Mi hermano
Libros / Daniel Pennac

Mi hermano

8 / 10
Judit Monferrer Barrionuevo — 27-07-2021
Empresa — Penguin Random House

Cuando perdemos a alguien lo buscamos por todas partes. En nuestros recuerdos, en viejas fotografías, en sus pertenencias… No queremos desprendernos de su imagen, o quizá es que somos incapaces de hacerlo. Esa manía inocua persiste y va más allá, lo que nos lleva a indagar en lugares inesperados, como en personajes literarios que recuerdan a nuestro allegado. Ya sea Elizabeth Bennett, Jay Gatsby o… Bartleby, el escribiente. De pronto, sus maneras y actitudes son tan similares que parece que nuestro ser querido esté plasmado en papel, eternamente, como un ángel inmortal. Uno al que podemos volver siempre que queramos, para que así permanezca junto a nosotros un poquito más. Como una ilusión, sí, pero una en la que una parte suya, al menos, sigue con vida.

Esta es la historia personal de Daniel Pennac, célebre escritor y profesor de lengua y literatura francés. O, más bien, es la premisa de “Mi hermano”, su último libro y el más íntimo hasta la fecha, traducido ahora por Literatura Random House. En sus páginas el novelista recuerda a Bernard, su hermano fallecido, y lo hace a través de la figura de Bartleby. Pennac, no obstante, parte de la certeza de que nunca llegamos a conocer del todo a nuestros seres queridos. Por ello, para entender mejor a Bernard, utiliza al escribiente de Melville y lo convierte en un espejo en el que observar y recordar a su hermano. Y el resultado es un libro precioso y reflexivo, uno en el que el autor se abre en canal y muestra, no sin temor, quién era él antes y quién es él ahora que Bernard no está.

En su obra más reciente, el autor francés toca un tema triste como es la muerte y el duelo, pero no hace de ello algo dramático, no busca la lágrima fácil ni tampoco manipular al lector a través de las palabras. Daniel Pennac plantea la situación como algo objetivo, del tipo así son las cosas, nada más que el efecto lógico de la vida, aunque él se permita a veces breves momentos de dolor. Por ello, respondiendo a esa visión naturalista de las cosas, el escritor divide el libro en tres narraciones: la del relato de Bartleby, que ayuda a entender a Bernard; la del teatro, donde el autor recuerda las representaciones que ha hecho del texto de Melville después del fallecimiento de su hermano y nos cuenta cómo lo está viviendo él y el público; y la de la introspección, en que recuerda a Bernard a retales, pequeños momentos que sucedieron en diferentes tiempos. Con una escritura versátil, por un lado sencilla y por otro lado complicada cuando habla sobre temas más abstractos o profundos, Daniel Pennac compone un libro para que él pueda recordar y para que nosotros podamos reflexionar. Sobre la vida, el más allá, la soledad, la inherencia indescriptible del ser humano… Es una obra existencialista que se lee en un suspiro y que, en realidad, no deja de ser un canto al amor y una memoria íntima y real, inmortalizada sobre el papel.

Es por eso que al final, Bartleby o cualquier otro personaje son solo eso, personajes inanimados, invenciones externas. No olerán, ni reirán, ni llorarán como lo hacía nuestro ser querido, porque lo cierto es que era único. Y nada podría imitarle o sustituirle. Por eso hay que mantener viva su memoria, en forma de recuerdos o a través de un libro, como hace Pennac. Porque esas personas sí existieron, sí tuvieron una vida, y nosotros tuvimos la suerte de formar parte de ella. Y ese amor sí es inmortal, hasta el mismo día en que cerremos los ojos para siempre. Recordando, hasta el final, a una madre, un padre, un primo, un hijo, un amigo o, también, a un hermano.

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