Uno de los momentos más hermosos del clásico "El milagro de Ana Sullivan" era cuando Helen Keller, adolescente ciega, sorda y muda, empezaba a tener conciencia, gracias a su tutora, la Sullivan del título, de los códigos del mundo que se encontraba al otro lado de su universo silente, oscuro y cerrado, lo que le permitía, a partir de entonces, formar parte de él también. Cléo, la niña protagonista de "Ama Gloria", primer largometraje en solitario de la cortometrajista parisina Marie Amachoukeli, no es ciega ni muda ni sorda, pero, como todo crío, no sabe identificar aquello que le sucede y mucho menos analizarlo racionalmente. El mundo infantil es un mundo de sensaciones y reacciones.
En el film, Cléo, de apenas seis años y huérfana de madre, siente que el mundo se abalanza sobre ella de nuevo cuando teme la pérdida de su ama, la Gloria del título, una mujer caboverdiana que ha de regresar a su país definitivamente, tras la muerte de su madre, para cuidar a sus hijos. El verano que la cría va a pasar con ella y su familia en tierras africanas va a ser algo más que unas últimas vacaciones con su vicemadre. El nuevo entorno la enfrenta a las primeras etapas de su crecimiento como persona. Y eso, igual que en el clásico de Penn, es hermoso de ver.
Ama Gloria, en realidad, no cuenta nada nuevo que no hayamos visto ya. Con diferentes ópticas, desde el humor hasta el terror, el cine nos ha hablado de príncipes destronados (en el hogar) y de segundas madres (que no han podido ser tales para sus propios hijos). Amachoukeli opta por el relato íntimo y cuidadoso de descubrimiento, sin dulcificar ni obliterar cuestiones espinosas. Su gran aportación es la inclusión de animaciones infantiles como representación de esas emociones y miedos que Cléo no sabe gestionar y la conducen hacia actos impulsivos. Por último, hay que destacar el admirable trabajo conseguido con la pequeña Louise Mauroy-Panzani, que nos hace dudar de si lo que vemos es ficción o documental.
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