"Los jóvenes no entienden de qué va el rock’n’roll"
Entrevistas / Maika Makovski

"Los jóvenes no entienden de qué va el rock’n’roll"

Andreu Cunill Clares — 16-06-2021
Fotografía — Archivo

Candidez y fuerza animal. Serenidad y bestialidad. Calidez casera y frialdad felina. Polaridades que se juntan al lado de una brasa cargada de espontaneidad. Saltan chispas encarnadas en el inconsciente más surrealista, que cabalga delante de tus ojos en fracciones de segundo. Algo así debe ser la ignición creativa de Maika Makovski. No muy distante de la persona que te encuentras delante cuando la entrevistas, en este caso con motivo del lanzamiento de “MKMK” (BMG, 21), su nuevo larga duración.

A todo lo dicho se le puede sumar ese talante respetuoso de coordenadas humanistas. Una persona también curiosa, obstinada y con un gran sentido del humor. Después de cuatro años sin disco, en los que no ha estado exenta de proyectos, entre los cuales ha destacado ser la presentadora de La Hora Musa en La 2, ahora vuelve en calidad de artista. Que es lo que nunca ha dejado de ser. Ahora mismo pienso que me encantaría ver una autoentrevista suya en ese programa. Eso sería la hostia. Pero de momento me conformo con entrevistarla yo. Que no es poco. Una experiencia de placer y aprendizaje a partes iguales.

La última vez que te entrevisté fue hace más de diez años, han pasado tantas cosas… ¿Podrías decirme qué coincidencias y qué diferencias hay con esa Maika que empezaba a despuntar en la escena de Barcelona?
Sobre todo experiencia. Aunque cada vez hago regresiones más largas. Ahora voy por los siete años de mi vida. A medida que cumplo años se me abren más los ojos. Aquella Maika de antes tenía algo de infantil, por la falta de experiencia y las ganas. Me tiraba a la piscina con la inconciencia que te da el no saber. Yo grabé mi primer disco sin tener ni idea de producción, ni de grabación, ni de nada y por eso tardé un año en hacerlo. Aprendí sola cosas tan sencillas como subir la caja para que una canción funcione, y no por cabezonería, sino porque pensaba que esa era la manera. Comparto ese entusiasmo con la Maika de antes. Y la pandemia me ha ayudado a darme cuenta de que había automatizado el privilegio de tocar en directo y que no lo valoraba. Ahora me he dado cuenta de lo importante que es.

"Lo que quería era un disco muy orgánico, muy directo y vital, que me sacara de esa sensación de vivir delante de una pantalla". 

Cuando hablas de regresiones, ¿a qué te refieres?
Para saber quién era, me ensucié mucho. Me metí en el barro y llegué a todos los limites posibles. Ahora ya no me hace falta. Ni probar musicalmente quién soy, ni probarme trajes para ver si me sientan bien. Sé quién soy y no necesito ensuciarme, sino todo lo contrario. Cada vez me siento más niña en ese sentido: más pura. Parece que esté hablando de Salvaslip [risas]. Básicamente es que cada vez lo tengo más claro y necesito probar menos. Todo lo vivo con muchísima más tranquilidad.

En este sentido, leía una entrevista de la época en la que sacaste “Chinok Wind” y creo que hiciste un gran ejercicio de enraizamiento. Hablabas de que tenías cubierta la parte más femenina o materna, pero que tenías un vacío en la parte más paterna y la fuiste a buscar...
No la fui a buscar, me la encontré de bruces. Me fui a Macedonia para desconectar, porque me estaba pasando de todo. Tuve un desencuentro profesional muy grande con mi manager de aquel entonces. Me di cuenta de que nos había estado mintiendo todo el tiempo y cada vez que tiraba de la manta lo que iba saliendo era más gordo. También a nivel personal terminé algunas relaciones y me fui a Macedonia para escapar de todo esto. Mis expectativas eran: “voy a encerrarme en el apartamento de mi padre y voy a componer canciones”. Pero llegué allí, mi familia me secuestró, y en lugar de desconectar conecté con toda esa parte de mí que nunca había estado llena porque apenas la conocía. Porque no sabía de qué partes estaba compuesto mi propio padre. Qué partes era él, y cuales eran culturales. Desde allí lo pude entender mucho mejor, y de repente con toda esa experiencia me colmé de amor. Eso sí, no escribí nada.

