Bikini Kill, Bratmobile y Heavens To Betsy (se les podría sumar Huggy Bear desde el Reino Unido) fueron las tres bandas que más hicieron por difundir las ideas del riot grrrl, el movimiento feminista que brotó en la ciudad de Olympia (Washington, Estados Unidos) a principios de los años noventa, cuyo eco mediático se vio alentado por el proselitismo de Kurt Cobain y el auge en paralelo del grunge. Pero aquello fue mucho más que tres o cuatro grupos: fue la historia individual y colectiva de un puñado de feministas cuyos anhelos iban mucho más allá de la música.
“Nadie había contado la historia del riot grrrl como una organización feminista joven”
Sara Marcus les dio voz a todas ellas en el extraordinario “Las chicas al frente. “La verdadera historia de la revolución riot grrrl”, que nos llega ahora traducido al castellano por Ibon Errazkin, trece años después de su publicación en inglés. Un libro que cuenta todos y cada uno de los detalles de un movimiento que muchas veces fue sometido a tópicos, estereotipos y visiones superficiales y paternalistas. Hablamos con Sara, quien nos atiende desde su despacho en la Universidad de Notre Dame (Indiana, Estados Unidos) a través de la pantalla del PC.
¿Cuánto tiempo te llevó escribir el libro? ¿Tuviste fácil acceso a todas las fuentes?
Creo que fueron como cinco años, desde la primera entrevista que hice hasta que se publicó el libro. No me topé con oposición por parte de nadie, aunque sí había cierta precaución por parte de alguna gente debido a la experiencia previa que habían tenido con los medios. Siempre quise dejar claro que yo también fui parte de aquello, y que había una historia que no había sido contada. Kathleen Hanna [Bikini Kill] se alegró cuando lo vio publicado, y llegó a confesarme que de joven, cuando todo se había vuelto muy loco a su alrededor, pensó que alguna vez la historia sería justa con ella. Y que por fin sintió eso con mi libro. Me sentí muy agradecida.
¿Sentías que era un movimiento sometido a estereotipos o visiones equivocadas, que debía ser explicado?
Fue exactamente por eso por lo que decidí escribirlo. Yo trabajaba en una Fundación para el empoderamiento de comunidades marginadas, cuatro días a la semana, que compaginaba con mi labor como freelance, la de crítica musical y componente de un grupo musical. Por un lado escribía sobre músicas feministas, y leía mucho sobre ellas, y trataba de averiguar si cabía hablar del riot grrrl como un género, y si este había influido en otras bandas posteriores. Te hablo de los años 2002 o 2003. Al mismo tiempo, trabajaba con estos grupos de organizaciones juveniles por todo el país, que identificaban las fuerzas que estaban haciendo sus vidas difíciles, y se marcaban estrategias a seguir sobre cómo cambiar sus propias comunidades a partir de una toma de conciencia. Juntando ambas cosas, me di cuenta de que nadie había contado la historia del riot grrrl como una organización feminista joven. Su historia había quedado oculta. Si has leído el libro o recuerdas cómo era la imagen que se proyectaba entonces en los medios, se relacionaba al riot grrrl con una moda, y el aspecto de organización juvenil feminista había sido borrado. Por eso quise escribirlo. Además, en aquel momento existía ese ambiente como de ironía post noventera en el que ser idealista acerca de cualquier cuestión era visto como algo pasado de moda. No era nada cool tener ideales. Es difícil verlo desde la perspectiva de 2023. Una parte de mí se daba cuenta de que toda esa mierda aún estaba ahí. Mi objetivo era rescatar esa historia, antes de que ningún critico de rock escribiera la historia del riot grrrl solo desde el punto de vista de las bandas, era muy importante para mí explicarlo como alguien que estuvo muy implicada en sus aspectos políticos y desmentir algunos tópicos. Solo por el hecho de que ya no gritemos como entonces, cuando teníamos dieciséis años, no significa que todo aquello no sirviera para nada.
A lo largo de todo el libro queda muy clara la disyuntiva entre quienes no quieren dar entrevistas a los medios mainstream porque estos daban una imagen desvirtuada del fenómeno, y una minoría que piensa que es mejor una cobertura equivocada que no tener ninguna.
