“Soy un niño jugando a ser adulto”
Entrevistas / Yung Rajola

“Soy un niño jugando a ser adulto”

Abel Olivares — 20-01-2024
Fotografía — Marc Castelló

Para Yung Rajola el formar parte de la nueva ola catalana es todo un orgullo. El leridano nos lo demuestra a través de “Peter Pan” (Halley, 23), su segundo disco de estudio con el que revela su lado más pop, pretendiendo hacerse un hueco en la escena que por fin parece recibir el reconocimiento que merece.

Decir que la industria musical en Cataluña no ha dado un vuelco inesperado en los últimos dos años sería negar lo innegable. Del monopolio dominado por la música festiva –de grupos como Txarango o Els Catarres– hemos pasado a una situación en la que múltiples propuestas amplían la oferta cultural que había hasta ahora. Se abre entonces ante nosotros un abanico de infinitas posibilidades entre las cuales encontramos el proyecto de Quintí Casals (alias Yung Rajola). Después del lanzamiento de su elepé debut en 2021, el rapero y cantante vuelve a las andadas con un segundo álbum que presenta como “toda una celebración”.“Mi primer disco [“Cor trencat”, 21] era un disco introspectivo; sacaba a relucir mis vulnerabilidades a la vez que ponía el foco de atención en el escenario que le ha tocado vivir a mi generación: de cómo la opulencia económica pasó a ser una crisis perpetua. Seguí el ejemplo de Joji: antes era el cínico Filthy Frank (el peor canal que ha habido en la historia de Youtube), pero de repente decidió ser cantante y sacó su lado más tierno. Esa evolución me encantó, lo tomé de referente para hacer un disco en el que plasmar poesías personales. ‘Peter Pan’, en cambio, tira más hacia lo mainstream. Quería algo más colorido. Tiene la clara voluntad de ser bailado; disfrutar que, a pesar de todo, hemos tirado adelante. Considero que somos una generación hedonista que se ha encontrado con unos obstáculos y una precariedad que no esperaba para nada. Ambos discos me gusta compararlos con el yin y el yang: la parte oscura es ‘Cor Trencat’ y la luminosa ‘Peter Pan’. Los dos tienen puntos contrarios a su naturaleza que los balancean”. Aunque el mismo Quintí sigue siendo el narrador de su propia historia, año tras año ha ido evolucionando; ahora ve las cosas desde otra perspectiva. Eso sí, manteniendo el tono íntimo que aporta personalidad a sus grabaciones, recuperando al mismo tiempo los orígenes satíricos-irónicos con los que se dio a conocer. “Vengo de otros campos que no son la música. Por eso empiezo con el síndrome del impostor. Satirizar las cosas me ayudó a enfrentar mis inseguridades; el humor le quita hierro al asunto. Rapear me ha gustado siempre, pero una cosa está clara: este disco es pop. Ir en contra de eso sería inútil. Lo que sí creo es que se trata de un pop desenfadado. Mola que lo sea y dialogue con el componente inicial del Yung Rajola canallita. Es pop punki”.

“Me siento más artista, en general, que cantante como tal"

Si algo ha marcado su recorrido, ha sido la resiliencia. Cuando decidió apostar por una carrera musical propia era alguien ajeno a la música; se ha pasado toda la vida siendo pintor y, actualmente, trabaja como publicista. Ambas disciplinas influenciaron de tal forma a Yung Rajola que le ayudaron a enderezar la dirección que quería tomar en un momento en el que ni él lo tenía claro. “Me siento más artista, en general, que cantante como tal. Tengo la sensación de que mi obra es un poco fruto de haber pintado durante tantos años. Cuando te pones delante de un lienzo nunca sabes que va a salir de ahí. Sabes lo que te inspira, qué colores, qué bocetos… pero nunca sabes cómo quedará. Para mí, pintar cuadros y escribir canciones coinciden en el sentido que transmites todas tus cavilaciones; estás mal y eso, además de ayudar a desfogarte, permite que el resultado nazca de una verdad, tu verdad. En cuanto a la publicidad, pues diría que lo que he aprendido ha sido a escoger las palabras adecuadas. Hoy en día se ha polarizado todo. Yo me río un poco de eso”. A dicha metodología se le suma la obsesión por que su música tenga identidad propia. Quintí asegura ser una persona irónica y observadora a la que le encanta explayarse a partir de experiencias vitales verídicas. “Mis canciones son la consecuencia del conjunto de situaciones que he vivido. Hablar de cosas que me han pasado de verdad hace que, a la hora de defender lo que canto, no esté engañando a nadie. Ahora, no te negaré que lo maquillo un poco. No puedo decirlo todo a rajatabla. Algo parecido me pasa al dar opiniones subjetivas; a veces están entre los dos mundos. Nada es negro o blanco, cierto o falso. Por ambas razones, la música que hago la hago con algún trasfondo. Los singles están bien, pero lo que me permite explotar la creatividad son los discos”.