Entonces si en el anterior disco la motivación principal fue escapar de problemas y encontrarte con tus raíces, ¿cuál sería la motivación que te ha empujado a escribir “MKMK”?
Yo creo que este disco es la búsqueda de la compañía y piensa que está escrito antes de la pandemia. Vivimos muy conectados a una pantalla, inmersos en mucha soledad, y este es un gran mal endémico de nuestro tiempo. Venía de escribir la banda sonora de “Quien a hierro mata” que es un proceso muy solitario, muy pegada a un ordenador, muy de yo conmigo misma y mis pensamientos y la tecnología. Lo que quería era un disco muy orgánico, muy directo y vital, que me sacara de esa sensación de vivir delante de una pantalla y que me pusiera al lado de otros músicos. A rebotar ideas. Y a pegar puñetazos sonoros. Ese es el germen del disco: la búsqueda de la banda, de la compañía… de la energía coral.

¿Qué significa una canción para ti?
Es una traducción de la vida, en cualquiera de sus prismas. Por lo tanto, puede significar cualquier cosa porque todos estamos compuestos de miles de matices. Y la música puede traducirlos todos perfectamente.

Empezar el disco con “Love You Til I Die”, una canción que habla del amor incondicional, es una declaración de principios que cuadra mucho con esa compañía que reclamabas. Es un tipo de amor que no se encuentra con la abundancia que nos gustaría. ¿Qué significa exactamente para ti y qué es lo más difícil al entregarlo?
Es un amor que no se parece en nada al que vemos en las películas, que es ideal, fácil, bonito y excitante. Muchas veces el amor es lucha, es barro, es salir magullado y es enfrentarte, sobre todo a ti mismo. Muchas veces, cuando estamos enamorados, lo que hace la otra persona es hacer que nos enamoremos de nosotros mismos cuando estamos en su compañía. Y va por los dos lados claro. Muchas veces el amor es mirar una imagen tuya que es muy dura a través de otra persona y aceptarla, a la vez que aceptas al otro. Se trata de aprender de verdad qué es la compasión tanto por ti como por el otro.

"Vivimos en una época musical en que la contención está mejor vista y la gente la entiende mejor".

El sobado, pero real aforismo de que es casi imposible amar a los demás sino puedes amarte a ti mismo.
Amar es vivir en la ternura, desde el núcleo hasta el infinito.

Yo tengo una amiga que dice que amar es permanecer.
Esto me hace pensar en una vez que le preguntaron a la mujer de George Harrison “¿Cómo hacéis para seguir casados?”, ella contestó: “No divorciándonos” [Risas].

En otra de las canciones del disco le pides al propósito que no se marche. ¿Qué te da miedo al respecto?
Hay épocas muy duras en las que no hay inspiración y no vives con propósito. Entonces te levantas por las mañanas y ves ese abismo de la no acción o del no saber, y es muy duro convivir con él. Al final es perder el control de nuestro día a día, el no saber a dónde vas. Y el propósito es el gran paño caliente para esa incertidumbre. Y la canción es una especie de oración para que el propósito permanezca.

El otro día Santi Balmes me contaba en una entrevista que el vacío es el miedo al que un compositor se tiene que enfrentar día sí y día también, que nunca desaparece, porque no le sirve de nada todo lo que ha hecho antes.
Para mí hay épocas en las que ni te enteras de que hay un vacío o de que puede haberlo. De repente es primavera y todo está floreciendo y estás recogiendo lo que plantaste en otoño y todo es maravilloso. Pero de un día para otro viene el invierno y dices: “¿Y ahora qué hago?”. De repente sientes mucho, mucho vértigo y no sabes cuál es el sentido de nada ni por qué te levantas de la cama. Y a mí me aterra eso. Podría decirte que es casi lo que más me aterra del mundo.

Para mí, la Maika de “Chinook Wind” era más introspectiva, con un sonido más minimalista, sutil y corpóreo, pero también más unitario. Parece que con “MKMK” vuelves a unos sonidos mucho más expansivos y contundentes y, a la vez, te dejas llevar más por la canción que por el sentido de disco. ¿Lo ves igual que yo? ¿Era algo necesario para ti?
Yo lo veo diferente. Las canciones de “Chinook Wind” las escribí durante un periodo de cuatro años. Y si te fijas en el esqueleto de las canciones, verás que no se parecen mucho entre sí. Lo que ocurre es que John Parish hizo algo muy bien, que fue darles un hilo conductor sonoro.

Eso es lo que percibí como oyente
Pues yo creo que en “MKMK” también hay un manifiesto sonoro y además todas las canciones parten de una misma época y de un concepto más cerrado. El esqueleto de las canciones es más conceptual. Sonoramente tienen en común que son muy orgánicas, son más directas y que hay mucho juego en ellas. De todas formas, esa dicotomía de introversión y extroversión me temo que siempre va a estar ahí. Cuando estuve en Tucson grabé otro disco a la vez que este, que no va a salir todavía. Era un disco de más hacia adentro, de canciones más nocturnas. En realidad, yo los concebí como disco uno y disco dos de lo que para mí tendría que haber sido un doble.