Hay que tener en cuenta que para la mayoría el objetivo no era hacer del riot grrrl algo tan grande como fuera posible. Era más sencillo. Básicamente querían provocar cambios en sus escenas locales y conectar con gente de intereses similares en otras ciudades, incluso entre continentes, pero no había un deseo de llegar demasiado lejos. Hacían un buen trabajo a través de los fanzines y los conciertos, y eso era suficiente. Obviamente, luego hubo gente que llevó esos principios más allá a lo largo de su vida, pero no todo tenía que hacerse viral. Como dices, sí había otra gente que pensaba que todo esto debía llegar más lejos, y hasta yo me beneficié de ello, porque supe del riot grrrl a través de un artículo en Newsweek, que fue muy polémico porque mucha gente no quiso participar en él. Ahí mi postura está un poco comprometida, porque personalmente me alegro de que aquel artículo se publicara, pero también respeto la opinión de quienes consideraban que no hacía falta hablar con nadie de los grandes medios.
¿Crees que, paradójicamente, el éxito de Nirvana fue perjudicial para su expansión comercial? Lo digo porque Kurt Cobain le dio visibilidad, pero al mismo tiempo provocó, con su forma tan atormentada de digerir el éxito, que los grupos del riot grrrl no vieran esa repercusión comercial como algo apetecible, sino como una desgraciada distorsión sobre el arte independiente.
Es interesante. Te voy a responder de un modo contradictorio. Creo que el éxito de Nirvana fue bueno para ellas precisamente porque contribuyó a convencer a Bikini Kill de que no ficharan por una multinacional. Pudo haber un gran conflicto ahí, al hilo de dónde debía dirigirse una banda del underground. Les impactó mucho el modo en el que todo le afectó a Kurt Cobain. El éxito de Nirvana generó muchísima atención sobre lo que ocurría en la costa noroeste del Pacífico: si no hubiera sido por ellos no hubiera brotado ese grado de interés de los medios de ámbito nacional. En ese sentido, también creo que fue bueno para el riot grrrl.
Solemos tener la visión del riot grrrl como un fenómeno reducido a Olympia (Washington), pero gracias a tu libro sabemos que hubo otras ciudades de todos los Estados Unidos, como Omaha (Nebraska), por ejemplo, que también tuvieron sus escenas. El riot grrrl logró que muchas jóvenes alejadas de las grandes capitales pensaran que podían hacer lo mismo.
También hay que tener en cuenta que las bandas no eran los únicos estandartes del movimiento. Kathleen Hanna viajaba con frecuencia a Washington DC y luego dejó de hacerlo, y también la gente de DC se distanció, de acuerdo. Pero para las chicas de Omaha, por ejemplo… una amiga mía colgó hace poco unas fotos de la convención riot grrrl de Omaha y eso me hizo recordar que hasta allí fueron chicas de Nueva York e incluso de Olympia, gente que había estado los tres años anteriores implicada publicando fanzines. Para quienes montaron la convención en Omaha, la activista Ananda Levita era tan importante como Kathleen Hanna. Tampoco esperaban recibir a una estrella del rock, la verdad. No se sentían tan afortunadas.
La importancia del fanzine era enorme. Era el principal vehículo de transmisión, en un tiempo en el que Internet no existía. Comentas en el libro que hubo un momento en el que había hasta 40.000 fanzines distintos circulando por Estados Unidos.
Los fanzines eran la forma de compartir información. Y había una newsletter que hacía un listado de todos los fanzines, con lo que se podía acceder a ellos desde cualquier parte de Estados Unidos. Era una forma intelectual de desarrollar ideas, y me gustaría destacar que los fanzines no eran blogs impresos. Llevaban al menos un par de semanas de trabajo, a veces uno o dos meses de recopilación de material, de revisión de textos, de edición… Ya no solo es que fuera la vía primordial de información, como tú dices, antes de que existiera Internet y al margen de los medios de masas: también fomentaban una información en profundidad, basada en la reflexión, sin prisas.
El feminismo a principios de los noventa parecía estancado y oxidado, casi abocado a la irrelevancia. ¿Crees que hoy en día el riot grrrl lo hubiera tenido más fácil para hacerse oír?
