Iván Ferreiro, el colega íntimo
Conciertos / Iván Ferreiro

Iván Ferreiro, el colega íntimo

8 / 10
Eduardo Tébar — 24-10-2012
Empresa — La Máquina de Escribir
Sala — Teatro Isabel La Catolica / Granada
Fotografía — JM GRIMALDI

Zapatillas de deporte y traza de teenager sempiterno. A sus 42 años, Iván Ferreiro se adapta a fuego lento a eso que llaman madurez. Y su público, de lo más fiel que se puede encontrar en este país, le perdona todo. No importa su tempo cachazudo para componer. Incluso, el minimalismo lineal de su puesta en escena. Anoche, el gallego llenó el Teatro Isabel La Católica en la velada de estreno del Festival Internacional de Jóvenes Realizadores de Granada. Sentado al piano eléctrico y acompañado por la guitarra taquígrafa de su hermano Amaro. Una acústica perfecta. Una audiencia entregada desde el minuto cero. Y dos docenas de canciones.

De menos a más. Lejos quedan las noches de vicio y apoteosis en la sala El Tren. Como lejos queda ya su meteórico debut en solitario, “Canciones para el tiempo y la distancia”. Título visionario, casi aforístico, de la época en que llegó el reconocimiento extemporáneo al legado de Piratas. Ante una audiencia expectante y sentada, Iván optó por el intimismo. Como la resaca después de una fiesta salvaje. Es el regusto de su repertorio posterior a 2006, que se empeñó en dignificar durante todo el concierto. Ferreiro, claro, se ampara en la baza de las letras. Y en el efecto de identificación emocional con una de las mejores y más personales voces del pop español. La fórmula está ahí, pero no a todo el mundo le sale bien. Como ocurre con su vecino Xoel, da igual que el de Nigrán cante con dos palillos en el salón de tu casa. Siempre gana en vivo.

A pesar de la rigidez de la posición al teclado Korg, Iván no abandona su marcado ramalazo de intérprete. Aplicando, si es menester, el método de Stanislavski en temas como ‘Jet lag’, con agradecido guiño local. Un poco de memoria política en las dobles lecturas de ‘Ciudadano A’. Coros de mala leche en ‘Farenheit 451’. Por fin, en los bises, cumplió con el expediente. Impensable un recital de Ferreiro sin ‘Años 80’ –saludando la ‘Insurrección’ de El Último de la Fila– y ‘Promesas’. Aunque también reivindicó a los Piratas últimos, los más arriesgados y vanguardistas (‘Inerte’). Interiorizó el ‘Destruye’ de Ilegales y emuló el sonido de orgía de Wurlitzer de Supertramp en ‘El viaje de Chihiro’. En resumen: Iván consiguió que nadie echase en falta el poderío de un bajo, una batería o las socorridas guitarras de Emilio Saiz. Lori Meyers hicieron un paréntesis en la grabación de su nuevo álbum para ver al amigo Ferreiro. Lógico que en ese final épico de ‘Turnedo’ cayera eso de “salimos a bailar…”. Así es Iván, el buen colega de todos.

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