Historias del bloque
Entrevistas / Saint Etienne

Historias del bloque

Jesús Rocamora — 08-09-2005
Fotografía — Archivo

Si creían ustedes saberlo todo sobre discos conceptuales, a ver cómo encajan esto: la actividad de hormiguero en los bloques de viviendas londinenses ha inspirado a Saint Etienne “Tales From Turnpike House” (Sanctuary/Pias), un álbum en el que recogen las historias de vecinos para no dormir. Pero como lo suyo es mezclar savoir-faire e hiperactividad, han rellenado las canciones con coros deliciosos, armonías según la escuela Wilson e incluso clases prácticas para que los niños aprendan a contar.

Pete Wiggs, una de las mitades masculinas de Saint Etienne, practica una de esas actividades solemnes con las que a los ingleses les gusta subrayar su excentricidad. Lo suyo es pasear divagando por la luna, o lo que es lo mismo, por el otro lado del Támesis. Su aportación al nuevo disco del grupo de pop electrónico con mejor gusto de las Islas se resume, según el libreto, a las “transpontine meditations”, algo que debe de estar entre la observación, la reflexión y el cotilleo pero acompañado de un adjetivo cultista en inglés del siglo XIX. “Sí, ése ha sido mi trabajo en el disco, observar cosas, describirlas, contarlas”, confiesa Wiggs, y sería estupendo tener delante a sus compañeros Sarah Cracknell y Bob Stanley para que pudieran describir en qué han consistido sus también extrañas labores en este álbum.

"Empezamos haciendo electrónica aunque creo que lo nuestro ahora está más cercano al pop electrónico"

Porque “Tales From Turnpike House” despierta la misma curiosidad que un culebrón: un disco conceptual sobre la vida en los bloques de viviendas típicamente británicos, con distintos inquilinos ocupando cada una de sus canciones-apartamentos, y que se vende acompañado de un Ep con canciones para niños. Atención, atención: ¿estamos ante un compacto para toda la familia? “Sí, bueno, el disco principal habla de la vida en los apartamentos londinenses, ése es el tema de todo el disco. Las otras canciones son algo que teníamos ganas de hacer desde hace mucho tiempo: un compacto para niños, porque no hay mucho donde elegir para ellos en las tiendas. Pero todas están grabadas en el mismo periodo. Hemos estado en el estudio hasta los domingos”. El resultado, adelantan desde la nota de prensa, es en ocasiones como un episodio de “Friends” ambientado en la Costa Azul y narrado por Bebel Gilberto y Brian Wilson a la vez. Todo un riesgo para cualquier otro, pero una mezcla de referencias que nada extraña al seguidor habitual del Saint Etienne, que siempre se ha caracterizado por saltar del eurobeat frívolo a las partituras geométricas de Stereolab sin despeinarse. Al grupo se le pueden achacar otras cosas (discos irregulares, el mimetismo entre muchos de sus temas, lo pijos que les gusta parecer…) pero no han perdido puntería (siguen moldeando hitazos: “Milk Bottle Symphony”, “A Good Thing”) y, sobre todo, tienen recursos para sonar como Apples In Stereo en el show de Hannah-Barbera (“Let´s Build A Zoo”) o tan tontos y deliciosos como los últimos bombones de Kylie Minogue (la australiana mataría por algunos temas de “Tales From…”, especialmente por que le dieran las luces de “Stars Above Us” -“Lightning Strikes Twice” es para Goldfrapp). A Wiggs sin embargo no le gusta mojarse con el sonido de su banda. Pasa de hablar la evolución de Saint Etienne y de la música que les ha rodeado durante las diferentes etapas que caben en los más de quince años en activo de la formación. “Puede que éste sea un disco más orgánico, más tranquilo y reposado. Algunos incluso dicen que estas canciones son más melancólicas, pero yo no creo que podamos compararlas con nada. Empezamos haciendo electrónica aunque creo que lo nuestro ahora está más cercano al pop electrónico. Pero tampoco me gusta entender la música en general como algo que avanza superando fases. Simplemente es distinto a cualquier cosa que hayamos hecho antes”. Y razón tiene, a pesar de que la última frase sea la más repetida por un artista en su año de promoción, sobre todo en lo que concierne al tratamiento de las voces. Lo de antes de Brian Wilson no era oportunismo –reconocen la influencia de “Smile”, y el título de su álbum “Good Humour” (1998) lo sacaron de una frase que leyeron en la gorra del líder de los Beach Boys– y nunca antes los coros se derretían como lo hacen ahora. El responsable es el mítico Tony Rivers, de Harmony Grass. “Beach Boys han sido dueños de uno de los mejores sonidos de la historia. Con Rivers hemos aprendido mucho, sobre todo de los arreglos que ha hecho a lo largo de tantos años. Creo ha dado un estilo diferente a nuestras composiciones y nos ha permitido trabajar por primera vez este aspecto”. Sara, dice Wiggs, ha mejorado con el tiempo y su registro se adapta muy bien a los vaivenes musicales de sus dos compañeros. Ella es capaz de pasar de la Minogue para parecerse a Elizabeth Fraser (Cocteau Twins) en un momento y acercarse a la Nina Persson de los primeros Cardigans al otro. ¿Algún alegato contra los que les tildan de banda “posh”? “Sí, ja, ja, que no piensen que eso es consecuencia de ganar mucho dinero”.

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