“Volverá a haber conciertos, igual no hacinados en campos de concentración musicales, pero ya está bien”
Entrevistas / Sr. Chinarro

“Volverá a haber conciertos, igual no hacinados en campos de concentración musicales, pero ya está bien”

Yeray S. Iborra — 07-06-2020
Fotografía — Archivo

El calendario reserva espacio cada poco para un puñado de nuevas canciones de Antonio Luque, más conocido como Sr. Chinarro, una tradición que cumple desde hace casi tres décadas. “El Bando Bueno” (Mushroom Pillow, 20) es el nuevo mordisco pop del sevillano, que suma encomiendas. Adivino de colapsos, consciente ciudadano contra la huella climática.

Con la misma naturalidad con la que el enamoramiento llega cada cierto tiempo, también lo hacen las canciones de Sr. Chinarro, que lleva casi tres décadas regando el panorama nacional. En su línea, con temas bonitos (“Escorpio”), políticos y sarcásticos (“Una Famiglia Reale o “Planeta B”) o muy suyos (“Sábanas santas”). Las canciones de Antonio Luque son como los canelones de la abuela. Nunca sobran.

Sigue buscando el sevillano, ahora afincado en Cornellà (Barcelona), la cura del espíritu gracias al humor y la travesura. Y lo hace con un decimoséptimo trabajo, “El Bando Bueno”, rebosante de pop, psicodelia, sintetizadores, humor digital (automeme en la portada) y hasta vaticinio. Ya desde “Asunción” (18) destila el cantautor bises apocalípticos. Siempre se avecina algún tipo de fin, pero el colapso climático ya se acaricia. Anda Chinarro preocupado por esa huella (“Planeta B”). Con razón.

¿Cuánto llevas teniendo teléfono directo con el futuro?
Mi capacidad como adivino, o como agorero, ahí está. Tiene cierto mérito haberse adelantado a todo esto. Hay letras que me dan un poco de miedo; como se pueden interpretar de varias maneras, intento arrimar el ascua a mi sardina.

"Alguna vez me han dicho lo de “El Eugenio del indie”, pero no soy tan gracioso".

¿Se viene un mundo de canciones sobre aplausos en balcones?
No sabemos qué canciones van a escribir los compañeros. Hay cosas con muy buena intención, como la de Vetusta Morla con el CSIC; ojalá yo tuviera su influencia. Todo suma. A mí todo me está bien. Con decirte que ayer estaba en la frutería y me gustó una canción de Aitana… “¡Aitana, flipa!”, me dije. No está bien tener muchos prejuicios. Habrá alguna canción típica de “los meses... el encierro que pasamos” que estará bien, que será objetivamente necesaria y poética. Los que cogemos la guitarrita no hacemos daño. Hacen más daño los que manejan plataformas petrolíferas y van en todo terreno a por el pan.

¿Hace tiempo que andas concienciado en temas de cambio climático?
Me preocupa el progreso, sí. Las canciones sobre ecología son coñacíllo, a la gente no le gustan los sermones, pero yo lo hago a mi manera. Porque realmente me preocupa. Es mejor echar un frenazo a nuestra actividad. Yo vivo así. Intentando dejar la menor huella. Hago lo que puedo.

No deben abundar las novedades temáticas llevando tanto tiempo con esto de las canciones…
Yo cumplo cincuenta años este año y, por desgracia, la vida ya no da tantos giros, no. O gracias a Dios. Porque los cambios, si son, ya son para grave [ríe]. O te puede tocar la lotería, pero nunca paso de los dos números.

¿Dudaste de si era un buen momento sacar disco?
El mérito es del sello discográfico, que es el que se arriesga a poner el disco en circulación en un momento en que no iba a ser fácil el tema compras y demás, aunque lo de los discos sea prácticamente una cuestión de coleccionismo. Luego está lo de los conciertos, que sí que es más incierto. Pero yo ahora vivo en Barcelona y la banda está en Granada, la dinámica de grupo no es óptima. Voy a aprovechar esta parada para pensar en el futuro. Y como un acústico mío tampoco va a reunir a doscientas personas... Alguno podré hacer dentro de una semana o dos. [Ríe]

Hablas de dinámicas. ¿Cambias muchas cosas para mantener viva la llamita?
Cambian los músicos, cambia el estudio, cambian las armonías, haces de otra manera. No hay una técnica ilimitada, son canciones de Chinarro. Ya tengo dos para el siguiente. Y estoy deseando tener diez para entrar a grabar, que es lo que más me gusta del mundo. Aunque luego lo paso mal.

¿Dos ya?
Tengo una rutina: un ordenador, el GarageBand, un micro, cables. Es super fácil hacer una maqueta si tienes una idea. Con el GarageBand, entre que tengo una idea y la estoy escuchando por los auriculares puede pasar una hora. De hecho, antes del virus iba a hacer un curso de Pro Tools pensando en grabar más en casa. Antes, pequeñas producciones como “Presidente” (11) ya costaban 20.000 euros. Muchas canciones que escucho en Internet, grabadas en casa, son insuperables.

"No volveré a darle dos besos a nadie, y me alegra. Porque me da mucho coraje, como dar la mano, que es una costumbre anacrónica".

