“Quiero que el colectivo funcione. Al final, eso es la política"
Entrevistas / Pascuala Ilabaca

“Quiero que el colectivo funcione. Al final, eso es la política"

Alan Queipo — 13-10-2016
Fotografía — Archivo

Las venas abiertas de América Latina se pueden ver en dos sitios: en la música y en los ojos de la Pascuala Ilabaca. La chilena apenas supera la treintena pero lleva más de una década siendo un símbolo de la rehabilitación de las músicas folclóricas tradicionales: una mirada desprejuiciada en cuanto a fusión de ritmos que conecta directamente con su mirada comprometida con la reivindicación de los pueblos originarios, de la cultura mapuche, de los iconos tradicionales de su país.
Un afán investigador que la ha llevado a ganar los Independent Music Awards neoyorquinos, entre otros tantos galardones, y a hacer cerca de quince giras internacionales. Un día antes de empezar la última (y un día justo antes del Día de la Hispanidad, curiosas las vueltas de la vida) nos reunimos con una recién aterrizada Pascuala Ilabaca para hablar de su obra y du discurso pero también de sus impulsos y de su compromiso antes de mostrar cómo se bailan las canciones de “Rey Loj” (Petit Indie, 2015) en una gira organizada por AIE que la llevará, entre otros espacios, a las ferias-festivales Monkey Week y WOMEX: 12 octubre Café La Palma (Madrid), 13 Pícaro (Toledo), 14 Monkey Week Fun Club (Sevilla), 15 Monkey Week Escenario Arnette (Sevilla), 22 Womex Teatro Principal Rúa Nova (Santiago de Compostela).


Quien se acerque a tu música por primera vez y no sepa tu origen puede identificar muchos estilos. Para aquellos que no te conozcan por España, ¿es el chilenismo o la actualización de las músicas tradicionales chilenas lo que vertebra tanto el sonido de tus discos como tu propio discurso como artista?
Yo creo que ha ido mutando de cuando empecé con respecto al punto en el que me encuentro ahora. Cuando empecé vivíamos en otro contexto social: un contexto en el que había muy poca valoración sobre las culturas tradicionales en mi país. Empecé grabando un disco homenaje a Violeta Parra no porque fuera la artista considerada la más consagrada de la historia (como pasa ahora, que se celebra el 100º aniversario de su nacimiento) sino porque se conocían un par de canciones de ellas (de hecho, el “Gracias a la vida” suyo es más conocido por Mercedes Sosa que por Violeta) y la imagen que se tenía de ella era de una “mujercita simple”. En el fondo, el origen e intención de mi música siempre fue reivindicar no solamente la figura de Violeta, sino de muchas mujeres latinoamericanas artistas que las han ido colocando debajo de la alfombra.
Y por otra parte, para reivindicar también muchos personajes e iconos populares que no son lo valorados que deberían ser: tener una infancia tan viajera me hizo entrar en contacto con las culturas indígenas de América Latina; y te das cuenta que hay una riqueza, una sabiduría y un mensaje muy profundo para entregar a la sociedad pero no lo recibimos porque ni lo vemos ni lo valoramos. Y alejarme de mi propia cultura, como cuando estuve dos años estudiando canto en la India, hizo asumirme como una persona reivindicadora del origen; y asumir que nuestro origen también es mixto, fusionado, ya no somos un mundo de razas puras, y nuestra propia genética nos lleva a ser personas fusionadas, poder ser transparente y flexible y asumir el oriental, el africano y el americano que hay dentro de cada uno.

"Me excita ser la primera versión de mujer chilena que alguien va a ver: siento que ahí puedo romper un paradigma de una mujer predeterminada"

Mencionas mucho la palabra “ usión", que hay quien lo entiende también como un género. No sé si a ti te gusta precisamente, tanto para definir tu música como a ti misma como persona, que no haya una banderita identificativa al lado de tu nombre, sino que sea una cosa más apátrida, global.
En ese sentido me gusta la libertad de haberme posicionado en un lugar en donde el foco no está dirigido a la masividad sino hacia la música: es una carrera de larga duración y me hace sentirme con total libertad para inspeccionar en distintos géneros y sentir que soy yo misma y que no voy a decepcionar a mi público: el público que he ido cultivando es muy curioso, muy librepensador y le interesa acompañarme en estas investigaciones y en esta diversidad de género.

