Más puede ser más, basta saber cómo
Conciertos / María José Llergo

Más puede ser más, basta saber cómo

8 / 10
Yeray S. Iborra — 15-02-2020
Empresa — L'Auditori
Fecha — 14 febrero, 2020
Sala — L'Auditori, Barcelona
Fotografía — Estefanía Bedmar

Como una chaqueta en primavera. Lo mismo sobra que hace falta. Lo quita, lo pone, lo enreda en el pelo, lo descansa al hombro. Ese guisantito, de pronto, pesa como una piedra. El monitor ‘in ear’ –pinganillo que se utiliza sobre el escenario para tener referencia del sonido– cataliza la presión del momento: María José Llergo estrena primer EP ante una sala 2 de L’Auditori llena (600 localidades despachadas).

La joven cordobesa sabe que es una noche de retos. Y mastica la responsabilidad desde los primeros compases del directo. “Hace un año estaba aquí arriba estudiando, en el ESMUC. Solo quiero devolverle a Barcelona un poquito de lo que me ha dado: la oportunidad de realizarme”.

María José Llergo planteó de forma astuta, en sentido ascendente, las pruebas autoimpuestas. Acomodó la voz –‘in-ear’ arriba, ‘in-ear’ abajo– en cinco temas compartidos con la soltura de Marc López a la guitarra que ya hicieron saltar los primeros “oles”; hubo granaínas y boleros, “Niñas de la dunas”, y también un nuevo corte inédito en directo, una apología “a las cosas simples”. Y para cuando Lost Twin andaba sobre el escenario para lanzar las bases, su cante ya era pegamento entre lo orgánico del nylon y los mundos profundos de los sintetizadores.

El tramo central del concierto, a trío, disipó la emoción desnuda, ese juego de manos que el mago te hace cerquita, pero el conjunto ganó en alucinación y relevancia. Ahí se desarrolló gran parte del potencial de “Sanación” (20).

Se notó la ausencia equilibradora del pedal steel de David Soler, algunas bases hicieron la guerra por su lado, pero lucieron los momentos bastardos, el flamenco como mantra suspendido en electrónica espacial. El concierto se bañó con acierto en la contemporaneidad.

Especialmente futura sonó “La sombra”, en el mismo ecuador del bolo, una descarga downtempo del productor $kyhook que para sí querría James Blake. La cordobesa lanzó otra novedad, un tema sin título que no era flamenco, ni electrónica, ni nada urbano. Un corte que, por accesible, supo a pop.

María José Llergo aprovechó el concierto para apuntar las muchas direcciones que la conforman. Sin suficiente material para sostener un bolo conceptual, se probó en todos sus registros. Hizo de la inconcreción, fortaleza. Dividió la presentación en tres actos; el mérito fue coserlos. Una vez superados los titubeos con el ‘in ear’, su voz inmaculada, y una aplastante conexión con el público, allanaron el recital. Entre actos, habló de su abuelo, de las mujeres de su vida e hizo del reconocimiento un camino de ida y vuelta. “Guapa”, lanzaban. “Tu”, devolvía.

El surco estaba hecho. Y los últimos coletazos los compartió con un combo viento-metal, batería y bajo. Muy pocas veces en la música más es más, por lo difícil de sumar capas y no caer en lo abigarrado, pero hay excepciones que ponen los pelos de punta. La combinación de la electrónica, la guitarra y la voz con toda una big band, la Big Electric Orchestra de Claudio Marrero, fue una de ellas.

Todo lo que parecía exageración de inicio, arreglos con demasiados pitos, una inclinación peligrosa a la banda sonora, se acabó transformando en soberana vanguardia. Los golpes del combo se intercambiaron con estribillos deformados y quejíos de la cordobesa y llegaron al cataclismo con un pasmoso solo de saxo en “Nana del mediterráneo”.

Un vaivén temerario pero ejecutado al milímetro. Acabaron ovacionados durante un minuto. El mismo tiempo que María José Llergo se llevó los brazos en cruz a los hombros, en agradecimiento. No sería la última vez que recibiría ese calor. Con el ‘setlist’ agotado, se adelantó de improvisto para lanzar un tema a voz y guitarra, sin microfono. Tiempo para que la big band volviera a calzarse los instrumentos y, premio doble, repitiera una “Nada del mediterráneo” que todavía resuena en las maderas nobles de L’Auditori.

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