Eduard Palomares: becarios en la novela negra
Especiales / Eduard Palomares

Eduard Palomares: becarios en la novela negra

David Sabaté — 25-07-2019
Empresa — Libros del Asteroide
Fotografía — Archivo E. Palomares

Un voraz lector de novela negra recién salido de la facultad es admitido como becario en una agencia de detectives. Le tocará hacer guardia en pleno verano y, claro, las cosas no tardarán en complicarse. El periodista Eduard Palomares debuta en la ficción con “No cerramos en agosto” (Libros del Asteroide, 19), una historia iniciática que engancha desde la primera página y que retrata la Barcelona post crisis para darle, de paso, un refrescante vuelco al género negro.

Esta es tu primera novela. ¿Recuerdas el detonante que te impulsó a escribirla?
Como lector y, además, periodista de prensa escrita, siempre tenía en la cabeza la idea de escribir una novela, pero más como un sueño que como una posibilidad real. Durante mucho tiempo pensaba que no sería capaz, porque no tenía talento o no disponía de tiempo. Pero esto no son más que excusas que te pones a ti mismo para no encarar el reto. Luego pasa una cosa tan simple como que te apuntas a un par de cursos de narrativa y en tu cabeza se produce un clic. Comienzas a pensar en unos personajes, en una historia, en un escenario... Quizás el detonante fue la posibilidad de combinar el mundo del periodismo con el de la investigación privada a partir de una realidad que quizás mucha gente no conoce: los detectives se hacen pasar por periodistas para extraer información. Incluso ha salido a la luz que el comisario Villarejo, cabeza visible de las cloacas del Estado, utilizaba esta técnica. Este fue mi punto de partida aunque, luego, la novela fue tomando otros caminos.

Eres lector de novela negra desde la adolescencia. ¿Valoraste en algún momento adentrarte en otro género o siempre lo tuviste claro?
Mi objetivo era que el proceso de escritura fuera lo más natural posible, así que mi cabeza siempre se iba hacia la novela negra. Cualquier historia debe tener un motor, algo que haga que los personajes se muevan y, en mi caso, todas las ideas siempre se dirigían hacia un caso y su posterior investigación. Eso sí, tenía claro que quería alejarme de los estereotipos, porque si no ¿qué sentido tenía escribir otra novela negra con el típico personaje duro y solitario? Ya hay gente que lo hace muy bien, así que no creía que yo pudiera aportar nada, si no es que intentaba darle otra vuelta, buscar un nuevo enfoque.

"Tenía claro que quería alejarme de los estereotipos, porque si no ¿qué sentido tenía escribir otra novela negra con el típico personaje duro y solitario"

En ese sentido, no te recreas en la crudeza o en el factor escabroso de cierta tendencia dentro del género, en especial de la corriente nórdica. Se ha hablado incluso de tu libro como “novela negra luminosa”...
Esto tiene mucho que ver con lo que comentaba anteriormente, es decir, la intención de romper con muchos clichés que se reproducen una y otra vez en la novela negra actual. A veces parece que la tendencia es irse hacia la parte más oscura de la sociedad, lo oculto, lo sádico, lo morboso… Pero yo quería situar la acción en un plano de lo cotidiano, en un nivel que todos podemos reconocer, porque lo vivimos cada día. Esto no quiere decir que no haya violencia, aunque de otro tipo. Porque los contratos basura o la especulación inmobiliaria son sin duda un tipo de violencia que la inmensa mayoría de nosotros hemos vivido alguna vez. Al mismo tiempo, me parecía que una novela ambientada en el verano barcelonés debía ser inevitablemente luminosa, no podía tener una atmósfera apagada y claustrofóbica como en muchas novelas nórdicas.

“No cerramos en agosto” cuenta los primeros pasos de Jordi Viassolo, un joven recién licenciado que entra como becario en una agencia de detectives de Barcelona. Me parece una mirada muy acertada porque, de esta forma, los lectores menos familiarizados con el mundo detectivesco pueden descubrir los entresijos del oficio al mismo tiempo que el propio protagonista… ¿era esa tu intención?
La inmensa mayoría de protagonistas de novelas negras son detectives privados o inspectores de policía de mediana edad, duros, individualistas, sarcásticos, brillantes en lo suyo pero con una vida privada desastrosa…. Y yo quería alejarme de eso, precisamente para romper ese cliché. La figura de un detective que entra a trabajar en una agencia como becario me permitía hablar de muchas cosas: el inicio de la vida adulta, los problemas que afrontan los jóvenes en esta ciudad, la confrontación entre tus sueños y la realidad… Luego es cierto que, aunque hay muchas referencias a los clásicos de la novela negra, los lectores no familiarizados conectan igualmente con el protagonista, porque, tal y como dices, le acompañan en ese descubrimiento del oficio. Porque, al fin y al cabo, todos hemos empezado alguna vez en un trabajo y nos hemos sentido un poco perdidos.