He leído en algunas entrevistas que reivindicas figuras tradicionales desconocidas para mucha gente como las de las sacerdotisas mapuches o iconos culturales como El Diablo, de las fiestas populares del norte de Chile. ¿Crees que consigues acercar este tipo de símbolos o iconos a un público que los desconoce; o que lo reciben como algo ajeno, casi como un souvenir que no entiende que forme parte de su cultura, con los que no empatiza?
En el caso de la cultura mapuche sí que puede llegar a pasar esto que dices: no hubo un momento histórico en Chile en que se haya traspasado a otras culturas, sino que ha permanecido en un territorio concreto; y ahora a través del desarraigo de ese territorio a causa de los negocios que quiere hacer el estado en ese territorio es que se ha empezado a compartir un poco más su cultura y ellos mismos se han ido abriendo para poder enseñar el mapudungun a “los blancos”. Pero con respecto a otro tipo de iconos no ha pasado tanto tiempo desde que se pusieron en marcha esas tradiciones. Por eso más que de “conocer” a mí me gusta la idea de “reconocer”. Por ejemplo, cuando yo aparezco con el acordeón en el escenario hay mucha gente que me dice que qué instrumento más raro, que para que toco eso, que si mi intención es ser como una “Julieta Venegas chilena”… pero si se ponen a pensar con perspectiva, todas las músicas tradicionales chilenas tienen acordeón: la cueca, la cumbia, el tango, la tonada…
Sin embargo, como por lo general no es el frontman o la frontwoman la que suele salir al escenario con el acordeón colgando, la gente escucha el instrumento pero no lo reconoce visualmente. Sin embargo todos están familiarizados con el acordeón: y cuando me ven les hace un click, porque están familiarizados emocionalmente con el acordeón y les gusta pero no saben por qué. Y ahí hay algo que tiene que ver con la educación visual actual: la gente se acostumbra a seguir a un líder en una banda sin reconocer los elementos e instrumentos que hacen que la banda suene como suena. Y lo mismo que pasa con los instrumentos pasa con ritmos nortinos como la saya o el huayno, que son músicas que en cuanto las escuchas se te mueven los pies solos, aunque la gente no sepa que son ritmos de carnaval que vienen de Bolivia y Perú; pero te mueve, y el hecho de que te mueva hace que pases a formar parte de él y te ayude a “reconocer”.

"La gente se acostumbra a seguir a un líder en una banda sin reconocer los elementos e instrumentos que hacen que la banda suene como suena"

Hace diez o quince años no había muchos grupos que se preocupasen por visitar o actualizar músicas folclóricas latinas; sin embargo, en los últimos hubo un boom del llamado neo-folk en Latinoamérica. ¿Qué es lo que lleva a una generación más joven a acercarse con sonidos que forman más parte de la generación de sus abuelos, casi?
En el caso de Chile en particular creo que viene porque, después de tener una cultura tan rica en los años ’50, y en la que podías verlos bebiendo en un mismo bar a Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Violeta Parra, Vicente Huidobro, Enrique Lihn, Alejandro Jodorowsky… Todos vivos y juntos a la vez. Hasta que llega la dictadura y genera un momento muy negro, un drama que trauma a los artistas: todos se desperdigan por el mundo, sus obras son escondidas durante décadas…
Ahora es normal que Chile vuelva a ese flujo de creatividad más natural, y que los jóvenes se pregunten qué había antes de Pinochet. Y en todo esto también tiene que ver la caída del modelo liberal americano: la figura de Estados Unidos fue capital en Chile durante la dictadura, ellos fueron los que la financiaron e impusieron el modelo político y económico. Y fue una figura cultural que también se impuso: la gente andaba con camisetas de “I Love New York" o equipaciones de béisbol o fútbol americano… Y veías a una persona que te iba a vender un kilo de naranjas en el mercado vestido con la bandera de Estados Unidos…