Justamente en este le ha dado por tratar la figura de Peter Pan, personaje ficticio sacado de la novela homónima escrita por James Matthew Barrie que narra la historia de un niño que no quiere crecer y escapa a Nunca Jamás. La fijación por su figura no es casual, va mucho más allá del tema generacional. “Tengo ya veintinueve años. Estoy en el impasse entre lo que es la juventud y la adultez declarada. Siento que soy adulto en algunas cosas, pero hay otras propias de la edad que me generan rechazo. Muchos me dirían ‘ya toca’. Son crisis infantiloides que comparto con gente de mi entorno y la sociedad en general. De todos modos, cada año es un aprendizaje. No quiero cometer los mismos errores que cometió mi yo de dieciocho años, por ejemplo. Determinados sentimientos tienen fecha de caducidad. Lo cierto es que soy un niño jugando a ser adulto”. El aprendizaje del que me habla viene de lejos. Concretamente de hace cinco años. Desde 2018, su sonido ha pasado de registrarse en el PutoStudio (Lleida) a la Krakhaus de Barcelona, cuna de artistas como P.A.W.N. Gang, Bad Gyal, Kinder Malo o Pimp Flaco. “Venir a Barcelona y grabar en un estudio tan popular te enseña mucho, sobre todo lo que te explican los productores. Un productor es tu pareja musical, debe haber química entre vosotros. Que sea un match mutuo para que luego os retroalimentéis. Es lo que me ha pasado con Sr. Chen y Pep Saula (Sexenni), aunque destacaría a Hacha Dastral. Trabajar con él me sacó del caparazón cuando llegué a Barcelona. Hizo que a día de hoy me sienta libre incluso de farandulear; conoces gente y creas conexiones. También está el añadido que las nuevas figuras emergentes pertenecemos (la mayoría) al mismo rango de edad. Estamos muy mezclados y nos llevamos bien. Pienso que si la música en catalán está empezando a funcionar es porque todos vamos a una”.

El catálogo ha aumentado, verdad, pero hay un problema: al overbooking se suma el hecho que los programadores tardan en abrazar las últimas propuestas. “Es un pez que se muerde la cola porque, por una parte, algo se convierte en tendencia y lo explotan hasta la saciedad. Por otra, cuesta desprogramar a alguien sustituyéndolo por otro. La competencia ha crecido y se complican las cosas. Como artista también tienes que aprender a salir del círculo de amistades para poder llegar a más gente. De ahí que vengamos a Barcelona y esto sea un pequeño Los Ángeles”. Con su entrada en Halley Records en 2020 puso la etiqueta de denominación de origen (como dice él) a Yung Rajola, escapando del círculo inicial. “Un sello te garantiza, sobre todo a nivel prensa, que te vayan a escuchar. Tampoco quiero decir que ser independiente sea algo malo; hay muchas maneras de moverte, sonar y que se fijen en ti. En mi caso, estoy en un solsticio musical: con ‘Peter Pan’ me ubicarán un poco mejor”. Ya terminando, Quintí promete muy buenos conciertos que contarán con la participación de una banda instrumental. “Es lo más bonito, que la gente cante tus canciones”. No podía faltar, sin embargo, la clásica pregunta sobre la defensa del catalán. He aquí la respuesta: “Imponerlo no es la solución. ¿Por qué se hablaba tanto cuando éramos pequeños? Porque consumíamos contenido que molaba; el catalán era goloso y atractivo. Las cosas tienen que molar”.

 

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