Confianza ciega
Conciertos / Florence + The Machine

Confianza ciega

8 / 10
Don Disturbios — 21-03-2019
Empresa — Live Nation España S.A.U.
Fecha — 20 marzo, 2019
Sala — Palau Sant Jordi, Barcelona
Fotografía — Montse Galeano

Que sin un cuerpo de baile, pirotecnia, humo, maquinaria y demás trucos escénicos propios de las grandes estrellas del pop, se puede dar un buen concierto en un recinto magno como el Sant Jordi, es algo que ya habían demostrado con anterioridad grupos como Pearl Jam o Arcade Fire. Basta con tener confianza ciega en tus propias canciones  y creer que eso será suficiente  para satisfacer a un público que ha ido a escuchar, y no a ver, esa especie de Cirque du Soleil en el que se han convertido según que directos.

Florence Welch se valió tan solo de un escenario sobrio pero elegante, confeccionado por listones de cálida madera que finalizaban en una escalinata curva en su frontal. La misma que utilizó en repetidas ocasiones para acercarse al público de las primeras filas que había pagado un plus por estar más cerca de ella. Es evidente que sus cuatro discos de estudio le han proporcionado un buen número de temas ganadores, aunque fuera, como es lógico, su última entrega “High As Hope” el que más canciones aportara a su repertorio.

De entrada la cantante inglesa inició el concierto de la misma forma que el álbum con “June” y sobre todo una intensa “Hunger” con la que empezó a sentirse cómoda, bien arropada como estaba por una corista y una banda de hasta siete componentes que están ahí con el único objetivo de elevarla, sin dar ni una sola réplica instrumental durante todo el concierto. Y es extraño. O al menos lo es para alguien que haya forjado sus gustos musicales en los ochenta, donde otras voces femeninas del soft-rock o el pop se hacían acompañar por guitarristas de solvencia contrastada como Rick Derringer, Alan Murphy, Steve Lukather o Peter Frampton. Florence Welch no. Ella y su poderío vocal son los únicos protagonistas del concierto y el resto, la Machine, queda relegado a lo más fondo del trastero. Poco le importa a la cantante londinense que el concierto pueda resultar en algún tramo excesivo o que se pueda echar en falta algo más de matiz y menos gorgorito. Cabría recordarle a Florence que incluso su admirada Patti Smith -a la que dedicó “Patricia”- se hacía acompañar por Lenny Kaye que, sin ser un prodigio, le daba la réplica. Aquí no. Todo resulta, como ya es habitual, excesivamente medido y nada se deja en manos del azar. Ni sus descalzos pasos de baile, mientras su figura se transparenta a través de su largo vestido blanco, ni su paseo por entre el público para dejarse querer y mostrarse como una artista muy próxima, alejada de la imagen de diva que otras cultivan con entusiasmo. Es evidente que Florence confía en un repertorio que alcanza su cénit cuando saca la artillería representada por temas como “Dogs Day Are Over”, la brillante “Ship to Wreck” y “Moderation”. Solo con ese tramo ya está todo ganado, y tan solo le queda rematar la jugada con la épica contenida de “Delilah” y unos bises en manos de la sentida “Big God” y una “Shake It Out” que ya suena a clásico del nuevo siglo.

Florence Welch es muy consciente de sus armas y las explota al máximo sacándole un gran rendimiento. Pero esa misma estrategia provoca que caiga  en el exceso de estar  arriba todo el rato, sin proporcionar nada de descanso. Y es verdad que tiene repertorio para mantener la atención de público, pero sus canciones son como ese intenso amor de verano que se recuerda con cariño, pero no acaba de dejar la huella indeleble de la pasión.

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