Espiritualidad cósmica
Conciertos / Cosmic Fest

Espiritualidad cósmica

8 / 10
Ibai Urizar e Iñigo Basaguren-Duarte — 18-10-2022
Empresa — Cosmic Tentacles
Fecha — 14 octubre, 2022
Sala — Jimmy Jazz Gasteiz, Vitoria-Gasteiz
Fotografía — Eider Iturriaga

Tras dos jornadas previas dedicadas a conferencias y exposiciones, la sexta edición del Cosmic Fest gasteiztarra abrazaba lo musical en un sábado que arrancaba al mediodía en Baratza Aretoa, centro de artes escénicas donde se daban cita la exposición del renombrado estudio catalán de diseño gráfico Error! Design y los conciertos de Maud The Moth y Ulmus.

Abrió la madrileña afincada en Escocia con una propuesta de andamiaje sencillo (tan sólo un teclado, voz y efectos) pero altos vuelos impulsados por una voz prodigiosa y su capacidad para aunar clasicismo y modernidad con la naturalidad de quien entiende a la perfección ambos mundos, y cuyo abanico de influencias abarca desde la belleza intimista de Tori Amos al neo gótico de Chelsea Wolffe pasando por la exuberancia torrencial de Diamanda Galas. Un show redondo e hipnótico que tuvo al público embelesado y la sensación general de haber estado en comunión con un talento desbordante. Tras ella le tocó el turno a Ulmus, proyecto de Xavi Forné (artista responsable del citado estudio Error! Design) que en directo se acompaña de Eugeni Pulido a la guitarra y Elias Egido de Standstill al contrabajo, y que no necesitaron más de media hora para convencernos con su oscuro e intimista folk instrumental, ideal para cerrar esa primera cita en la sala Baratza.

Entrada la tarde el festival se movió a la Jimmy Jazz con un cartel ecléctico marca de la casa y que abría con IIVII, proyecto del músico y videoartista Josh Graham (ex de Neurosis y al frente de A Storm Of Light) que venía acompañado en directo por el batería Billy Graves. No era fácil enganchar al público recién llegado a golpe de ambient y minimalismo de ecos industriales, pero el estadounidense acabó convenciendo acompañado de unas proyecciones apocalípticas de factura propia y goleando en cortes como “MineBlackHeart” o la final “Sun and Solace” y su épico alegato ecologista. Cambio de tercio para recibir a los locales Víbora, una de las bandas más prometedoras de la escena hardcore de Euskal Herria y que conjuraron una blitzkrieg sin piedad ni prisioneros. 25 minutos de pura fisicidad sónica en la que se dieron la mano el post-hardcore, el screamo y el crust de nuevo cuño, y que terminó antes de poder siquiera recuperarnos del primer puñetazo. Cuchillo de Fuego venían por tercera vez a Gasteiz y de nuevo se metieron al respetable en el bolsillo con un directo tan áspero como divertido, y es que los gallegos son únicos subiendo la temperatura de los shows con su lija noise y una actitud a prueba de bombas, destacando a su vocalista Juan F. Navazas que por momentos parecía poseído por el mismísimo David Jow de The Jesus Lizard. Temas como “Nocturno” y “Bouquet (Fuego y Mierda)” conectaron directamente con un público entregado, siendo el himno “Forforcio” el encargado de cerrar su concierto de manera sudorosa y por todo lo alto.

Con los galos Bruit, la última banda en liza de la noche, tocaba una vez más moverse de registro. El cuarteto de Toulouse subió a las tablas de la Jimmy Jazz con la vitola de ser una de las últimas sensaciones de la escena post-rock internacional, y lo refrendaron desplegando un show corto pero de precisión milimétrica con los habituales pasajes expansivos dando paso a momentos de vulcanismo guitarrero, y que con la adición nada habitual de chello y violín dotaban a su propuesta de una personalidad bienvenida en un género saturado de clones. Un cierre perfecto para la primera jornada de conciertos del festival, y que una vez más capturaba el espíritu aventurero y ecléctico de la cita gasteiztarra.

Llegamos al último día del Cosmic Fest con la lengua fuera y el cerebro abotargado, unos más que otros, pero con muy buena sensación por lo vivido los días anteriores. Para cerrar el festival los organizadores habían propuesto un menú muy interesante y bastante apropiado para un domingo a la tarde. El reclamo principal era Anna Von Hausswolff, pero para ello primero había que pasar dos pruebas que a alguno se le hicieron algo duras.

El primero en abrir la tarde fue William Fowler Collins, cuya propuesta mántrica de drone nos tuvo en auténtico trance a quienes le rodeamos en un semicírculo que se mantuvo imperturbable. Empezó con una falsa contención en la que los agudos iban cobrando protagonismo uniéndose al zumbido principal. A ratos parecía que estábamos escuchando la banda sonora de “Only Lovers Left Alive”, la película de Jim Jarmusch en la que el director también compuso la música, en la que paseábamos por esas Detroit y Tánger vampíricas. Otros momentos era como presenciar a un guitarrista de blues encerrado para siempre en La Zona, ese lugar liminal que imaginó y recreó Tarkovsky en su película Stalker. Tras él vino Aaron Turner repitiendo formato, sentado en una silla bajo el escenario, pero con una propuesta más agresiva. Si bien empezó algo más calmado, pronto se puso a hacer daño con sus agudos con los que parecía querer derribar la barrera humana que le rodeaba. Visto que no lograba su objetivo, se alzó de la silla y, como un mensajero del averno, se encaró al público y subió los decibelios y la potencia. Cuando acabó quedó en la sala la agradable sensación de haber superado una guerra espiritual y sónica. Una gozada, de verdad.

Para cerrar la noche subió Anna Von Hausswolff y no defraudó. Encaramada tras su teclado y rodeada por su banda ofreció un concierto desbordante. Su propuesta sacralizada, su voz y la selección de temas fue impecable. Como única pega, los momentos en los que abandonó el altar que había creado en torno a su figura y empuñó la guitarra, ofreciendo los que quizás fueron sus dos temas más flojos. Mención especial al final del concierto, en el que bajó a tierra, abrazó a una espectadora y terminó cantando junto al público.

Así se puso fin al Cosmic Fest, un festival diferente y necesario. Esperamos con ganas lo que tengan que ofrecernos el año que viene.

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