Jorge Drexler - “12 segundos de oscuridad” (2006)
Un disco al que siempre vuelvo, que tiene un tono agridulce y lúcido que lo convierte en distinto. Es difícil cantar al amor que se acaba sin sonar a tópico (y sin renunciar al dolor). Es difícil cantar al amor que empieza sin sonar a cliché (y sin renunciar al deslumbramiento). Drexler hace aquí las dos cosas. Supongo que lo escuché por primera vez en 2006, cuando salió, y no he parado de escucharlo desde entonces: esperanzador sin ser naif, asume la falta de certeza sin ser descorazonador. Un fino equilibrio que funciona con cualquier estado de ánimo.
C. Tangana - “El Madrileño” (2021)
El disco reciente que más he escuchado seguramente (y que más he escuchado en formato disco, desafiando la azarosa combinación aleatoria de Spotify). Me vale para todo, para escucharlo sola y con gente, para bailar y para cantar, para escucharlo sentada o de fiesta, atentamente o de fondo. Es divertido, es tradicional y es nuevo, es refrescante y parece que llevas toda la vida escuchándolo, y tiene ese regusto a cáscaras de pipa y servilletas poco permeables tiradas en el suelo del bar que tanto me gusta.
Leonard Cohen - “Live In London” (2009)
Estuve en la gira en el concierto que hizo en Madrid, y seguramente es uno de los conciertos más emocionantes en los que he estado. Los graves de Leonard Cohen suenan a ecografía emocional, a sonido intracavernario, a que está viniendo de otro mundo para contarte qué hay más allá. Y seguramente lo está haciendo.
Franco Battiato - “Mondi lontanissimi” (1985)
Algo así como si Dante hiciera música pop, la comprensión de que lo divertido no es menos profundo, de que la melodía amable y el existencialismo pueden ir de la mano. He puesto este disco pero podría poner cualquiera de los suyos.
Chavela Vargas- “Un mundo raro” (1961)
Para sentirte automáticamente con el corazón desgarrado y un chupito de tequila en la mano, aunque estés en el momento más zen de tu existencia. Y quién no quiere sentir el corazón desgarrado de vez en cuando.
La Oreja de Van Gogh - “El viaje de Copperpot” (2000)
Este puesto se lo disputa con “Estopa” (Estopa, 1999), dos discos que escuché hasta la saciedad en mi tierna preadolescencia y que se han quedado grabados en mi cerebro con mucha más intensidad que las tablas de multiplicar. Quizá de los primeros casettes que tuve porque les gustaban a mis amigos, la primera música no heredada de mis padres. Un infalible cuando un viaje en coche se hace pesado y hay que levantar el ánimo.
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