Esta figura del principiante contrasta, precisamente, con la del típico tipo duro y castigado que comentabas, el personaje cínico e implacable habitual de este tipo de historias, que encarna aquí Recasens, un veterano de vuelta de todo y que se convierte en una suerte de mentor a regañadientes del protagonista. ¿Cómo trabajaste la relación entre ambos y, en especial, la caracterización de Recasens? Intuyo una intención de homenajear los clichés del género, pero sin caer en ellos...
De hecho, Recasens podría ser perfectamente uno de esos detectives duros que comentaba antes, pero que ya ha visto como su tiempo ha pasado. Se siente perdido ante la avalancha tecnológica y está totalmente fuera de lugar, pasado de moda. Por eso, intenta ser lo más antisocial posible. La llegada de Jordi Viassolo, el protagonista, despierta en él cierta ilusión perdida, aunque le cuesta bastante demostrarlo. Quizás sí que lo toma como su protegido, pero con una técnica un poco particular: dejando que se pegue tantas hostias como haga falta. Digamos que es muy de vieja escuela.

El libro está ambientado en la Barcelona “post-crisis” y no precisamente en la ciudad amable y de postal que atrae a millones de turistas año tras año. Hay en tu novela una crítica poco velada al turismo de masas, pero también a la especulación inmobiliaria y a la precariedad laboral. ¿Toda novela negra que se precie debe ser crítica con el entorno que retrata?
Las novelas negras que más me gustan son así; toman un crimen y una investigación como excusa para mostrarte una sociedad, una época, una problemática, un ambiente… Si quería situar la acción en la Barcelona ‘post-crisis’ estaba claro que tenía que tocar estos temas, porque los vivimos diariamente. Todos vemos como muchos barrios se están transformando a causa del turismo masivo y todos somos conscientes de que actualmente existe un problema enorme con la vivienda o con los contratos precarios y temporales. Sin embargo, no he querido analizar estas cuestiones en exceso, sino que simplemente van apareciendo de forma natural en el desarrollo de la historia. Que es, de hecho, lo que nos ocurre en la vida real. No se trata tanto de hacer una crítica directa a la ciudad, sino de describir una serie de situaciones o escenarios de la forma más verosímil posible. Creo que cualquier barcelonés podrá sentirse identificado, tanto con las partes más críticas como con las más cotidianas.

¿Sentiste en algún momento el peso de la larga tradición de la novela negra barcelonesa? Pienso en Montalbán y Carvalho, o en Eduardo Mendoza…
Más que el peso de esa tradición, tanto Vázquez Montalbán como Mendoza son grandes referencias para mí. Y, sin duda, han influido tanto en la creación de la historia como en mi técnica narrativa. Pero, de nuevo, reivindico la naturalidad del proceso. Nunca intenté imitarlos, porque habría resultado imposible, además de frustrante. Simplemente intenté que la escritura fuera muy fluida, que surgiera sin imponerme demasiadas normas. Entonces, claro, es muy normal que se reflejen esas influencias que han sido tan determinantes para mí. Pero son nombres que miro desde la distancia; ellos están en la cima y yo al pie de la montaña.

¿Te has documentado con criminalistas, policías, detectives reales? ¿Has visitado alguna comisaría o agencia de detectives?
He tenido contacto con algunos detectives privados, sobre todo para entender cómo era la profesión actualmente y dominar un poco su argot. De todos modos, cuando hablamos de contratos temporales o precarios, no hace falta investigar demasiado o profundizar en un sector específico, porque todos los hemos experimentado o tenemos a alguien cercano que los está sufriendo. Y los casos siempre son muy parecidos, seas periodista, detective, camarero o ingeniero. Luego sí que me he tenido que documentar bien sobre normativas referentes al tema inmobiliario o incluso qué pistolas se pueden comprar en el mercado negro. Aunque no hace falta ser ningún sabueso para ello: lo pones en Google y aparece.

¿Hay otras influencias o autores ajenos a la novela negra que creas que te han influido? Los encuentros del protagonista con sus amigos en el bar Pirineus me han recordado a “Cuatro amigos” de David Trueba; también sé, por ejemplo, que lees todo lo que publique Nick Hornby. ¿Hay algún aspecto concreto de alguno de ellos que hayas querido trasladar o adaptar a tu historia?
La intención desde el primer momento era mezclar estos dos mundos: el género negro clásico y un tipo de novela más contemporánea, que no tiene problemas para bajar a pie de calle. La referencia de David Trueba está clara, o incluso podríamos hablar de Francisco Casavella o, mirando aún más atrás, a “Historias del Kronen”. Y, por supuesto, también Nick Hornby, Irvine Welsh, Adam Thirlwell, Jennifer Egan... Luego le añades un poco de cine, música y series y al final te sale una mezcla que se convierte en tu estilo. Quizás lo que hablábamos antes de la novela negra luminosa surge de aquí, de esta fusión.