El disco le sigue dando la vuelta a la vuelta. Como ese “Planeta B”, de lo espacial a la bossa.
Aunque en los conciertos parezca serio y tal, hago bromas. Alguna vez me han dicho lo de “El Eugenio del indie”, pero no soy tan gracioso… A qué me refiero con esto: intento que sea el humor el que me mueva. Me gusta ser payasete. Ya en el colegio. En las letras me gusta burlarme. Y en la música. Como en esa que dices, que va de lo brasileño a lo espacial. No hay más que ver a Bolsonaro y Trump, y a los chinos. Con sus carreras. Ahí está esa mezcla. Me burlo de eso. De los incendios. Todo eso da ganas de llorar, por lo que hago que de ganas de reír. Toda esa tragicomedia me parece inspiradora.

¿De dónde sale tanto teclado en el disco?
Una vez busqué un sintel. Encontré uno subido de precio, de un chico. Seguí buscando. Y ahora tengo cinco. Tampoco me voy a convertir en un grupo de synth pop, porque nadie sabe tocar el teclado, pero a nivel usuario me apaño. Y bueno, sí, suena el sintel JX3-P, Roland, en varias canciones.

¿Qué más hay?
Metimos guitarra flamenca, que grabó el técnico, porque le salía mejor la rumbita gitana. Hemos trabajado sobre las maquetas, volcando el proyecto e ir construyendo. Y luego metimos cosas de cada uno.

¿Hay un gran cambio entonces por la distancia con los miembros de la banda?
Sí, es problema. Triángulo de Amor Bizarro, que viven juntos en una casa de campo... Eso te da una dinámica de grupo imbatible. Eso no se puede hacer por Internet. No sé qué voy a hacer, o sí lo sé. Pero añoro la época en que –duró poco– encontré una buena banda en Sevilla. Luego me fui a Málaga. Pero solo eran doscientos kilómetros. Llevaba una buena rutina de ensayos, pero para eso hay que tener rutina de conciertos, es un círculo vicioso. O virtuoso.

"Hay que ir en bicicleta, consumir menos plásticos, no consumir carne, ni productos que se cargan la selva, como el aceite de palma".

Está quedando atrás vivir de la música sin alimentar las redes. ¿Cómo llevas tú eso?
Por el contrario, está el ejemplo de J, que lo ve todo, pero no pone ni una palabra. Yo soy más bocazas y me cuesta controlarme. Pero mientras sea algo que sale de mí…. El tema es no hacerlo por estar presente. Cuando pongo un tuit es porque me da la gana, no me quiero hacer famoso por eso, ni quiero que se me escuche más. Al contrario, cuando me piden del sello que comparta un enlace, me da pereza. No sé quién me decía que tenía que inventarme aquello de Alice Cooper de cortar la cabeza a una gallina. Yo no quiero. Qué hago, ¿enseño la picha como me pedía otro en el Twitter? Nunca he tenido una gran atención, ese éxito en mayúsculas, yo sé que hago música porque me gusta, se van a vender tres mil discos. A mí me vale, al sello le vale. Y tener unos conciertos y ya, para que la banda no me olvide.

Todo cambia. Se cierran incluso revistas longevas, como Rockdelux.
Volverán, son periodistas de raza. Harán libros o lo que sea. Pero el papel va a desaparecer todo, y la naturaleza lo agradecerá. Yo no sé si tendremos que seguir con los vinilos y los cedés, con todo ese gasto de material. Hay cosas que quedan atrás. Y Rockdelux permanecerá porque hay personas con talento, y eso no se va a perder, no se han quedado tontos. Otra cosa es cómo se remunera. En la música por ejemplo todo el mundo se sabe lo injusto que es. No Spotify, sino las telefónicas, que hacen un buen negocio y no reparten.

¿Lo lucháis, los músicos, para que eso cambie?
Los músicos no se centran. Dentro de un mismo proyecto ocurre que quedas para ensayar a las seis y aparecen a las siete y enchufan, hacen bromas, la cervecita, el cigarrito, y blablabla, y ensayan a las nueve y a las nueve cuarenta y cinco se tiene que ir uno. Es nuestra dinámica para todo. Eso en un grupo, mezcla dos. Es la dinámica que tenemos para todo. Uno tiene un caché de 50.000€, el otro pierde pasta cuando toca… ¿Van a hablar todos esos juntos? Nada. Yo lo he intentado, he participado en reuniones de más chaval, he ido a casas de cultura, a ayuntamientos… Cervecitas y patatitas fritas. Los mineros van al grano, con los pulmones negros. Los músicos empiezan a hablar de la guitarra que tienen y con la que ligaron en Utrera.

Si no va el directo, ¿qué te planteas?
Esto va a pasar. Encontrarán una vacuna, los que lo hagan se harán muy ricos. Y volveremos a tocar. Y yo no volveré a darle dos besos a nadie, y me alegra. Porque me da mucho coraje, como dar la mano, que es una costumbre anacrónica, que viene de la época que llevábamos espada.

¿Espada?
Quería decir que no ibas a apuñalar al otro. Nos lo podemos ahorrar. Pero vamos, volverá a haber conciertos, igual no hacinados en campos de concentración musicales, pero ya está bien. Porque si seguimos atacando de ese modo a la naturaleza habrá virus en animales salvajes que volverán a pasar a nosotros. Es osmosis. Cuanto más ocupa el hombre ese espacio, más virus pasan a nuestros cuerpos, y igual los hielos de los polos que se descongelan y sueltan bacterias de hace millones de años. Hay que actuar… Si los conciertos acaban todos con millones de vasos en el suelo o se anuncian coches contaminantes… Hay que ir en bicicleta, consumir menos plásticos, no consumir carne, ni productos que se cargan la selva, como el aceite de palma. De los conciertos no hay que preocuparse.

Estás puestísimo en temas de cambio climático.
Está en la prensa. Me lo leo. No voy a leer solo las tonterías de Ayuso.

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