Casi una década después de que viera la luz “Pe'ahí” (Beat Dies, 14) –y con “2016 Atomized” (Beat Dies, 17) y ese atractivo disco de versiones concretado en "The Raveonettes Sing..." (Cleopatra, 24) de por medio–, llega el segundo volumen de aquel. O, lo que es lo mismo, el nuevo álbum de estudio con la firma de The Raveonettes. “Pe'ahí II” es, en efecto, un disco carente de sorpresas en el que la ya veterana dupla formada por Sune Rose Wagner y Sharin Foo vuelve a mostrar esas credenciales que fijan al proyecto en torno a un consabido punto entre shoegaze e indie-rock de guitarras generoso en distorsiones, en una mixtura envuelta en cierto aspecto vintage.
No en vano, la nueva entrega de The Raveonettes se deja caer hacia el trazo grueso y la versión más oscurecida de los daneses, apurando al límite una querencia garagera y de espesas texturas sonoras que come espacio al apartado melódico. La presente referencia carece (quizá intencionadamente) de singles claros y, a lo largo del minutaje, no existe atisbo de un equivalente a, por ejemplo, “Last Dance” o “Love In A Trashcan”. Un motivo determinante cuando se trata de definir esas tonalidades entre negras y grises que presiden las ocho canciones que conforman el lanzamiento. Secuencia que tiene como eslabones más destacados la inicial “Strange”, “Lucifer”, “Dissonant” (lo más parecido a un sencillo al uso del lote), la final “Ulrikke” y, por supuesto, una “Speed” que (esta sí) va directa a lo más granado de su catálogo.
“Pe'ahí II” es un disco tan correcto como en realidad algo anodino. Un trabajo bien hecho que se mueve en terreno de sobra conocido por sus autores, pero que no aporta demasiado al currículo y se sitúa lejos de los mejores títulos de The Raveonettes. Un álbum, en resumen, que puede albergar atractivo suficiente como para satisfacer, en exclusiva, a los más fanáticos del combo y las líneas señaladas. Y es que, cuando lo más destacable que han lanzado Wagner y Foo en los últimos años bien podría ser el mencionado tratado de lecturas ajenas, seguramente procede aceptar que el mejor momento del grupo (otrora de lo más cool) debe fecharse bastante tiempo atrás.
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