Vestido de Donald Trump.
(Risas) Sí, totalmente. Y en los últimos años, a través del acceso a la contrainformación surgida en los últimos años y poder escoger la información que quieres recibir, ese modelo comenzó a caerse. Y cuando eso se acaba uno siempre busca el suelo, y la identidad es el suelo más fuerte: está vinculado no sólo con el anhelo del hombre de ser más poderoso sino de ser más profundo y tener un mensaje que te arraiga a algún lugar. Y creo que eso ha marcado a mi generación: ver cómo se desploman los líderes políticos y económicos y tener que alimentar tú mismo a tu propio tren.

Sin embargo tu generación hubiera sido fácil que creciese escuchando bandas como La Ley, Lucybell, Los Prisioneros, Los Tres… grupos de pop y rock alternativo de los años ’90 en Chile. No sé si ha habido en tu caso también un esfuerzo de investigación para poder llegar a esa profundidad de conocimiento que tienes en tu discurso y en tu obra.
En el caso de figuras que reivindico, como pueden ser Álvaro Peña o Eduardo Parra, son artistas con los que yo estuve vinculada por cuestiones familiares desde que yo era niña. Pero en general lo que me ha pasado es darme cuenta de que hay muchos genios caminando por la calle y a ninguno se les va levantando una estatua ni van a estar en una moneda; del mismo modo que en el caso de Chile hay gente que está en monedas que siempre han sido muy malmirados: como Gabriela Mistral, que está en un billete pero en realidad nunca nadie la ha reivindicado, es más un gesto político; o las monedas de la machi, la sacerdotisa mapuche, que aún hoy sufre tortura y violencia; o incluso los políticos que nos gobiernan hoy son hijos de gente que ha sido torturada y/o asesinada durante la dictadura y, sin embargo, siguen validando la tortura para los pueblos originarios en la Chile de hoy. Todo está lleno de contradicciones.
Por eso, ante tal falta de reconocimiento de tantas figuras, yo intento reivindicar las cosas que forman parte de mi identidad; del mismo modo que seguir investigando y conociendo es algo que me moviliza. Pero no se trata de investigar desde lo teórico, sino saber ver las cosas que nos pasan ante los ojos día a día, como me pasa a mí cuando veo en la calle donde vivo a un señor mayor en medio de la ciudad que baja todos los días con su caballo cargado de hierbas. Y es algo raro en día de hoy, pero a mí me interesa conocer a ese tipo de personas, por eso cuando tengo la posibilidad de conocer su vida me acerco a él y le pregunto cosas. Esa es la poesía que tiene nuestra cultura: que es una cultura de resistencia y merece la pena conservar.

"Hay muchos genios caminando por la calle y a ninguno se les va levantando una estatua ni van a estar en una moneda"

Tengo entendido que en 2009 hiciste unos conciertos por la India en el marco de la visita de Michelle Bachelet a ese país. No sé si en algún momento te dio miedo que tu obra pudiera tener una asociación política o partidista.
La figura de Bachelet es una figura súper polémica para mí, porque la Bachelet de su primera candidatura y mandato no es la misma de ahora. Ella ha hecho cosas muy buenas, como hacer la educación gratuita como un derecho o la reivindicación de la figura de género o darle espacio a las minorías; pero también ha hecho muchas cosas que me han hecho distanciarme de la Nueva Mayoría. Sí es cierto que en aquellos primeros años he participado en varios conciertos en los que ella estaba. En el caso de la India yo estaba allí estudiando canto y recibí la invitación para hacer un concierto para la presidenta hindú Pratibha Patil y traducir la obra de Violeta Parra al hindí, y estaba Bachelet: fue un momento maravilloso, nunca me arrepentiría de haber hecho ese concierto. Pero cuando tiempo después Bachelet aprueba que se aplique la Ley Antiterrorista al pueblo mapuche yo dejo de formar parte de cualquier evento en el que esté su presencia y quiebro relaciones.
Esto no significa que me mantenga al margen de actos políticos: por ejemplo, ahora serán las elecciones para alcalde en Valparaíso, mi ciudad, y estoy junto a Ciudad Patrimonio / UNESCO luchando por quitar del poder a Jorge Castro Muñoz, alcalde de ultraderecha. Al final, como artista tengo una opinión que ejerce mucha influencia en la ciudad: he apoyado muchos movimientos ciudadanos, hicimos las primeras primarias ciudadanos para elegir un candidato ciudadano… Y son intereses sociales y de comunicación de los que no me quiero alejar: soy una persona con muchas ganas de que el colectivo funcione, y al final eso es la política.