Hay momentos del disco en los que tu voz está próxima al quiebro y era algo que no te había oído antes. Me recuerda a la Courtney Love más abrumada o a la PJ Harvey más furiosa.
Tienes razón. Por ejemplo, en “Love You Till A Die” pasa. Y curiosamente esa voz pertenece a una maqueta previa. La intenté grabar en Tucson y la aniquilé. No conseguí invocar la magia con esta canción. Cuando la escuchaba me dije: “preparen la camilla, la hemos perdido”. Y entonces cogí la acústica y la voz que había grabado en la demo y me la llevé a Garate. Llamé a Oskar Benas, Sam Bredíkhin y Martxell Arkarazo y entre los tres grabaron la base y así reanimamos la canción. Y con lo que comentas de la voz… Lo que te quería explicar es que he aprendido que no hay nada que guardarse para luego. Eso me lo ha dado la experiencia. Antes, en general, tenía más miedo y estaba buscando distintas cosas. Por ejemplo, hubo una época con el tercer disco que buscaba la tensión, el no soltar.

"El estatus no es lo importante aquí, no es lo importante en la música, desde luego no para mí".

Claro, yo aquí noto esa voluntad de soltar, de no guardar nada.
Absolutamente. Eso lo que quise hacer. Y sin ningún tipo de complejo. Vivimos en una época musical en que la contención está mejor vista y la gente la entiende mejor. Se puede escuchar música muy agresiva, pero muy recortada de medios, que al final no resultan estridentes. Sobre todo los jóvenes, no entienden de qué va el rock’n’roll hoy en día. Les molesta al oído. Y yo tomé la decisión, absolutamente consciente, de buscar esa estridencia.

Y en ese soltar, ¿cómo te sentiste con la voz?
Simplemente lo hice. Despaché a mi Srta. Rottenmeier interior, le pedí que se fuera a tomar algo. Le di diez euros y le dije: “luego vuelve si quieres, pero ahora déjame un ratito sola”.

Claro, es eso. Vuelve, porque también tiene su función la Srta. Rottenmeier.
[Risas] Por supuesto, pero hay que tener criterio. Algunas veces es mejor hacer cosas a sus espaldas.

En “The Posse” pones de manifiesto la superficialidad y la vanidad de algunos mundos creativos. ¿Por qué decides hacer una canción así?
Porque te paseas con tu corazoncito en la mano, con la intención consciente, además. Es decir, el intentar no ponerte armaduras. Y te mueves por lo que estás escuchando y te conmueve o por algo bonito que alguien hace o alguien dice. Entonces te das cuenta de que vives en un mundo en el que la prioridad de mucha gente no es esa. Es seguir una moda, es colgarse de ella. Conseguir un estatus. Juntarse con quien interesa. Fingir ser. Básicamente el no tener el corazón conectado con los sentidos. Vino a raíz de eso. El estatus no es lo importante aquí, no es lo importante en la música, desde luego no para mí. La escribí un día de esos de: “¡Hasta los cojones de esta mierda!”. Decidí escribirla para poder desquitarme y luego poder volver a ser feliz.

No es fácil operar desde la vulnerabilidad. Yo muchas veces tengo la sensación de que salimos a la calle con nuestras armaduras invisibles que van chocando unas con otras. ¿Tú crees que se puede crear desde esa armadura?
Se pueden crear cosas. Es más, cosas que te hagan ganar mucha pasta. Porque en realidad no hace falta abrirte en canal para que la gente le guste una canción. Puedes hacer algo muy estético, muy efectista y que funcione. Lo puedes hacer, con tu sentido del gusto, con lo que te mola y con lo que no te mola. Y ya está.

Pero…
Pero siempre depende de lo que quieras hacer o aspires a hacer o lo que no seas capaz de hacer. En mi caso yo creo que es un poco de todo. Me resuenan mucho las palabras de Lucien Freud cuando decía que hasta cuando pintas una silla estas haciendo un autorretrato. Pues yo tampoco he podido escapar de eso.

Escuchando algunos de los temas como “Where Are You” o “Reaching Out To You” me he acordado de tus inicios, cuando versionabas a The Stooges y tenías muy presente el sonido Detroit. En este disco he vuelto a ver el bicho y me ha gustado.
Me alegro. Estoy de acuerdo. Yo veo muchas similitudes con mi primer disco sobre todo en intención. Como te he dicho antes, el primer disco no es lo que quería hacer. Yo quería hacer algo mucho más sucio, pero no tenía las herramientas. Pero sí, vuelve a ser un disco directo, juguetón y, sin lugar a dudas, he soltado el bicho.

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