Entrevista con Alberto Vázquez, director de “Unicorn Wars”
Especiales / Alberto Vázquez

Entrevista con Alberto Vázquez, director de “Unicorn Wars”

Daniel Grandes — 03-11-2022
Fotografía — Archivo

Ya ha aterrizado en nuestras salas “Unicorn Wars”, la manzana envenenada del cine español de este año.

Este cruce alucinógeno y despiadado entre la inocencia naif de “My Little Pony” y la crueldad existencialista del mejor Coppola fue, sin lugar a dudas, una de las sorpresas de la pasada edición del Festival de Sitges. Fue justamente allí, rodeados de cafés y cineastas, donde tuve la oportunidad de charlar con Alberto Vázquez, director de la película, sobre su pesimismo cute, su trayectoria en el mundo del cómic y su pasión por el Antiguo testamento.

¿Cómo nace un proyecto tan específico como este?
En 2008 escribí una historia corta sobre dos hermanos ositos que iban a cazar un unicornio. En 2013 lo convertí en un cortometraje llamado “Sangre de unicornio”. Estaba hecho en acuarela, de una forma muy tradicional. Estuve pensando en formas de amplificar este universo. Siempre había querido hacer una película bélica. La supervivencia en la selva, personajes perdidos, la locura… Decidí mezclar entonces el universo bélico con mi universo como autor. Yo estudié en un colegio de curas y La Biblia me dejó mucho poso. Sobre todo el Antiguo testamento, que es uno de mis libros de ficción favoritos. Así que también me interesó mezclar el Disney más clásico con una historia religiosa y mitológica. Esta es una película de géneros bastardos.

La película traza un recorrido fascinante en cuanto al tono. Empieza siendo una cosa y se acaba convirtiendo en otra totalmente distinta.
Siempre tuvimos claro que esta es una historia de contrastes. Al final estamos disrumpiendo lo que son dos iconos de la infancia. El tono es algo que se va encontrando, pero nace de esta búsqueda constante del contraste. La película parece que es una cosa pero de repente te cambia el tono. Tenemos una guerra entre osos y unicornios pero también una interna entre dos hermanos. Tiene algo de ridículo, pero que también puede ser dramático. Estamos todo el tiempo entre el humor, el existencialismo, la religión… Buscamos provocar. Pero no provocar por provocar, sino provocar emoción.

“No podría haber desarrollado mi universo propio sin el cómic”

Este contraste parece funcionar también en cuanto a los referentes que invoca la película, desde “Apocalypse Now” hasta “Bambi”. ¿Cómo mantienes el equilibrio entre la cita y la identidad visual propia de “Unicorn Wars”?
Hay que pasar las historias por tu propio filtro. Es difícil definirlo. Hemos trabajado en esta película durante seis años. Todo cambia. Lo que creías que funcionaba en el guion, en el storyboard falla por completo. Cuando el storyboard pasa a animática, el ritmo cambia rotundamente. De repente la película cobra su propia vida. La animación es muy lenta, pero eso nos permite que todo se transforme.

También provoca que la película tenga que dialogar durante su proceso con diferentes contextos históricos. ¿Crees que tu historia adopta otro significado teniendo en cuenta que hacía bastante que Europa no se sentía tan cerca de un conflicto bélico?
Supongo que esta es una triste coincidencia. Hace seis años no imaginé que íbamos a tener un conflicto como el que tenemos. Pensábamos que las guerras en Europa iban a ser económicas o tecnológicas, y de repente nos encontramos con un conflicto de invasión. Igual la película puede tener ahora otra lectura. Yo siempre quise hablar del origen común de todas las guerras. También sobre el control de la opinión pública y el papel de los creencias religiosas en estos conflictos. Toda guerra es más peligrosa si está la religión de por medio.

El epílogo de la película tiene un tono profundamente pesimista. ¿Te sientes fatalista en cuanto al futuro?
Soy bastante pesimista en cuanto a ciertas condiciones del ser humano. Pero es que es normal [risas]. Te pones a analizarlo y la cosa está complicada. Es difícil no ser pesimista.

Creo que la esencia de “Unicorn Wars” recae justamente en este choque frontal entre el pesimismo y la fantasía.
A veces desde la fantasía puedes hablar de temas contemporáneos evitando ciertas censura. Al fin y al cabo son muñequitos, a nadie le importa… Es mucho más interesante tratar estos temas desde las metáforas. Hay que intentar siempre romper el cascarón.

Así también consigues movilizar a un público que quizás no iría al cine por un conflicto bélico, pero sí por un conflicto bélico de ositos y unicornios.
Esto es lo que deseamos que ocurra, sin duda. Ojalá llame la atención del público joven. Incluso a los consumidores de anime y manga. La película se estrenará en Japón también. Tenemos muchas esperanzas de que funcione bien allí. Al final es una película que tiene que encontrar su público. Su camino no es ni el mainstream ni el cine de autor, es el suyo propio.

Supongo que no debe haber sido fácil vender y financiar una película tan atípica en ese sentido.
Costó. Han sido caminos difíciles. Hemos tenido que co-producir con Francia. Hemos conseguido el apoyo de las televisiones y gobiernos gallegos y vascos, también… Pero somos una película pequeña. No lo parece porque está trabajada con mucho cariño por un equipo brutal. Hay una gran implicación emocional en el proyecto. La película ya no nos pertenece. Le pertenece al público. Tendrá su camino. Lo que está claro es que aquí el cine está complicado. Me cuesta a mí y les cuesta a todos los directores que están aquí en Sitges.

Teniendo en cuenta que estamos ante una historia desatada y salvaje en muchos sentidos, ¿has tenido que hacer alguna concesión en el montaje final?
Todo cambio que se haya realizado en la película ha sido porque nuestro objetivo principal siempre ha sido que fuera entretenida. Queríamos que tuviera el ritmo adecuado para que todo el mundo pudiera verla. No quería que resultara demasiado extraña o críptica. Eso me preocupaba. En el resto de aspectos he podido hacer lo que he querido. Pero por encima de todo, queríamos que fuera una experiencia asequible. Queríamos que “Unicorn Wars” fuera para todos. Siempre hemos buscado el equilibrio perfecto entre el entretenimiento y el arte.

¿Qué encuentras en la coralidad del cine que no encuentras en la individualidad del cómic? ¿Has acabado desarrollando alguna preferencia?
Lo bueno del cómic es que, con tinta y papel, haces un libro. Y ya está. Me parece increíble poder trabajar solo contigo mismo. El cine necesita dinero, equipamiento, compañeros… Cuando estás acostumbrado a trabajar solo, tener que trabajar con más de doscientas supone un cambio brusco. Cada uno tiene su manera de ser y eso siempre genera complicaciones. Para mí, la animación es una mezcla perfecta entre el cine y el cómic. Acaba generando un medio con su propio lenguaje. Me fascina la animación y su forma de multiplicar por cuatro las posibilidades del cómic. Y, económicamente hablando, es mucho mejor trabajar en la animación que en el cómic. Pero los dos son medios maravillosos. No podría haber desarrollado mi universo propio sin el cómic.

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