“Nunca sabes de dónde te va a venir una canción”
Entrevistas / Dean Wareham

“Nunca sabes de dónde te va a venir una canción”

Carlos Pérez de Ziriza — 15-10-2021
Fotografía — Archivo

Me dice Dean Wareham (Wellington, Nueva Zelanda, 1963) que no estaba acostumbrado a conversar por una pantalla de ordenador. Al menos, no hasta hace bien poco. A tenor de lo distendido y hablador que se muestra a lo largo de esta entrevista, nadie lo diría.

La excusa para la charla es "Have Nothing To Say To The Mayor of LA" (Double Feature Records/Popstock!, 2021), un estupendo nuevo trabajo, producido entre Jason Quever (Papercuts) y su pareja, Britta Phillips, que suena a lo que cualquiera puede esperar de quien fuera cabeza visible de Galaxie 500 o Luna, además de mitad de Dean & Britta, pero añade esa pizca de singularidad que cabe exigirle a un disco nuevo, sobre todo en unos textos que exhiben un inédito músculo social, influido por algunas lecturas y por su contexto. No pocas de sus nuevas canciones se interrogan por su propio papel en el mundo, y también por los vaivenes de ese mundo que le rodea. El oficio de escribir canciones, la caza de brujas, el socialismo, la pandemia, las vacunas, el veinte aniversario del 11-S y el rol de los EE.UU. en el mundo son algunos de los temas que sobrevuelan esta entrevista.

Supongo que este álbum lo grabaste después de "The Quarantine Tapes" (2020), el disco que grabasteis como Dean & Britta.
Sí, aquello lo grabamos entre las sesiones de livestream durante el confinamiento y otras en el salón de casa, con Britta (Phillips) grabando, pero para este sí que acudí a un estudio real, ya en noviembre del año pasado. Jason Quever llevaba un par de años empujándome a hacer un disco y yo no hacía más que posponerlo. Pagué por el alquiler de un estudio, que es lo que al final me hace terminar las canciones: pones dinero, te marcas un plazo límite y sería muy embarazoso entrar ahí sin tener letras ya escritas.

¿Te costó escribir las de este disco?
No fue fácil. El tema es que no había escrito nada en los siete años anteriores, desde que me mudé a Los Ángeles. Igual es por el tiempo tan bueno que hace aquí… no, en serio, he estado ocupado con música para películas y con giras, la verdad. No sé si a eso se le puede llamar bloqueo ante el folio en blanco, no estoy seguro. Luego todo fue muy rápido, en cuanto alquilamos el estudio. Nunca sabes de dónde puede venir una canción.

"A Obama le decían que era un izquierdista radical, lo más divertido que he escuchado en muchísimo tiempo, porque está en el ala más derecha del partido Demócrata".

Jason Quever ya produjo "Emancipated Hearts" (2013) y "Dean Wareham vs. Cheval Sombre" (2018). ¿Es como un alma gemela?
Es estupendo trabajar con él, la verdad. Nunca sugiere nada que me parezca horrible. Es muy buen músico, tanto a la guitarra como al teclado. Siempre consigue que las canciones funcionen. Britta (Phillips) también produjo parte de este álbum, porque pasamos algunos fines de semana en la playa, en noviembre, en plena tercera ola del virus, y tuvimos que finalizar algunas pistas de guitarra en casa. No podíamos regresar a un estudio.

Me da la impresión de que hay dos temas centrales que sobrevuelan el disco: uno de ellos, los sinsabores de ser un escritor de canciones en tiempos tan duros como estos últimos, y más en tu caso, con los años que llevas trabajando en esto, y por otro lado una mirada al contexto social en el que vives. De lo primero, quizá “Cashing In” sea la mejor muestra, cuando dices “no me estoy vendiendo, estoy haciendo caja, y puede que mis sueños fueran infantiles”. No sé si sientes que la tuya es una profesión de mera subsistencia.
Bueno, el sueño de ser famoso es algo muy adolescente. Digámoslo así. Todo ese rollo de querer gustar a todo el mundo. Puede que fuera eso lo que quise decir. Esa sensación de estar haciendo caja es como me siento a veces. No siempre, pero creo que es algo inherente a tener una carrera en la música. Estaba en Nueva York hace unos años y al llevar a mi hijo al parque me encontré con Richard Curran, el director de cine, y salió el tema de Richard Hell, quien acababa de vender sus archivos a la Universidad, y bromeé con la idea de que se estaba vendiendo. Él me dijo: “no, no se está vendiendo, está haciendo caja” (risas). Le están pagando por todo lo que hizo durante todos aquellos años. “Me encantaría venderme, es mi sueño, ¿cómo lo podría hacer”, me dijo Richard (risas).

