"Quiero que mi mensaje sea puro"
Entrevistas / Depresión Sonora

"Quiero que mi mensaje sea puro"

Marcos Gendre — 29-11-2022
Fotografía — Archivo

Tras dos años de fenómeno mediático, ha llegado el momento de la verdad para Depresión Sonora, el proyecto de Marcos Crespo, que reconfirma su relevancia en la farándula pop con El arte de morir muy despacio (Sonido Muchacho, 22), su primer álbum.

En las líneas que vienen a continuación, el propio Marcos nos adentra en las entrañas de tan magnético universo de nihilismo vitalista.

Para empezar, ¿por qué “El arte de morir muy despacio”?
Al final, el disco ha sido un proceso algo extraño que no se lo he visto hacer a nadie. A finales de 2020 tuve una revelación, quería hacer un disco que se llamara “El arte de morir muy despacio”. A raíz del título, fui desarrollando la idea de lo que quería hacer. Al dividir el disco, lo quise hacer en tres actos, en plan obra griega clásica. Quiero una introducción, que es la primera parte, cuando uno es pequeño. Es la introducción a la entropía. De repente, te sueltan aquí y a ver qué te pasa. Es una parte de descubrimiento, muy inocente, en la que te enamoras. Las melodías son más bonitas, más dulces. Luego, acabas llegando al final de esa parte, como que te desencanta la realidad, que es la de estos dos adolescentes en su primer amor, lo cual es un golpe que le pasa a mucha gente, muy crudo. El desamor en la adolescencia. No he querido tirar de problemas personales o cosas así que le pasan a mucha gente. El desamor es cuando te comienzas a desencantar de la adolescencia. De repente, empiezas a descubrir un nihilismo súper profundo, que te hace llegar a la segunda parte, que es oscura y negativa. Es muy desencantada y acaba con la autodestrucción, que es la última parte. Como que todos hemos llegado a un punto oscuro en nuestra vida, en el que hemos dicho, al igual ya hemos tocado muy bajo, ¿no? ¿Qué haces aquí?
En “Voy explotar”, hablo de una persona que vuelve muy demacrada de por ahí, que se ha despertado en un portal, que ha vomitado. Vuelve a casa, no ve nada. Y a lo mejor es el momento de cambiar, de resucitar, de comenzar a hacer otras cosas. Como que ahí la represento con la propia muerte de la persona. Dentro de todo este nihilismo, llega la tercera parte. “Muerte y resurrección” es una reflexión. Las dos primeras estrofas son mucho más negativas y luego empieza un sinte con una especie de campanitas arriba y ahí comienzo a hablar desde una perspectiva mucho más positiva. Es como, dentro de lo malo, ser capaz de ver lo bueno. Esto es así, el mundo tiene cosas malas, pero no nos podemos quedar con eso. Hay que comenzar a ver las cosas de otra forma, verlo de una forma mucho más positiva. La tercera parte es la del aprendizaje, más que nada.
Como son tres partes, son tres sentimientos que se pueden extrapolar a una historia vital, un ciclo que se va repitiendo muchas veces. Aprendes algo, te desencantas, lo asumes. Vuelven a pasar cosas. Lo veo como un ciclo vital. Por eso, casi lo que más me gusta es el nombre del disco y cómo conseguí englobar todo esto a través de este título.

"Quiero cargarme todo lo que es la melodía, la métrica, y así poder centrarme más en el mensaje para poder darlo con mucha más profundidad"

De hecho, acabas con “Como todo el mundo”, que es una especie de oda a esa normalidad que buscas dentro del entorno vital.
Justo, como en cualquier etapa en la que te crees único, cuando piensas que estos problemas solo te pasan a ti, que cómo soy yo, que qué he hecho o cómo la he liado así.

