fue uno de esos momentos de casualidad afortunada: compré un libro en una tienda de segunda mano solo para leer en el tren ese día, y me obsesioné con él. Hay mucha muerte y oscuridad en él, y se me quedó. Creo que es una frase que resume bien el disco. Esa idea de que nos dirigimos a algo, y que puede que no sea muy bueno”.
SPRINTS han salido justo en un momento en el que la competencia en su país es feroz, lo cual tiene su gracia. A diferencia de la inmensa mayoría, la irlandesa admite sin problemas tener un poco de rabia al ver de cerca el éxito de sus compatriotas. “Sí -dice con sorna-, que les den a todos. Que les den. Les queremos”. Pero al mismo tiempo, admiten que les salieron unas lagrimitas cuando vieron a sus colegas Gurriers salir al escenario de Glastonbury este verano. Una cosa no quita la otra.

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