“Volver a las raíces para traerlas al presente”
Entrevistas / Salvatge Cor

“Volver a las raíces para traerlas al presente”

Marta Ezquerra — 11-09-2022
Fotografía — Marta Mas Girones

Salvatge Cor es el proyecto de Llorenç Romera Pericàs. El músico mallorquín ha dejado atrás el rock y las guitarras para adentrarse en nuevos sonidos, uniendo fuerzas con el productor Cristian Eichborn en su álbum más reciente, “Cruïlla”. El resultado es una conjunción de poesía y música urbana, un ejercicio de armonía entre actualidad y raíces. Referencias estilísticas, samples y colaboraciones conforman el que tal vez sea el proyecto más íntimo del músico mallorquín.

La presentación del disco será el próximo 14 de octubre en la Sala Laut de Barcelona. Y hay en marcha un Verkami para publicar "Cruïlla" en vinilo y fabricar una edición especial de camisetas artesanales confeccionadas por Aina Crespí, que incluye diversas recompensas para sus mecenas.

Acabas de publicar tu tercer álbum “Cruïlla”, que toma una deriva muy diferente a la música que habías hecho hasta ahora. Es un cambio bastante radical con respecto a los álbumes anteriores
Sí, de hecho, cuando salió “Bruixes” en 2019, que se había grabado un año antes, yo empecé a escuchar más a Kendrick Lamar y Frank Ocean y me gustaban mucho. Lo que pasa es que no había terminado de entrar, y antes del confinamiento, con Cristian, el coproductor del disco, cercano a la urbana, empezamos a trabajar en un proyecto que no sabíamos que era y al final se transformó en lo nuevo Salvatge Cor. Yo veía que el rock ya no me estiraba tanto. En una entrevista a Carlangas (Novedades Carminha), dijo “los nuevos rockeros van en chándal” y me hizo mucha gracia, porque creo que el concepto del rock ha cambiado bastante y tampoco es una idea con la que me haya sentido demasiado cómodo nunca, con tanta testosterona.

Sí es cierto que en “Bruixes” (2019) ya ibas dejando ver hacia donde conduciría tu música más tarde, con sonidos menos rockeros y más parecidos a El Petit de Cal Eril o a Ferran Palau.
Ese disco lo produje con Jordi Bastida (Chico Jorge, y guitarrista de Els Pets) y se grabó dos semanas después de que Joan Pons (El Petit de Cal Eril) produjera el último disco de Els Pets. Así que creo que influyó en la manera en que produjimos “Bruixes”, porque teníamos muy en mente Alvvays, Deerhunter, Unknown Mortal Orchestra… Y la influencia está ahí. Ferran Palau también me encantaba, igual se nota.

"Con internet, cada vez estamos más bombardeados por diferentes estímulos y nuestra identidad es un mejunje de cosas"

Cada vez es más habitual incorporar muchas referencias para crear un disco, y me da la sensación de que tú lo llevas a un terreno muy personal, tomas música de todo tipo y la haces tuya ¿Trabajabas con esa intención desde el principio o te ha surgido de manera casual?
Sí, yo quería llegar ahí, lo que pasa es que Cristian me ayudo un montón. Yo quería empezar el disco por la cara B (“Cruïlla”, “barana”, “de mi”) y él me dijo “¿y por qué no le damos la vuelta al concepto?”, e hizo que cambiara totalmente la cara A. La historia narrativa del disco es a priori Orfeo y Eurídice en el siglo XXI. Cómo Eurídice no necesita ser rescatada y Orfeo tampoco tiene que hacer de “súper macho alfa” que la protege todo el tiempo. Es una crónica de un desamor de dos personas maduras que se dan cuenta de que, aunque se han querido un montón, su historia se ha terminado, porque para seguir creciendo necesitan seguir cada uno por su camino. Esa era la inspiración.
Y el uso de tantas referencias es porque con internet, cada vez estamos más bombardeados por diferentes estímulos y nuestra identidad es un mejunje de cosas. El hecho de que haya tantas colaboraciones es porque yo quería hablar de esa sensación que tenemos los mallorquines de que nos encanta el mediterráneo, pero al mismo tiempo nos separa mucho de la península.

Realmente, casi todas las colaboraciones del disco son de artistas mallorquines ¿Crees que hay apoyo entre esta nueva escena de músicos en Mallorca?
Creo que estaría guay que nos uniéramos un poco más, porque ayudaría a mucha gente que aún no es conocida a tener más posibilidades para salir a tocar a la península, que es lo que nos da “vidilla” a nosotros también. Hay escenas más fuertes, como la de Manacor, pero nos vendría bien hacer más piña. Antes del Covid, el circuito de bolos en Mallorca era débil, pero ahora es prácticamente un desierto.

¿Y crees que ha habido cierto relevo generacional?
Sí, de muchos palos distintos, desde gente que hace urbana, hasta la figura del cantautor, que está teniendo bastante relevancia (Maria Hein, Júlia Colom, Maria Jaume, Clara Fiol…) Entronca mucho con la idea del folk, que conecta con Rosalía, C. Tangana, El Niño de Elche, Dellafuente… Este folk pop que tiene también un pie en la electrónica. Creo que es porque los directos han cambiado un montón y este formato es más sencillo.