Girando tanto, habiendo hecho cerca de quince giras fuera de Chile, ¿te gusta la idea de ser una embajadora cultural de la cultura chilena? ¿Sientes algo de responsabilidad civil por ello?
Sí, me encanta. Me parece que es súper excitante cuando estoy ante públicos que desconocen tanto mi cultura y me miran como algo raro y posiblemente ni siquiera sepan dónde está Chile (risas). Me excita ser la primera versión de mujer chilena que alguien va a ver. Siento que ahí puedo romper un paradigma de una mujer predeterminada y presentarme y decir todo lo que yo quiera y mostrar esta nueva mujer chilena.

Que se rompa la idea de esa mujer latina que sólo puede ser explosiva y estar subida a una carroza de carnaval en Río, ¿no?
Claro. Y también romper con otros paradigmas. Por ejemplo, una vez hicimos un concierto junto a Quilapayún en el Teatro Makxim Gorki en Berlín, que es un antiguo teatro ruso muy bonito, y fue un éxito, se habían acabado las entradas hacía muchos días. Y el contraste entre Quilapayún era brutal: ellos son un grupo muy antiguo, van ataviados aún con ponchos negros, rememorando a la época de la dictadura; y nosotros también con un mensaje de liberación de la dictadura pero mucho más coloridos, enérgicos y viviendo el contenido desde la alegría y no desde el sufrimiento que da la reflexión. Y cuando acabamos el show se me acercó una alemana y me dijo: “¡mi marido no va a poder creer cuando le cuente que ahora los chilenos son como los brasileros!” (risas). Y ahí me di cuenta de que ellos llevaban años viendo al chileno como a una persona muy triste, porque han conocido al chileno de la dictadura. Y nosotros somos un pueblo súper alegre, con otra historia, con mucho humor y mucha sensualidad; y me gusta poder revolver esa olla.

En los últimos años, al menos aquí en España se ha hablado mucho de la nueva escena musical chilena. Y aunque hay varios referentes masculinos que han tenido repercusión como Gepe, Astro, Pedropiedra, Nano Stern… Por lo general las caras más visibles habéis sido las mujeres: Javiera Mena, Francisca Valenzuela, Camila Moreno, Mariel Mariel, tú… ¿Sientes que revolución de la nueva escena chilena es femenina?
En general en el mundo la figura femenina está cobrando un papel importante, no sólo en el mundo de la música sino también en territorio científico, político… Paralelamente en Chile han aparecido en todas las áreas bien-miradas; pero a la vez Chile es uno de los países latinoamericanos en los que hay una tasa más alta de femicidios, así que hay una doble lectura y una contradicción a la vez. De todos modos, es cierto que todos los nombres que has mencionado han tenido mucha repercusión tanto dentro como fuera, pero la mayoría de ellos, excepto Camila Moreno y yo, son figuras más “pop”…

"Del mismo modo que no puedo decir que esté fuera de la política si me sigo preocupando por la gente; no puedo decir tampoco que esté fuera de la industria si sigo haciendo giras mundiales y pasando facturas para cobrar por mis conciertos"

