The Almond & The Seahorse
Discos / Gruff Rhys

The Almond & The Seahorse

7 / 10
Raúl Julián — 08-03-2023
Género — Indie pop

Aunque se corresponda con la música escrita por  Gruff Rhys para ambientar la película ‘The Almond And The Seahorse’ (22) de Tom Stern y Celyn Jones, lo cierto es que la presente referencia podría, durante varios de sus pasajes, puntuar como nuevo (y esplendoroso) álbum de estudio del galés. Grabado junto a miembros de la Orquesta Nacional de Gales, el resultado presume de ese buen gusto que parece innegociables en toda la obra del artista, en esta ocasión al servicio del drama protagonizado por una arqueóloga y una arquitecta.
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Porque junto a pasajes instrumentales o aquellos de perfil claramente cinematográfico, el álbum incluye, entre un total de veintitrés cortes, un generoso número de piezas con el sello característico (y a estas alturas casi inconfundible) del vocalista de Super Furry Animals. El autor de discos como ‘Candylion’ (Rough Trade, 07), el descomunal Hotel Shampoo (Turnstile, 11), American Interior (Turnstile, 14) o el más reciente ‘Seeking New Gods’ (Rough Trade, 21), firma una banda sonora que tiende a apostar por exquisitos pasajes de indie-pop ensoñador y seductor, ese con el que Rhys lleva cerca de dos décadas apuntalando carrera al margen de la siempre añorada banda de los noventa. A lo largo de sus más de setenta minutos de duración, el álbum incluye piezas instrumentales tan conseguidas como “Skyward”, “Library To Kiss” o la secuencia final protagonizada por “Ffenestr”, “Penbedw” y “Arogldarth”, junto a indudables gemas pop marca de la casa del tipo de “People Are Pissed”, “Layer Upon Layer”, “Sunshine And Laughter Ever After”, la delicada “Liberate Me From The Love Song” o “Amen”.

‘The Almond And The Seahorse’ es un producto apto para aficionados a sentidas bandas sonoras, pero también (y quizá por encima de todo) un regalo en toda regla para los seguidores habituales de Gruff Rhys. Un autor cada vez más impagable y necesario, que con este paso vuelve a probar versatilidad y un talento pluscuamperfecto en el arte de la composición, además de mantener incandescente esa chispa mágica con la que, independientemente del motivo, insufla de vida y encanto a una serie de melodías de por sí impecables.

 

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