¿Pensaste alguna vez mientras estabas en Galaxie 500 o en Luna que algo así podía ocurrir, que podríais romper la barrera del mainstream y petarlo?
No, no creo haberlo pensado nunca. Puede que cuando Luna fichamos por Elektra, cuyo trabajo es hacer que sus grupos vendan millones de discos, y no que sean bandas de culto… pero no. Al final, en parte por mi voz, que quizá no encajaba con eso, en parte porque nunca nos sentamos a pensar en si nuestra música podía tener alguna clase de encaje en la radio, pues nunca nos centramos en eso. Lo cual, si lo piensas, no deja de ser un poco estúpido. Como resultado, nuestras canciones no sonaban en la radio. Pero está bien así.

En “The Last Word” cantas sobre Eleanor Marx, quien fue una conocida comunista inglesa de la segunda mitad del siglo XIX, hija de Karl Marx. No sé si lo haces porque en los últimos cuatro años cualquiera en tu país podía ser fácilmente acusado de comunista, tantos años después.
Sí, es muy patético. Hasta a Obama le decían que era un izquierdista radical, lo más divertido que he escuchado en muchísimo tiempo, porque está en el ala más derecha del partido Demócrata. Durante la pandemia leí una biografía de Karl y Jenny Marx, sus padres. Y también leí "Madame Bovary" (1856), de Flaubert. Luego me di cuenta de que Eleanor Marx fue la primera persona que tradujo Madame Bovary del francés al inglés. También tradujo a Ibsen, estaba muy relacionada con la escena teatral de su época. Al leer los dos libros casi al mismo tiempo, me di cuenta de que el personaje de Emma Bovary y Eleanor Marx se suicidaron de la misma forma. Ambas se envenenaron. La vida imitando al arte. Eleanor no estaba casada, vivió cincuenta años con Edward Aveling, otro personaje del ámbito del socialismo que caía mal a todo el mundo: era un mentiroso, un embaucador. Eleanor dejó una breve nota de suicidio, en la que ponía: “Mi última palabra para ti es la misma que he estado diciendo estos últimos tristes años: amor”. Todo el mundo le decía que debía dejar a este tipo, y además ella descubrió que él se había casado en secreto con una joven actriz. Pero ella siempre quiso estar junto a él, era una relación abierta en la que ella hacía todo el trabajo, corría con todo el peso: ella ganaba el dinero, él se lo gastaba. Ella pagaba las facturas mientras él tenía mil líos con otras mujeres. Nunca había escrito antes una canción así. No suelo escribir canciones sobre otras personas. Hay otra, “Red Hollywood”, que se me ocurrió tras ver el documental del mismo nombre, es de 1996 y va sobre la época de la caza de brujas. John Garfield fue uno de los actores que perdió su trabajo por todo aquello. Bebió y se emborrachó hasta morir. Sus amigos le llamaban Julius Garfinkle. Su nombre fue borrado por haber llevado a cabo actividades consideradas antiamericanas.

¿Y “Robin & Richard”? ¿Quiénes son?
Son personajes ficticios. Hay un viejo poema inglés que se llama así. El segundo párrafo del poema es perfectamente aplicable a nuestro tour manager, que es italiano. Un tío muy divertido, que siempre nos prepara Aperol Spritz. A veces una canción proviene de más de un lugar, y es interesante.

En “The Corridors of Power” me da la impresión de que hablas de desigualdad social.
Sí, va implícito en la canción, ese cabreo que de algún modo sale. Siempre se nos dice que hemos de esperar al cambio. ¡Espera el cambio! ¡Espera el cambio! Y siempre vamos por la carretera más lenta. Es curioso, porque esa es una de las canciones que nos salieron más rápido, y en el estudio pensamos que igual era un poco tonta. Es divertida.

“Under Skys” es una versión de Polliano y Mazzotta. ¿Quiénes son?
Son Lazy Smoke, una banda del área de Boston, de finales de los sesenta. Pero el disco salió hace un par de años en Light In The Attic. Una banda prácticamente desconocida. Un amigo me la mandó. La grabamos en casa, en realidad. Necesitaba una más para completar el disco.

La otra versión es “Duchess”, de Scott Walker.
Sí, es una de las que tocábamos Britta y yo en los livestreams que hicimos. Hacíamos esos conciertos una vez al mes durante el confinamiento, para pagarnos la hipoteca. Fue divertido. Estresante pero divertido. Estresante porque siempre crees que algo va a salir mal, como cuando haces un zoom con alguien (risas). No quieres que nada salga mal cuando hay 5.000 personas viéndote. Era extraño estar aquí tocando, con tan poco espacio para moverte o sin saber a dónde mirar.

"Exacto. Se hacen una raya de cocaína en el cuarto de baño pero piensan que la vacuna no es segura".