¿Como más hedonista, te refieres?
No sé, yo soy súper hedonista y me gusta gozar los placeres de la felicidad y de la vida y siempre critico mucho a ese amor al trabajo acérrimo que hay en Chile y esa idea católica de que el esfuerzo es lo único que te puede conducir a la felicidad: a mí me gusta vivir la vida desde el hedonismo, en realidad. Hay una canción nueva que tengo que digo precisamente eso: “vengo a invitarte a una tarde de hedonismo puro” (risas). Pero en general Chile escoge los productos de exportación musical siempre dentro del pop; y luego estamos otros, como Nano Stern o yo, que intentamos romper un poco con eso y hemos conseguido grandes logros a pesar de tener una carrera autogestionada, y estar en grandes festivales y hacer grandes giras a pesar de que no pertenezcamos a la industria pop.

Reivindicas mucho tu autogestión, has sido muy crítica en algunos momentos con la SCD y muchas veces te has declarado casi como fuera de la industria pop formal en Chile. ¿Te sientes que estás fuera de la industria, como en un espacio paralelo; o sientes que sí estás dentro de la industria pero haciendo una especie de “oposición”?
Son distintas etapas. Yo ahora colaboro mucho con la SCD: de hecho, son responsables junto con la AIE española de que estemos haciendo esta gira por España. Cuando yo los critiqué era otra época: cuando se acabó la industria de los CDs el directivo de la SCD se filtró que los grandes directivos de Sony o EMI pasaron a formar parte de la SCD en los primeros años del 2000. Y me parecía que tenían una mirada muy mercantilista de la industria, y a mí me parece que como sociedad defensora de derechos no puede tenerlo. Pero los órganos directivos de la SCD de ahora han cambiado mucho: son músicos con mucha visión acerca de lo que es la música chilena.
Por eso del mismo modo que no puedo decir que esté fuera de la política si me sigo preocupando por la gente; no puedo decir tampoco que esté fuera de la industria si sigo haciendo giras mundiales y pasando facturas para cobrar por mis conciertos. De hecho, el pasado o el anterior fuimos una de las bandas que más giramos a escala internacional de toda la camada joven. Y eso genera industria. En esta gira por España, incluso, tocaremos en el Monkey Week y el WOMEX, que son como dos ferias donde vamos a “vender nuestro producto”, de alguna manera. Lo que sí es que yo no estoy dispuesta a ceder en mi mensaje ni formatearme para poder entrar en el canon de lo que a Chile le gusta mostrar a escala comercial. Uno mismo tiene que crear su propio camino para poder estar satisfecho con lo que hace.

Vienes a presentar “Rey Loj” por España, que es un disco que habla sobre la dictadura del tiempo pero que a la vez posiblemente sea tu disco más polifónico, donde se puede identificar la mayor mezcla de estilos de todos tus discos hasta la fecha. ¿Está conectado el mensaje conceptual con el sonoro?
“Rey Loj” habla acerca de cómo vivimos el tiempo hoy en día. Es una idea que se me ocurrió en la gira de 2014, que tocamos mucho por todo el mundo, y en todas partes me di cuenta de que éramos prisioneros del reloj: es el Dios más supremo, incluso más que el dinero. Y este conflicto con el tiempo se me expresó en tres maneras, que son las tres “agrupaciones de canciones” del disco. Una es el estrés, la reticencia a ser prisionera del tiempo, y son las que tienen un sonido más rockero, incluso progresivo o eléctrico, como más rebelde, intentando fugarse del látigo del tiempo. Otras son las canciones hedonistas, en donde invitamos a vivir, a llenarnos de brillo los ojos, salirnos del tiempo sin perder corazón, y hay instrumentaciones más acústicas. Y por otra parte hay canciones más psicodélicas, donde hay mucha influencia de la música de la India, y son historias soñadas donde intento demostrar que en esas otras ocho horas del día, en las que dormimos, vivimos el tiempo de otra manera: podemos vivir la vida entera dentro de un sueño.

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