Este nexo conceptual no es nada habitual en la música de hoy en día. De hecho, en este álbum rompes con una de las premisas más habituales en la actualidad, y no haces colaboraciones con nadie.
Luis, de Sonido Muchacho, me insistió muchísimo, en plan: “tío, colaboración con no sé quién, con el otro. Metemos la colaboración de esta gente en el disco”. Y yo, “que no Luis. Este es mi primer disco y quiero que sea mío”. No quiero contaminarlo. tampoco “contaminarlo”, pero al final cuando trabajas con alguien dejas entrar parte de su esencia y su mensaje en tu canción. Y ya no es tan tuyo. Yo quería conseguir este sonido, que ha sido un trabajazo: pasar de ese sonido que hice en mi casa, súper do it yourself, que tenía mucha esencia, pero no sonaba bien, a lo que hemos conseguido, que siga sonando lo-fi, que también oscuro. Que tenga esa aura, pero que suene bien.

Hablando de esto, ¿qué ha cambiado en la grabación de este disco respecto a tus primeros dos EPs? ¿Cómo fue el proceso, fue algo más sobre la marcha?
Todo empezó como los otros dos, en mi casa. Me gusta componer solo. Cuando compongo para otra gente, no me importa hacerlo acompañado. Pero para lo que es mi música y mi mensaje, al final lo veo como algo muy personal y muy mío. Me da igual que esté mal. Quiero que mi mensaje sea puro. Esto al final surge en mi habitación, con mi guitarra, el ordenador y probando. De ahí, preparé las once maquetas. Inicialmente, quería meter un tema más que acabé descartando de la segunda parte porque vi que el disco funcionaba bien con los once que tenía. Hablé con Miguel Grimaldo, el gran rapero, que es muy amigo mío, que viene como mi técnico de sonido. Le dije “tengo esto. ¿Qué podemos hacer?”. Me dijo que me fuera a su casa. Estuvimos unas dos semanas allí arreglando y buscando nuevos sonidos de batería. Para componer me gusta ir rápido, tener la canción en dos días máximo. Buscamos sintetizadores. Hicimos un trabajo más de preproducción antes de entrar al estudio. Luego, fuimos a Metropol a regrabarlo todo. En realidad, el disco suena mejor de lo que yo quería que sonara. Me convencieron de muchas cosas. Por ejemplo, yo quería dejar las voces mucho más oscuras y atrás. Pero me dijeron: “No, Marcos. Hablas mucho. Se te tiene que entender. No puedes pretender soltar este texto en una canción y que no se te entienda”. También me dijeron que la batería tenía que cuidarla un poco más, que estuviera más adelante, que te pegue un poco más. Las guitarras vamos a dejarlas más bonitas, así que hicieron un gran trabajo. Sobre todo Harto Rodríguez, que es un mixer genial. Y también me ayudó a hacer algunos arreglos de bajo en canciones que les faltaba un poquito para caminar. Me acabó ayudando con efectos, me sacó un space-echo para la tercera parte.

"Nunca he idolatrado a Joy Division. Me gustan, igual que me gustan otras cosas"

Tras tus dos primeros epés, en este primer largo se palpa una evolución en tu sonido hacia derivas más sintetizadas y también más atmosféricas. Hay cosas que me recuerdan a Depeche Mode en “Parte I: introducción a la entropía”, a Durutti Column en las guitarras de “Parte II: la abrazo con fuerza (carta a la soledad)”. Y, personalmente, mi favorita del disco: “Parte III: muerte y resurrección”. Pero ¿qué concepto instrumental había en tu cabeza antes de ponerte con él?
Justo el principio de la tercera parte es algo que quería hacer como en reverso, porque realmente lo que suena al principio, que es lento y pesado, se trata del final de la canción anterior, al darle la vuelta. Es como que cuando lo escuchas, termina, y vuelve a reenganchar del revés. Como que termina en “Voy a explotar”, en la que ha explotado todo, todo ha reventado, todo está en el absoluto suelo. Has muerto. Y cuando estás ahí, comienza con la canción del revés, cuando empieza a resurgir, con otro sinte, con otra batería y empiezo a recitar. Que es como el título, “Muerte y resurrección”. Personalmente, esa parte es de lo que más me gusta del disco. Me flipa.
En cuanto a lo de las tres partes, desde pequeño siempre he escuchado un montón de discos y también era muy rapero. He escuchado muchas óperas-rock de The Who, Pink Floyd. Y todas las movidas que había antes. También me molaba mucho el rollo skit de los raperos, como de recitar y decir movidas. Como que quería hacer eso y vertebrar el disco en torno a tres partes diferenciadas en las que poder contar una historia con unos skits en medio que las uniera.

