Flor de pasión
Entrevistas / M. Ward

Flor de pasión

David Saavedra — 24-03-2005
Fotografía — Archivo

Tras convertirse en una de las revelaciones del pasado año con “Transfiguration Of Vincent”, este solista de sobria inteligencia se confirma como alternativa de peso en la liga folk-rock de sus amigos Bright Eyes y Giant Sand. “Transistor Radio” (Matador/Everlasting). es su personal homenaje a las viejas ondas de libertad.

“No me siento misterioso en absoluto”, afirma con jovialidad Matt Ward, uno de esos personajes de música enigmática que nunca enseña el rostro en sus discos. “Tengo una diferente estética que otra gente que ama la cámara y sobreexponerse. Romantizo más la idea de JD Salinger que la de la escena rock actual. Nadie vio fotos suyas y sólo le conocían por sus libros”. Es una pena que nunca podamos desentrañar las claves de “El guardián entre el centeno”, pero una vez que tenemos delante al músico de Portland (Oregón), vale la pena que descifre algunos de los misterios de su nuevo álbum. “Este disco ha sido inspirado por la radio y los recuerdos que tengo de ella. La escuchaba mucho mientras crecí y durante mi juventud representaba la perfección”, explica sosegado y en un más que simpático spanglish. “Descubrí la música a través de la radio. Mi madre era aficionada a la clásica, mi padre al country y mi hermana escuchaba rock clásico y moderno. La música tenía estilos y producciones muy diferentes pero hoy en día me parece que es todo lo mismo por culpa de la tecnología digital. Por eso quería que este disco retrocediera a aquella época”. Su primer aparato, claro, fue un pequeño transistor. “Una vez soñé que lo encontraba en la hierba, cerca de una montaña, y empezaban a sonar aquellas canciones que escuchaba de pequeño. Esa es también parte de la inspiración del álbum”.

"Uno de los grandes logros de la música y el arte es poderte hacer escapar de la violencia de la vida cotidiana"

Un trabajo, pues, de corte nostálgico y al tiempo reivindicativo de una libertad artística -e informativa- que ningún segmento de la industria tolera ya. Con suma coherencia, Ward utiliza armas conscientes, como su adscripción a un sonido lo-fi que… parece crear la sensación de ser escuchado por un pequeño transistor. “Sí, me gustaba esa idea”, confirma Ward. “Creo que las formas antiguas de tocar música y los métodos de producción eran más verdaderos que los actuales. Con eso quiero decir que, a veces, la fotografía en blanco y negro es más interesante que todas estas tan modernas en color. No es un aspecto de mejor o peor, sino de ser diferente”. No obstante, y pese a que parecía que se le veía venir, este hombre está más abierto a la música electrónica que, pongamos, Loquillo, Mark Knopfler o Manolo García. “Alguna de ella es magnífica, sobre todo la que reconoce a los músicos que están detrás, como DJ Shadow, que es brillante y un gran ejemplo de cómo hacer música para tu cabeza al mismo tiempo que para bailar”. Además de todo esto, Matt Ward ama las canciones cortas, como las de su ídolo Daniel Johnston, con cierta sensación de inacabadas. “Me gusta que haya sorpresas en el disco, ser imprevisible, pero para mí todas las canciones están terminadas y hay algunas que incluso me parecen un poco largas”. Música también que parece intentar ser un refugio contra las tensiones de la vida moderna. “Creo que inconscientemente intento crear como un espacio de paz”, afirma. “Uno de los grandes logros de la música y el arte es poderte hacer escapar de la violencia de la vida cotidiana, y eso me encanta”. Tras formar parte de una banda anónima llamada Rodríguez, Ward debutó en solitario con “Duets For Guitars Nº 2” (Ow Om, 99). Howe Gelb se convirtió en su padrino y posteriormente publicó “End Of America” (Loose/Future Farmer, 01) y el autoeditado “Live Music And The Voice Of Strangers” (01), pero sería con “Transfiguration Of Vincent” (Matador/Everlasting, 03) cuando empezaría a acariciar las mieles del éxito. Ahora se codea con gente del mundillo, viejos amigos de correrías y nuevos aliados. A los primeros pertenece Connor Oberst, quien le invitó a formar parte de Bright Eyes y con quien acaba de participar en la gira “Vote For Change” (en la misma manga que el “Boss” y los R.E.M, ahí es nada). “Es realmente agradable tocar con músicos que admiras desde hace tiempo, pero es una excitación que sólo dura unos días”, afirma. “Es algo que no cambia tu vida, simplemente la enriquece”. Del mismo modo, han puesto su granito de arena en el nuevo álbum gente como John Parish -Ward y él fueron guitarristas de Giant Sand en una de sus últimas giras-, Vic Chestnutt o Rachel Blumbury, de los magníficos Decemberists. Sumemos a eso la gente que ha formado parte de su banda volante -miembros de My Morning Jacket, Lambchop y, de nuevo, Bright Eyes y Giant Sand-, y ahí verán a una de las figuras que no sólo tiene más presente en la escena folk-rock estadounidense, sino también mejores relaciones.

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