¿Lo viviste con ansiedad?
Creo que hubo algo de ansiedad para todos. Pero mira, tengo la suerte de tener un trabajo que puedo hacer desde casa, aunque perdiera muchas fechas en directo, pero no tengo que ir a trabajar a un ultramarinos o a un hospital… la pandemia, tal y como se desarrolló, reveló todo lo que no funciona bien en Norteamérica: trabajadores de puestos poco cualificados que murieron, mientras otros que pudieron ahorrar algo se permitieron quedarse en casa. Mi pandemia fue buena, en comparación. Somos dos músicos viviendo bajo el mismo techo, y eso facilita todo. Mi hijo se mudó aquí con su novia. Tiene veinte años. Me sentí mal por él porque se suponía que debía estar yendo a clase en la Universidad, así que tuvimos a dos pequeños adultos inteligentes aquí sentados a la cena durante unos meses (risas). Pero para un chaval de 20 años es horrible esto de estar todo el día sentado ante el PC con reuniones de zoom. No sé si tú lo haces muy a menudo, yo hasta ahora, la verdad es que no. Cuatro o cinco horas al día con eso, no es divertido. Ahora está de vuelta en Brooklyn, saliendo de noche y pasándolo mejor.

Ya que hablas de Nueva York y la pandemia, es curioso que se hiciera una campaña en la que prometían hamburguesas a aquellos que accedieran a ser vacunados.
Es una época muy triste la que hemos estado viviendo en este país. Que no deja de ser como cincuenta países diferentes, en algunos aspectos. Mira, volviendo a Eleanor Marx, ella se vacunó contra la viruela en el siglo XIX. Su madre quedó muy dañada, tuvo secuelas por no haberse podido vacunar, pero Karl Marx vacunó a sus hijas (risas). Y hubo ya revueltas antivacunas entonces en Inglaterra. Gente que las consideraba un veneno. Es una vieja historia.

Y luego mucha de esa gente que tiene sus objeciones para las vacunas no las tienen para meterse en el cuerpo toda clase de sustancias, ya sean drogas o alcohol.
Exacto. Se hacen una raya de cocaína en el cuarto de baño pero piensan que la vacuna no es segura. Tuve un compañero de instituto que se llama Peter Marks, ahora trabaja en la FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos ​​del gobierno de EE.UU.), es la persona que toma aquí las decisiones sobre las vacunas, le vimos hace poco en una reunión de antiguos alumnos que tuvimos por zoom, y nos dijo que lo de las vacunas no ha sido un proceso precipitado. Han trabajado en ellas durante años y años. Los efectos secundarios se ven en un par de meses, en caso de haberlos. Es un sinsentido.

Hay otra canción llamada “Why Are We In Vietnam?”, en la que parece que cuestionas el tradicional intervencionismo norteamericano, que justo ahora parece en vías de extinción, tras la retirada de Afganistán. Como si el rol de gendarme mundial se desvaneciera.
Creo que aún nuestros militares juegan a ese papel de gendarme mundial en muchos lugares, aunque aparentemente fue Biden quien le aconsejó a Obama, cuando este era presidente, que no enviara más tropas a Afganistán. Se opuso a ello durante años. Y creo que es lo mejor que ha hecho hasta ahora, aunque, obviamente, le están poniendo a parir. Es muy feo que lo que está pasando allí, pero ¿qué vamos a hacer? ¿quedarnos ahí para siempre?

El pasado fin de semana fue el veinte aniversario del 11-S, por cierto. ¿Cómo lo recuerdas? Supongo que te pilló en Nueva York.
Sí, me pilló en una época rara de mi vida, me acababa de separar de mi mujer. De hecho, la noche del 10 de septiembre fue la primera en que dormí solo en un apartamento que me pillé en Nueva York. Tenía una cita con mi mujer ese mismo día once para arreglar papeles del divorcio. Lo primero que vi es a mucha gente subiendo a los tejados y señalando con el dedo, no sabía bien a qué. Cuando bajé a la calle pude ver que una de las torres estaba ardiendo. El segundo avión aún no había impactado. Me metí en el metro y cuando salí la cosa ya había ido a peor. Fue una semana extraña. Echando la vista atrás, creo que América sobreactuó de una forma burda ante eso. Terriblemente. Había que hacer pagar a alguien. Creo que hicimos exactamente lo que Bin Laden quería: que la reacción fuera desproporcionada.

El mundo es ahora más parecido a como lo querían los talibanes en 2001, ¿no? Más polarizado, más paranoico.
Está más polarizado, eso está claro. Parte de la culpa la tienen estos malditos móviles que tenemos (N.del R: levanta y muestra el suyo), lo primero que coges entre manos por la mañana y lo último que dejas de noche. Yo intento olvidarme de él y no mirarlo después de las nueve de la noche (risas). Nos saltan continuamente las malas noticias. Es verdad que los EE.UU. están muy polarizados. Pero si echas la vista atrás a 1968, también lo estaban. Con revueltas raciales, calles ardiendo… no es la primera vez.

¿Presentarás este disco en directo?
Tenemos la gira del "On Fire" (1989) de Galaxie 500, que tuvo que ser pospuesta desde abril de 2020. En enero y febrero estamos en Europa. En febrero en España. Tocaré ese disco y algunas canciones nuevas.

¿Sientes a veces que vuestra música es mejor acogida en Europa que en EE.UU.?
No creo. Nos va muy bien en Nueva York, en Chicago, en San Francisco, Los Ángeles… con Luna sobre todo, reuníamos mucha gente. Lo que ocurre es que, fuera de los EE.UU, el lugar donde más público tenemos es España.

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