Precisamente esa combinación de folk y electrónica está muy presente en tu álbum. De hecho, es curioso el contraste entre sonidos tan nuevos y referencias músicos del siglo XX.
Creo que es porque, aunque a nivel sonoro el disco es atrevido, hay una parte de mí que estaba asustada. Al mismo tiempo quería volver a las raíces para poderlas llevar al presente. De ahí que haya un sample de Gata Cattana, en el que pregunta a Celaya qué entiende él por futuro. Y por eso está también el poeta Biel Mesquida, que pertenecía a la época de la Nova Cançó de los sesenta, y a ese momento de apertura hacia la democracia. Y me quería preguntar “ahora que hemos alcanzado la democracia, ¿qué pasa?”.

¿Cómo ha sido trabajar con Biel Mesquida?
Trabajar con Biel ha sido genial, fue súper majo y generoso. Además, a él le gustaba mucho el disco. Me comentó que había ido a recitar a Barcelona y al terminar el recital cantó esta canción, que tiene mucho sentido con lo que quiere contar el disco. Es como si yo volviera a ser el niño que era para en parte matarlo y en parte cuidarlo, hay que cerrar una etapa de la vida.

"Yo escuchaba Nirvana a tope y también Antònia Font. Tenía mucho sentido, era la noche y el día"

Por otra parte, las referencias a Antònia Font en “Cruïlla” son constantes ¿Cómo han influido en el álbum?
Para mí son los mejores (se ríe). Son mi adolescencia. Yo escuchaba Nirvana a tope y también Antònia Font. Tenía mucho sentido, era la noche y el día. El disco estaba pensado desde antes del confinamiento y luego anunciaron que volvían y pensé “es un círculo que se cierra”. Y curiosamente, ensayan a dos manzanas y Joan Rafel, el bajista, era vecino mío desde pequeño, así que los vi crecer y fueron un referente muy cercano. Los incluí porque era volver a la infancia.

De hecho, “de mi” es una canción hecha a partir de fragmentos de sus canciones.
Sí. Esta es la canción que más presión me ponía. Estaba temblando porque pensé que no nos iban a dar los permisos. Yo tenía miedo de que Joan Miquel Oliver no viera respeto en la reconstrucción de la canción, pero hablé con él cuando la canción ya estaba hecha y le gustó. La idea de “de mi” es Antònia Font mezclado con “Euphoria”. Porque pensé “¿Cómo puede escuchar mi sobrina de 16 años Antònia Font?”, así que fue como un ejercicio de estilo.

A lo largo del disco, también vas aludiendo a otras canciones del propio álbum.
Sí, hay letras que se cruzan, y de hecho conecta con la idea del álbum. En donde empieza a verse mucho más es en “Com estimar un mirall” y en “de mi”, que hace un resumen de todas las canciones. A mí me gusta mucho la poética del cuerpo, y buscaba la manera de manifestar cómo un hombre de Mallorca puede expresar su visión del mundo.

¿Qué es eso de la poética del cuerpo?
Pues la poética del cuerpo es cómo yo, como hombre, me articulo a mí mismo, dentro del concepto de la “mallorquinidad”. En Mallorca en parte somos una colonia del turismo y cada vez somos más dependientes de él.
El tema de la poética del cuerpo también tiene mucho que ver con la isla y la propia identidad de los mallorquines. Se está produciendo una eclosión de artistas, que no solo son músicos, y hay una especie de florecimiento de diferentes campos y está muy guay. Por fin ha llegado el siglo XXI a Mallorca. Y esto es algo que en el disco también quería reflejar, que Mallorca también puede molar y no hace falta sentirse menos que otros sitios.

La producción ha cobrado especial relevancia en este proyecto. ¿Cómo ha cambiado la forma de trabajar?
Ha cambiado radicalmente porque yo antes preparaba una maqueta, pero solo hacía la estructura de la canción con la guitarra y en el local de ensayo lo terminábamos de construir. En cambio, este disco ha sido totalmente diferente. Con el confinamiento, me he puesto mucho más en serio a producir. Cristian es una persona súper abierta que ha bebido de muchas influencias, él viene del hardcore del punk, pero también le gusta mucho la urbana. Yo he aportado la parte del folk y él la parte de la urbana para encontrarnos en el pop. Hemos desmontado canciones hasta el punto de hacer veinte maquetas.

El disco fue entonces resultado de ir experimentando con géneros
Hay canciones como “orfeu” que son totalmente improvisadas. Y “de mi” estaba integrada con “o” pero al final nos dimos cuenta de que había demasiada información. Ha sido un disco de muchas casualidades, y de muchos síes, uno detrás de otro. Hemos tardado mucho hasta estar convencidos. Queríamos encontrar el mínimo elemento a la hora de transmitir, hacer un proyecto muy minimalista. Es una tendencia que se está dando mucho en el pop y me parece súper interesante, que lo que sostiene todo el discurso es la voz. No quiere decir que la producción no sea importante, pero se busca el mínimo que permite que la canción se aguante por sí sola.

¿Cómo definirías ahora el sonido que has creado ahora?
Uf… Diría pop de género fluido. En el sentido de que no tiene ningún miedo de coger lo que le gusta, y ya está.

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