El descanso, las páginas en blanco, la pausa. “Vendrán suaves lluvias”, segundo disco de Silvana Estrada, es un proyecto de transformación del dolor en luz y esperanza. Una colección de historias bellas para liberar el alma, un refugio cálido y reconfortante para decirle al miedo, las penas y las frustraciones acumuladas durante años; que al final de la batalla los buenos siempre terminan ganando. Un clásico inmediato con el que Silvana hace un ejercicio de transparencia y se entrega al completo, sonriendo de frente al público, para que descubran así la realidad de una de las voces más tiernas de nuestro presente.
“Y entonces la herida, lo que ahora es urgente, será una ventana con vistas de ayer”, dice Silvana en “No te vayas sin saber”. El tiempo ha sido un gran aliado en toda esta intensa búsqueda emocional y ha ido colocando las cosas en su sitio. Ahora Silvana se siente liberada y canta desde la paz interior, la calma. Sin embargo, todo el largo recorrido hasta que este nuevo álbum viera la luz no ha sido un camino de rosas precisamente. Tras el crudo y aplaudido lanzamiento que fue “Marchita”: aquella dura piedra que golpeaba fuerte, te partía por dentro y te dejaba marcado para siempre. Silvana se enfrentó a un terrible bloqueo creativo que nació de sufrir el horrible asesinato de su mejor amigo y su hermano. Un agrio golpe que la obligó a reiniciar, frenar y cuestionar la vida como nunca antes lo había hecho. A mirar fijamente a los ojos a la muerte, tratar de entenderla y aceptar lo frágil que es la vida en realidad. “Cómo será de hermosa la muerte que nadie ha vuelto de allá”, lanza en “Un rayo de luz” como homenaje a la admiración que siente por Chavela Vargas y la visión que esta tenía de la eternidad.
“Vendrán suaves lluvias” es un disco compuesto en busca de la sanación en la naturaleza y en la quietud del silencio de la noche profunda como ella misma menciona en “Como un pájaro”: “Mientras todo el mundo duerme yo dejo de querer”. Es bello ver como Silvana durante todo este proceso ha conseguido desprenderse de la maleza y ha aprendido a entenderse mejor como artista. Ha actuado con ella misma con delicadeza, ha tenido paciencia con su parte creadora y ha apostado por el autoconocimiento, incluso aplicándose nuevos retos como el de la producción. Ya que, tras no conectar con la ansiedad de la industria musical actual, ella misma decidió coger las riendas y producir todo el disco a su ritmo y completamente en solitario, salvo la presencia de Owen Pallett que se sumó para los arreglos orquestales. Permitiéndose así dudar, cambiar lo que necesitaba, entregar a cada canción su tiempo requerido, aceptar victorias, errores y ser una vez más tan honesta como lo ha sido siempre.
“Voy cansada amor, ya voy cansada y aun así avanzo”, llora Silvana en esa “El alma mía” de cierre que se convirtió en el momento de oro del nuevo Tiny Desk de la mano de El David Aguilar. Una frase que define a la perfección lo que supone este disco para la propia estrella. Esa actitud de levantar la cabeza bien alto, pese a recibir un golpe tras otro; reconstruirse, avanzar y aprender a dar valor a las cosas que verdaderamente importan. Y es que al final “Vendrán suaves lluvias” no deja de ser un disco de amor y desamor. Un amor propio, amor hacia uno mismo, y un desamor creado por esas relaciones que te dejan un hueco interno que cuesta tapar, pero que al final terminas guardando en una caja para siempre y entregando al pasado.
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