Hablando de Hornby, en la historia asoman algunas referencias musicales, como “Lust For Life” de Iggy Pop, casi un referente generacional. Ya que estamos en Mondo Sonoro, ¿qué otras referencias musicales dirías que te han marcado? ¿Cuán complicado o aconsejable es introducirlas en una historia de este tipo sin que suenen forzadas?
Mi primera intención era hablar mucho más de música, pero luego me di cuenta de que no quedaba natural. O al menos a mí no me acababa de convencer, porque me sonaba más a capricho del autor que a una necesidad del personaje. Además, se debe tener en cuenta que mi protagonista tiene unos diez años menos que yo, así que debía ir con mucho cuidado con las referencias musicales, que no podían ser las mismas que las mías. Quizás “Lust For Life” es la única excepción, pero ya queda bien en la escena, como un clásico. A mí me puede gustar el rock, el indie, el folk, el alt-country… Pero no podía trasladar esto al personaje, porque no quedaba verosímil. No podía hacer como Carlos Zanón en “Taxi” y hacer que mi protagonista fuera un fan de The Clash, porque no le pegaba para nada. Viassolo es un hijo de su época, de la escucha fragmentada, de Youtube y Spotify, de pasar de un género a otro sin demasiados problemas.

¿Cómo ha sido el proceso de escribir una primera novela por tu cuenta y prácticamente de forma autodidacta? ¿Cuál dirías que ha sido el mayor obstáculo con el que te has encontrado a nivel creativo?
Ha sido como una aventura que empiezas sin tener demasiado claro a dónde vas a ir a parar. Llega un momento en que la historia y los personajes han tomado tanta forma en tu cabeza que no tienes más remedio que ponerte a escribir, porque es casi una necesidad. Pero en ningún momento piensas en si se va a publicar o no. En ese instante solo importa que te estés divirtiendo mientras escribes, que te llene. Si sentarte ante el ordenador se convierte en una tortura, mejor déjalo. Quizás por eso no he sufrido demasiados bloqueos creativos, sino que las partes complicadas han sido más a nivel técnico: pulir las frases, crear la voz adecuada para cada personaje, encontrar la palabra justa… Es decir, adentrarme en el oficio de escritor.

Me consta que no tenías ningún contacto en el mundo editorial. ¿Qué sentiste cuando Libros del Asteroide respondió a tu email para decirte que estaban interesados en publicar tu libro? ¿Qué papel ha jugado la editorial en todo este proyecto?
Cuando envías un manuscrito a una editorial, sin que ellos te hayan encargado nada e incluso sin que sepan quién eres, es como enviar un currículum a una empresa sin que haya ningún proceso de selección en marcha. Es decir, tienes un gran porcentaje de probabilidades de que pasen de ti y jamás te respondan ese correo. Ya que estamos en el Mondo, es como si grabas una maqueta y la envías a una discográfica como Sub Pop. Lo más lógico es que nunca sepas nada de ellos. Así que imagínate el subidón que te da cuando una editorial como Libros del Asteroide, independiente (cosa que le da más valor) y con un gran prestigio, te responde diciendo que están interesados en publicarte. Es a partir de entonces cuando la cosa se pone seria, porque te exige a ti mismo subir el nivel. Cuando te dicen “vale, la novela tiene potencial, pero ahora tienes que mejorarla”. Y realmente su ayuda ha sido muy valiosa, porque te señalan tus puntos fuertes, pero sobre todo los débiles. Esos a los que te debes enfrentar.

Por último, sé que es muy pronto, pero dado que la novela tiene un final abierto y que deja con ganas de más, ¿te has planteado ya un segundo capítulo con un nuevo caso para Jordi Viassolo? ¿Un “No cerramos por Navidad”, por ejemplo?
Bueno (risas). El título está bien, pero quizás estaría yendo a lo fácil, ¿no? Creo que un personaje como Viassolo tiene muchas posibilidades de evolucionar, tanto profesional como personalmente. En mi cabeza claro que me he imaginado toda una saga, pero ahora hay que ponerse manos a la obra. Me gustaría escribir un segundo libro, sin duda, pero no quiero forzarme a ello. Quiero sentir de nuevo esa necesidad de escribir, de contar una historia, de describir un ambiente… Además, dicen que el segundo disco siempre es el más complicado, ¿no? ¡Pues supongo que con las novelas pasa un poco igual!

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