Precisamente, en estos tres cortes es donde más aplicas el spoken-word como línea de acción lírica. En cierta manera, me recuerda a la idea de cantar hablando de Mark Smith o Lou Reed, pero ¿cómo encuentras esa forma tan distintiva de expresarte?
Es un poco también a lo Durutti Colunm. Yo, como Markusiano en Internet, tengo más cosas en spoken word. Llega un momento en el que estoy escribiendo y me veo limitado por la música en plan “quiero dar un mensaje con cierta profundidad”. Al final, es casi como si fuera poesía. No tiene una métrica exacta, no tiene una rima que pueda meter bien en la canción cantándolo con una melodía. Me veo limitado por eso, lo acabo recitando. Muchas veces, hay canciones como “Voy a explotar” en las que hago justo todo lo contrario: voy a dar un mensaje muy sencillo, muy repetitivo que encaje muy bien con la música. Y luego me voy a lo contrario. Me veo muy limitado por lo que es la música y justo me voy a todo lo contrario, quiero cargarme todo lo que es la melodía, la métrica, y así poder centrarme más en el mensaje para poder darlo con mucha más profundidad. Como que justo este spoken word más despacio me servía para hacer unos interludios en el disco con las tres partes que tiene. Me servía para bajar el ritmo a todo, poder unirlo y así poder dar una explicación de lo que vas a escuchar a continuación y también de lo que vas a escuchar después.

En tu actuación del Atlantic Fest, había público de Rojuu y también Nacho Canut, diferentes generaciones, a priori, antitéticas que demuestran que Depresión Sonora es un proyecto capaz de fundir generaciones post-punk y de música urbana.
La verdad es que cuando hago mi música no pienso en nadie. Sólo pienso en mí. Pero sí veo una movida generacional, y que directamente hay un hueco en medio. O son chavales de dieciséis a veintipocos años o de cuarenta y tantos y cincuenta años. En medio, parece que se sienten o muy mayores o muy pequeños para escuchar lo que hago.

En cuanto a Rojuu, ¿cómo surge esta alianza discográfica puntual y en directo, como banda?
Yo trabajo con Rojuu porque él también empezó a hacerlo con Sonido Muchacho hace año y medio, o así. Trabajé en alguna canción para su disco. Aparte de lo mío, también hago canciones para otra gente. Me gusta hacer música. Yo no conocía a Rojuu. Estuve buscando cosas sobre él y me llamó mucho la atención que fuera un icono de su generación. Como una imagen que también expresa muy bien esa sensación que tiene la gente joven de ahora mismo, ese negativismo. Todo muy emo.

Ese negativismo es un vacío que notaba en estos últimos años en el pop español y que en tu disco llevas a una nueva dimensión, un poco como hacer bailar el negativismo. De hecho, en directo, te atreves con una versión de “Disorder”. ¿Qué significa para ti interpretar un corte como este?
A lo mejor debo de ser un poco inconsciente con el tema. Nunca me planteé que pueda ser una mala idea. Nunca he idolatrado a Joy Division. Me gustan, igual que me gustan otras cosas. Al no haber vivido ciertas cosas, nunca he tenido a Joy Division como padres del post-punk, como una cosa de culto. A raíz de sacar Depresión Sonora, me he ido enterando de lo que significan Joy Division para mucha gente. Y quería hacer “Disorder”, Pensé en hacer algo de Parálisis Permanente, pero me pareció que eran demasiado punk para lo que yo hacía. No me cuadraba. Y quería hacer una canción movida.

No sé si en tu cabeza tienes ya idea de lo que va a ser tu próximo disco.
Si, tengo cosas. Con este disco me he quedado contento porque siempre tienes el miedo de hacer una cosa distinta y que la gente te recrimine que has cambiado, que has perdido la esencia. Es un trabajo continuista de lo anterior, pero mucho más maduro y trabajado. Ahora, como con este disco he abierto muchos frentes, para el próximo disco, no sé si llevarlo a algo mucho más electrónico, de sintetizador, o hacer todo lo contrario, y hacer grunge, en vez de post-punk [risas]. No sé, todavía no me he sentado a hacer música.

 

Lo siento, debes estar para publicar un comentario.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.