Hoy en día las ideas se expanden más rápidamente, pero también son asimiladas y olvidadas con más rapidez. Los elementos que lo hacían atractivo entonces, también lo serían ahora. Pero no sé si hoy en día un movimiento así podría enraizar y crear nexos tan sustanciales como los que creó en los noventa. Sería muy costoso. Trato de pensar en otras ideas que se hayan propagado últimamente con efectividad a través de Internet, como el movimiento Black Lives Matter o el #MeToo, y sobre todo en el caso del primero, no hay ese trabajo de organización desde la base. El hashtag expande la idea, pero tiene que haber alguien detrás de él. Algo de sustancia y de trabajo de base para darle significado. En el caso del #MeToo, también hemos visto cómo hay muchos artículos que hablan de cómo eran las cosas antes del #MeToo y después de él.
¿Dónde crees que está el legado del riot grrrl actualmente?
Pues creo con sinceridad que es visible en la cantidad de mujeres e individuos no binarios que están tocando música a un volumen alto. Es importante recalcar que un grupo como L7 era visto como una anomalía en los noventa, y ahora no es así. A nadie le extraña que haya mujeres que escriban grandes canciones y sepan tocar muy bien la guitarra con efectos de distorsión. Está completamente normalizado. Eso solo puede ser bueno para la creatividad de quienes quieren hacer música. No sé cómo es la historia del feminismo en España, me encantaría conocerla, pero en Estados Unidos hubo una ola de feminismo radical allá por 1968 y 1969, que fue muy poderoso durante la década siguiente, con organizaciones de raíz popular, pero que luego se encontró con una fuerte reacción en contra durante los años ochenta, y quedó reducido a algo muy estancado e institucionalizado, que quedó invalidado para explicar la vida diaria de la gente. Y el riot grrrl aparece justo en un momento en el que no está ocurriendo nada remotamente parecido en todo el feminismo norteamericano, y recupera ese espíritu que se había perdido. Hoy en día vemos a diario cómo la gente utiliza las redes sociales para reflexionar acerca de cómo su experiencia se ve condicionada por las fuerzas sociales que nos rodean, y creo que eso es también parte del legado del riot grrrl.
Creo que lo que dices también se refleja en la música, tal y como cuentas en el libro: entre la generación de Joan Jett, a finales de los ochenta, quien en cierto modo dio su bendición al fenómeno, y la de las riot grrrl, a principios de los noventa, hay un vacío.
Claro, había quien se preguntaba en su momento por qué las rockeras más veteranas no apoyaban el riot grrrl. ¡Es que no había muchas opciones! Recuerdo el primer Lollapalooza, en 1991, y eran todo bandas formadas por hombres. Ahora miras cualquier otro festival y está todo mucho más equilibrado. Ya no existe esa idea de que el rock es un género dominado por hombres, desde luego.
En la recta final del libro dices un par de cosas que me parecen clave: el riot grrrl tuvo buenas propagandistas pero no tuvo estrategas, y también profetas, pero no organizadoras. De hecho, se topó con sus propias contradicciones de clase y de raza: mujeres negras se quejaban de que era un movimiento solo de mujeres blancas de clase media. ¿Crees que su propia ingenuidad es lo que lo abocaba a que su esplendor solo durase unos pocos años?
Rechazo el término “ingenuidad”. Sugiere que no sabes cómo funcionan las cosas y que operas con una visión idealizada del mundo. Creo que el riot grrrl fue un movimiento joven, tanto por la edad de sus participantes como por la forma en que evolucionó. Desde su inicio hasta lo que yo considero su final como red organizada, pasaron menos de diez años. Puedes valorarlo como un periodo corto. Pero el hecho de que no hubiera una organización jerarquizada o tutorizada jugó su papel en su forma de expresarse. Era gente que leía textos feministas de referentes históricos, así que no hablamos de gente que no tenía ni idea de cómo se crea y desarrolla un movimiento. Hay modos de formar a la gente en metodologías y estrategias que te ayudan a salir de lo que haces a diario para pasar a un siguiente nivel. Considerarlas ingenuas es denigrar su juventud, en cierto modo. No es un fracaso ser joven o inexperta. Es cierto que no lograron deslindar aspectos como el de la raza y la clase social y cómo interactúan estos entre sí, lo que tú comentabas. Pero, para ser honestos, tampoco lo han hecho movimientos feministas más que establecidos, como la Marcha de las Mujeres sobre Washington en 2017. Son conceptos difíciles de manejar. Estaban, o estábamos, porque yo considero que estaba dentro, en una fase de desarrollo.
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